domingo, 27 de febrero de 2011

EXPLORANDO EL TORCÓN: ¿DEMASIADO PRONTO?

Hasta hace aproximadamente un año desconocía que a poca distancia de la ciudad de Toledo se podía encontrar una ermita visigoda, un castillo medieval, un puente romano, y unos paisajes interesantísimos. Y todo en una zona relativamente pequeña y accesible.

El caso es que cuando nos decidimos dejarnos caer el año pasado, era finales de marzo, y aunque comenzaba a haber flores por todas partes, los árboles no habían comenzado a brotar. El día era soleado y cálido, luminoso. Nos dirigimos primero a la ermita de Santa María de Melque, un pequeño templo visigodo, situado en un entorno privilegiado: una zona de relieve ondulado, cubierto por encinares abiertos:

Los encinares se encontraban llenos de vida: se oían cantos de perdices, había aún pequeños bandos de zorzales, y en un arroyo próximo a la ermita encontramos numerosos renacuajos de sapo. Aire limpio, tranquilidad, cantos de pájaros, y allí en medio el templo milenario:



El acceso a la ermita, que tiene planta en forma de cruz, es muy sencillo, aunque se echa en falta información detallada o la posibilidad de ser acompañado por un guía.



Después de eso nos dirigimos a visitar el castillo de Montalbán, pero el acceso estaba cerrado: durante la primavera y el verano no se permite la entrada debido a que nidifican especies protegidas en las inmediaciones. Nuestro gozo en un pozo, tendríamos que volver después de bastantes meses. En cambio pensamos en visitar un enterramiento prehistórico que vimos señalizado desde la carretera. Hacia allá que fuimos, metiendo el coche por una pista de tierra que bajaba entre cercados cinegéticos en dirección contraria al valle del Tajo (¿hacia donde descendería?). Cuando la pista de tierra se puso realmente comprometida y el coche ya tenía varios rayajos en la pintura causados por la maleza, decidimos seguir a pie, aunque no había ningún indicio de qué distancia nos separaba aún del yacimiento. Frente a nosotros se abría un valle estrecho, de pendientes relativamente suaves cubiertas de encinares bastante jóvenes sobre suelos graníticos.


Un lugar maravilloso, sí, aunque con muy pocas pistas de donde encontrar la tumba neolítica. Continuamos bajando, pensando que en caso de no encontrar ningún túmulo al menos echaríamos un vistazo al curso de agua que había excavado el fondo de aquella depresión. Pero sorprendentemente sí que dimos con nuestro objetivo:



Lo sé, puede parecer poca cosa. Supongo que en Francia u otros países de nuestro entorno (me vienen ahora a la cabeza los enterramiendos megalíticos que visitamos en Cerdeña) los yacimientos prehistóricos estarán mejor conservados y explicados. Aquí, pese a que nos encontramos muy cerca de la capital del estado y a casi tiro de piedra de la ciudad de Toledo, no sólo no hay información disponible para el visitante, sino que el lugar se pierde en la maleza y en el mayor de los olvidos. Me surgieron muchas preguntas. ¿Cómo eran las tribus que habitaban la zona en aquella época? ¿A quién o quiénes se enterró allí? ¿Por qué aquellos tres pasillos o galerías techados? ¿Pertenecía a las mismas culturas que hicieron las grandes estatuas de toros que también pueden encontrarse en las cercanías? ¿Por qué está justo allí el enterramiento? ¿Se orienta de alguna manera con los astros, como sucede con otros similares?

Lo que está claro es que los alrededores debían ser, como lo son hoy en día, un buen lugar para vivir o para descansar. Hay agua dulce en abundancia. Incluso en nuestros días sigue abundando la caza, sobre todo conejos y perdices, aunque también jabalíes. Durante el Neolítico los toros salvajes, los caballos, los ciervos y los gamos formaban grandes manadas que, con toda probabilidad, cruzarían este lugar en sus migraciones estacionales entre las tierras altas al sur y las tierras bajas de la fosa del Tajo.

Desde los restos del túmulo se divisaba ya el río que fluía abajo. Fue así como descubrimos, de forma totalmente casual, el Torcón. Río o arroyo (depende de lo que entendamos por cada cosa) que nos era totalmente desconocido hasta ese momento, y que sin embargo es uno de los principales afluentes toledanos. Al descender a la orilla, lo primero en llamarnos la atención fue el chapoteo de un gran grupo de galápagos leprosos (Mauremys leprosa), que al vernos se tiraron al agua. Un magnífico augurio, que no defraudó.



El pequeño río presentaba una llanura de inundación discreta pero totalmente funcional, prueba de que su dinámica natural aún no había sido alterada severamente por una presa u otras infraestructuras río arriba. Se formaban acumulaciones de arenas, depositadas por las crecidas estacionales. También se desarrollaba un bosque de ribera relativamente joven, dominado claramente por fresnos de hoja estrecha (Fraxinus angustifolia). Desgraciadamente, dadas las fechas en las que estábamos, los árboles no tenían prácticamente hojas, y convinimos en que debíamos regresar en un momento de más avanzado de la estación para ver la vegetación en todo su esplendor. No obstante, pese a las nulas huellas de presencia humana allí abajo, encontramos rastros de muchos animales, incluidos estos jabalíes que se habían estado desplazando por la orilla del Torcón:



No nos quedamos mucho más, y tampoco cumplimos con lo de volver cuando la vegetación estuviera en todo su esplendor. De hecho, pasó casi un año hasta que lo hicimos: regresamos en pleno invierno con mi primo Ernesto. En esa ocasión pudimos visitar el Castillo de Montalbán:



Aunque la construcción de la fortaleza, tal y como la podemos ver hoy en día, corresponde a la Orden del Temple, se levantó sobre otra anterior musulmana. Es, por tanto, un castillo de origen muy antiguo, y con una historia muy compleja a lo largo de la Edad Media e incluso los siglos posteriores.
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Los sucesivos periodos en la construcción y reformas del edificio se reflejan tabién en los diferentes tipos de materiales que se emplearon. A simple vista, por ejemplo, llama la atención el contraste entre el uso de grandes bloques de piedra en las grandes entradas y muros inferiores, y el uso de ladrillos pequeños en el tercio superior del castillo.


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Desde allí arriba se divisa un paisaje de monte muy bien preservado, en el que hay gran abundancia de animales, incluidos numerosos bandos de perdices y unas densidades altísimas de conejo. Dado que la zona se encuentra muy bien conectada con los Montes de Toledo mediante el corredor del Torcón, tal vez llegue a reunir condiciones para ser una futura zona de reintroducción de lince ibérico.
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No tardamos en regresar, a principios de marzo de este año. En esta nueva ocasión nos lanzamos en busca del puente romano, conocido como Puente de la Canasta, que cruza el río aguas arriba del castillo. Hacía un día soleado de finales de invierno, y pudimos disfrutar de una zona del Torcón totalmente diferente, ya que allí discurría sorteando formaciones graníticas de formas caprichosas:
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De hecho, la erosión del agua formaba recovecos y cuencas, pero también profundas torcas y gargantas, sobre todo en la zona del puente romano:


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Una vez más, tras alcanzar aquella antiquísima construcción se echaba en falta algún tipo de información, aunque el lugar por sí solo valía la pena. En las paredes de roca crecían higueras retorcidas, aferrándose al mineral con una resistencia inversosímil. El fondo de la garganta parecía inexpugnable, con cuevas y grietas, un lugar perfecto para las nutrias.

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Más abajo, incluso con unas orillas más suaves, lo mineral seguía dominando el conjunto. Puentes naturales, y pozas de fondo de roca llenas de aguas mansas.

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Sin embargo, seguía echándose de menos disfrutar de las arboledas ribereñas con hojas y más movimiento. Sí, ya en marzo se veían lagartijas asomándose entre las piedras, pero la vida seguía bastante adormecida por el invierno. Tenemos que volver, y más tarde, en primavera.

HACIA NINGUNA PARTE

Siguiendo con mi serie dedicada a las cicatrices que nuestro modelo económico y su crisis sistémica han dejado en nuestro entorno, voy a dirigir ahora la mirada a un rincón insignificante de la geografía madrileña. Se trata del cuadrante nororiental del término municipal de Velilla de San Antonio, colindante con el de Mejorada del Campo. No hace tantos años había allí dehesas de encinas, manchas de esparto y otras formaciones de monte bajo. Oficialmente formaban parte de un coto privado de caza, pero los habitantes de Velilla acudían allí con frecuencia para a disfrutar del paisaje, a pasear, y en fechas como el Día de la Tortilla.

Sin embargo, y como no podía ser de otra manera habida cuenta de los gobernantes que tenemos y de las prioridades de la sociedad en general, al mismo tiempo que el empuje de la burbuja inmobiliaria devoraba el entorno del pueblo, urbanizándose campos, olivares e incluso vegas aluviales, también las dehesas del noreste vieron sus días contados.

Al hablar con diferentes miembros del gobierno municipal activo durante la burbuja, así como con miembros de la oposición, resultaba evidente que se planteaban urbanizar también ese espacio, con el tiempo. Y quién sabe si casi todo el término municipal (siempre se han lamentado de que la figura del Parque del Sureste los limita en sus proyectos de "desarrollo"). No obstante, antes de que semejantes políticos pudieran cambiar las dehesas por urbanizaciones, otras administraciones se les adelantaron y se proyectaron dos autovías de peaje.

Una, la R-3, es una de este tipo de vías rápidas que más usuarios tiene de toda la Comunidad de Madrid. Pero, como ya he comentado en alguna otra ocasión, esto de coser el territorio con autovías de peaje, ha sido uno de los fracasos más patéticos y costosos de nuestros gestores públicos desde la Transición. Aunque la situación se ha agravado en los dos últimos años, al recrudecerse la crisis, ya en 2007 podíamos leer lo siguiente en el diario El País del 9 de abril:

Las autopistas de peaje promovidas por el Gobierno de José María Aznar en la Comunidad de Madrid van camino de ser un total fracaso económico. Ni las cuatro radiales ni el acceso al aeropuerto (M-12) alcanzan un tercio del tráfico que preveían cuando se inauguraron. Además, las concesionarias han visto multiplicado hasta 10 veces el coste de las expropiaciones. En el caso de la R-3 y R-5, su empresa gestora reclama al Ministerio de Fomento 300 millones de euros por las obras adicionales ordenadas por el Ejecutivo, que ahora estudia cómo pagar.


http://www.elpais.com/articulo/economia/autopistas/peaje/acceso/Madrid/alcanzan/tercio/trafico/previsto/elpepieco/20070409elpepieco_3/Tes

Y con este panorama, ya nació con mala suerte la segunda autovía proyectada (M-203), que pretendía conectar la R-3 con el entorno de Torrejón de Ardoz y Alcalá de Henares (quién sabe para qué, teniendo ambas poblaciones la A-2). Al desencadenarse la crisis, la empresa constructora (CINTRA) simplemente se dio a la fuga, y dejó un lugar que recuerda a cualquier película apocalíptica (véase Mad Max). Junto a un gran sector urbanístico malogrado, la autovía se deja ver en los restos de la dehesa.



Por supuesto no tiene tráfico, y al acercarnos, podemos percibir las prisas y la improvisación con que la empresa constructora abandonó el proyecto. No sólo el firme quedó a medio poner, sino que las conexiones al novísimo Sector XXIII, finalizaron así, en el aire, hacia ninguna parte:



Para explicar un poco el inquietante paisaje que se observa al fondo en la foto, aclaro que el denominado Sector XXIII es una amplia parcela de 393.333,40 m2 que se extiende entre la actual circunvalación, el límite con Mejorada (La Raya) y la Dehesa. Se trata de suelos protegidos por diferentes legislaciones: Pertenecen al Parque Regional del Sureste, a la ZEPA “Cortados y cantiles de los ríos Manzanares y Jarama” ES 0000142, al Lugar de Interés Comunitario (LIC) “Vegas, cuestas y páramos del Sureste” ES 3110066. Los suelos forman parte de la Red Natura 2000 bajo tutela de la Unión Europea. Es una zona de Alto potencial arqueológico y paleontológico (según informe de la Consejería de Cultura y Deportes del 8/9/2005). Un lugar, por tanto, valioso y protegido que, una vez más, no pudo evitar se pasto de la voracidad urbanística de quienes deberían haberlo conservado.

Según el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) su desarrollo no era prioritario. Sin duda razones poderosas aconsejaron a los responsables municipales crecer al otro lado de la circunvalación. Para ello, semejante calamidad contó con todos los votos (sumamente disciplinados) de los partidos que gobernaban en ese momento (PSOE e IU) y la abstención cómplice de la oposición, ignorándose las alegaciones presentadas por diversos colectivos. Y el resultado es un paisaje lunar polvoriento, con una ínfima parte de lo proyectado construida.

Pero volvamos a la fracasada autovía de CINTRA, cuyas salidas a ningún lugar siguen barridas por los vientos.



Cuesta creer que antes hubiera aquí un paisaje arbolado, rico en caza menor, con pastizales esteparios mediterráneos donde incluso crecía la orquídea Ophrys speculum. Los escombros y desmontes se acumulan junto a la obra silenciosa.



Sin embargo, al acercarnos al peaje (que sigue sin terminar) observamos que no estamos solos en aquel lugar muerto. Hay movimiento de gente que se refugia bajo el techado del peaje y en un edificio de oficinas cercano (también abandonado sin acabar).



Efectivamente vive gente en el peaje. A veces encienden fuegos en el invierno. Según hemos podido observar llevan allí más de dos años. No sabemos si se trata de las mismas personas o si van y vienen víctimas de la crisis económica, la misma que ha dejado al descubierto parte de las miserias de un sistema económico y político vergonzoso: el nuestro.



Probablemente nadie sepa qué pasará con la autovía, que continúa perdiéndose en el paisaje sin destino conocido, igual que la sociedad que la gestó. Cuántos años seguirán allí sus restos, como evidencia de lo que somos.

lunes, 21 de febrero de 2011

CASTILLA Y LEON INCLUYE DOS CETÁCEOS ENTRE SU FAUNA PROTEGIDA

Desde luego, vivimos en un país en el que da verdadera vergüenza asomarse tímidamente a la gestión de nuestras administraciones. Tengo asumido que ni vivimos en un estado de derecho (porque las leyes no se cumplen, especialmente por parte de los organismos públicos que deberían velar por su cumplimiento), ni en una verdadera democracia. Pero hay ocasiones en las que el esperpento alcanza unos niveles difíciles de predecir. Este es el caso: la Junta de CyL incluye como "vulnerables" a dos especies de cetáceos marinos dentro de su Programa de Desarrollo Rural 2007-2013. Fuera del hecho (sin duda insignificante) de que esta comunidad autónoma carece de costa o mar, tal vez esperen cobrar sustanciosas subvenciones dirigidas a la marsopa y el cachalote. Mientras tanto, los destrozos que la Junta impulsa o tolera en territorio castellano, sonroja en España y en Bruselas, desde el apoyo institucional a urbanizaciones ilegales, al abominable proyecto de esquí de San Glorio. ¡Lo que hay que ver!

http://www.salamanca24horas.com/campo/41650-la-junta-situa-a-dos-tipos-de-ballenas-entre-las-especies-vulnerables-de-castilla-y-leon-en-el-programa-de-desarrollo-rural-2007-2013

La Junta sitúa a dos tipos de ballenas entre las especies “vulnerables” de Castilla y León en el Programa de Desarrollo Rural 2007-2013


Domingo, 13 de Febrero de 2011 10:55

La marsopa común, una de las especies vunerables de Castilla y León, para la Junta
La Junta de Castilla y León considera que dos tipos de cetáceos Phocoena phocoena (la marsopa común) y Physeter macrocephalus (el cachalote) forman parte del catálogo de especies “vulnerables” de la Comunidad Autónoma. Así figura en una tabla sobre la relación de mamíferos amenazados, que recoge el Programa de Desarrollo Rural 2007-2013, un documento actualizado el 2 de diciembre de 2010, y con una extensión de 812 páginas.


Según una información de Castilla y León Televisión, este programa, que puede consultarse en la sección de ‘Agricultura y Ganadería’ del portal web de la Junta, considera que el estado de estas dos especies es “vulnerable”, es decir, que su número no es escaso ya que no considera que esté en peligro de extinción. Un simple vistazo en el buscador Google da muestra del eco que ha tenido el descubrimiento de los cachalotes y la marsopa común en la Comunidad.

Asimismo, pese a lo sorprendente de este hallazgo, la Junta explica en su web que el Programa de Desarrollo Rural de Castilla y León 2007-2013 es el documento que establece el conjunto de las actuaciones cofinanciadas por el Feader, que la administración autonómica realizará durante ese período para la mejora y desarrollo del medio rural.

El 15 de febrero de 2008 la Comisión Europea aprobó este programa. Posteriormente, tras la aprobación del ‘chequeo’ de la PAC, fue necesario modificar el plan y la nueva versión se presento a la Comisión Europea el 14 de julio de 2009. Esta actualización fue nuevamente aprobada el 5 de marzo de 2010. Además, el 2 de diciembre se retocó el documento que incluye un análisis de la situación del medio rural, la descripción de las medidas propuestas, la justificación de las prioridades planteadas y un plan de financiación para llevarlas a cabo.