lunes, 21 de diciembre de 2015

MASTINES Y LOBOS EN LAS MONTAÑAS ASTUR-LEONESAS: REFLEXIONES SOBRE EL TRABAJO DE LOS PERROS GANADEROS

Está claro que existe una encendida polémica sobre cómo conservar y valorizar las razas caninas autóctonas. Ya en la entrada anterior me centré en el mastín o mastín español, ya que es un caso paradigmático de canes de trabajo que se han visto afectados por la cinofilia oficial, la estandarización y la cría selectiva basada en criterios estéticos (con gravísimas consecuencias). Aunque es un problema muy complejo, podría decirse que una parte de la polémica radica en una cuestión que puede sonar muy platónica: ¿qué importa más, la forma o el alma?

Los criadores de mastines que se dedican a su selección según el estándar, tanto para vender los cachorros como para utilizarlos como animales de concurso, lo tienen muy claro: la forma es lo más importante. Argumentan que los mastines tienen que ajustarse al estándar oficial de la raza, aunque éste no describa realmente nuestros mastines indígenas. Conservar la diversidad y funcionalidad de los canes ancestrales no es prioritario para ellos. Es más importante <<crear>> (y ésta es una palabra importante) un tipo de mastín claramente identificable como <<mastín español>>, que no pueda confundirse con mastines de otros países. Esto parte, en cierta forma, de un desprecio tradicional y muy extendido por los perros de tipo aborigen, que son considerados heterogéneos y poco refinados. Por no decir simplemente feos. Pero, en gran parte, tiene motivaciones económicas. Para que la FCI y otras instituciones cinológicas reconozcan una raza oficialmente, uno de los requisitos es que ésta sea claramente diferenciable de otras similares (he aquí la obsesión por que los ratoneros valencianos tengan el cuerpo lo más blanco posible). Y es que ese reconocimiento oficial es el primer paso para poder competir seriamente en concursos de belleza y, en general, para poder sacar un buen rendimiento por la venta de cachorros. En definitiva, centrarse en la forma supone entrar en una serie de trampas conceptuales de lo más retorcidas. Por un lado, pese a que las organizaciones cinológicas se erijan como los principales defensores y conservadores de las razas caninas: ¿a qué razas se refieren y qué conservan? En el caso del mastín español, tratan de generar un tipo nuevo y homogéneo, al tiempo que pretenden que se lo considere el verdadero y tradicional. ¿Y qué es conservar? Me temo que conservar una raza canina no es preservar un aspecto físico estandarizado, al tiempo que se lo cría fuera de su ambiente y se ignora las aptitudes naturales que lo hacían valioso. Es mucho más complejo que eso.

Sin embargo, en su ambiente original, ¿les importa a los ganaderos si sus mastines se parecen a perros de Turquía o de Portugal? ¿Les importa el color de sus perros, o si la proporción entre la alzada y la longitud es tal o cuál? Para aquellos amantes de los perros que están familiarizados con las exposiciones caninas y que creen que los perros deben valorarse por su belleza, les animo a que echen un vistazo a este estudio realizado entre pastores trashumantes de la provincia de León, publicado en la página de ORTROS.

Se ha realizado recientemente mediante entrevistas a los pastores que se desplazan estacionalmente  (a pie) entre el sur de León y los puertos de montaña que se encuentran en el norte, en la frontera asturiana. Como en sucede en casi todo el país, el número de pastores y de cabezas de ganado ha descendido vertiginosamente durante las últimas décadas, de manera que se están produciendo toda una serie de cambios en las comunidades vegetales (lo que supone un fuerte impacto sobre la fauna local). Uno de los efectos más evidentes es que los pastizales se están viendo invadidos por el matorral:


El trabajo lo organizó Gregorio Fidalgo Tejedor, ganadero y miembro de ORTROS,  mientras que las entrevistas las hicieron los biólogos Paloma Garzón Heydt e Ignacio Doadrio Villarejo. También se recogieron muestras de sangre de ejemplares de mastín y de perro pastor leonés para su estudio genético. El estudio trató de evaluar diversos factores que influyen en la actividad de los ganaderos, aunque con una atención especial en el trabajo de sus perros. Los pastores emplean fundamentalmente dos razas: el mastín y el pastor o carea leonés. Ambos son perros autóctonos.

Tanto en las zonas de invernada como en los pastos de verano, los rebaños entran en contacto con diversas especies de depredadores. No obstante, es en los puertos de montaña donde los carnívoros peligrosos son más variados, e incluyen importantes poblaciones de lobo y oso pardo. Esto hace especialmente interesante el estudio, porque permite evaluar parcialmente la función de los perros de protección: los mastines. Las fichas de las entrevistas son éstas. La misma organización realizó este análisis de los datos.

Una de las conclusiones que pueden extraerse es que, pese a que los lobos y los osos son comunes, los daños a los rebaños son pequeños, por no decir despreciables. Cansados como estamos de que nos machaquen en los medios de comunicación sobre la tragedia que viven los pastores cuando hay lobos, es llamativo que, precisamente aquí, apenas sean un problema. De hecho, en las entrevistas, varios de los pastores declaran que el lobo es beneficioso para su actividad. Entre otras cosas porque controla la población de jabalíes, que de otro modo destrozarían los pastizales. Incluso los pocos pastores que afirman que debería exterminarse los lobos, también dicen no sufrir apenas pérdidas por su causa. El nivel de conflicto es muy bajo o nulo, los principales problemas de los pastores son otros.

Mastines ganaderos

¿Qué perros utilizan para proteger los rebaños? Si nos fijamos en el origen de los canes, veremos que la mayoría proceden de otros ganaderos, son animales sin pedigree. Sólo en muy contados casos, proceden o tienen mezcla de líneas de criadero. Además, los pastores también crían sus propios mastines, tanto para regalar o vender algunos cachorros, como para quedarse parte de la camada. En las entrevistas, se les pregunta en qué características se fijan para seleccionar el semental y es interesante estudiar las respuestas. En su mayoría, los pastores priorizan aspectos funcionales. Varios prefieren específicamente perros ágiles, que persigan los lobos, y que tengan buenos vientos, es decir, que detecten pronto la presencia de los predadores. Ninguna de estas cualidades son propias de mastines de criadero, que tienden a ser pesados y letárgicos. La mayoría quiere perros con apego por las ovejas. Otros pastores afirman preferir la cruza de perros que sean <<ganaderos>>, es decir, que trabajan con ganado y descienden de otros mastines de trabajo. No obstante, el término <<ganadero>> implica también que el perro tenga buenas cualidades para la protección del rebaño. Varios de los entrevistados se decantan por machos que sean grandes o que tengan buenas cabezas.

Hay un caso que llama la atención a este respecto: la entrevista 11. En ésta, el pastor afirma que al seleccionar el macho se fija en la cabeza y en los pellejos. Conviene recordar que ni los mastines de toda la vida (por ejemplo, los fotografiados a principios del siglo XX) ni aquellos de líneas de campo tradicionales, presentan pellejos exagerados. Sí, suelen tener una papada de piel más o menos suelta, pero esta de bastante discreta y la piel nunca cuelga hasta el pecho. Ésa es una característica que se ha ensalzado en líneas oficiales de exposición, como si fuese un rasgo distintivo del mastín español, cuando en realidad ni lo es ni tiene ningún valor práctico. De hecho, el exceso de pellejo es fuente de molestias para un perro de trabajo, entre otras cosas porque favorece los problemas en los ojos y un babeo constante que el animal no puede controlar. Así, uno de los rasgos en los que nos podemos fijar para detectar sangre de mastines de concurso o de criadero en un mastín de campo, es una papada excesiva, que comienza ya como pliegues o arrugas en la cara del perro y que se extiende más allá de la garganta, hasta el pecho. Este pastor en concreto, que prefiere mastines con mucho pellejo, afirma que sus animales son de procedencia local. Curiosamente, es uno de los pocos que dice tener pérdidas por lobo todos los años. Además, explica que, cuando los lobos castigan mucho, los perros se asustan y ya no quieren salir, se acobardan. Por otro lado, las muertes se producen porque, al parecer, los mastines salen tras lobos que hacen de señuelo, mientras otros lobos atacan el rebaño desde atrás.

Aunque no parece ser la norma, algo está fallando ahí. Y es que, ni siquiera un perro fuerte, fiero y territorial tiene por qué ser un buen perro protector de ganado. Depende de cómo sean de difíciles las condiciones de trabajo, a veces se requerirá un perro más eficaz. Eso lo han aprendido por las malas muchos ganaderos del oeste de EEUU, sobre todo en la última década. Por ejemplo, en Wyoming, los rancheros llevan mucho tiempo utilizando perros de guarda para proteger sus rebaños frente a coyotes, zorros y algún puma ocasional. Entre las razas más empleadas se encuentra el montaña de Pirineos, aunque también otras como el akbash o el maremma. Los resultados eran generalmente buenos. Pero la cosa cambió radicalmente cuando otros predadores entraron en escena. Durante las últimas décadas, las tierras bajas de Wyoming están siendo recolonizadas por lobos y osos pardos, cuyas poblaciones están recuperándose en las Rocosas. A medida que ambos superpredadores entraban en los territorios ganaderos, comenzó una verdadera carnicería, en la que muchos perros de guarda han muerto despedazados. Seguramente sean buenos animales, pero por algún motivo esos mastines son incapaces de contener los nuevos carnívoros y, cuando caen, los rebaños quedan a merced de los colmillos y garras de las fieras. Los ganaderos están intentando ponerle remedio e incluso viajan a regiones del Viejo Mundo para estudiar el manejo del ganado en países donde se produce un trabajo eficaz de los perros de protección, como Turquía o la propia España. Tal y como explica la familia Urbigkit en el siguiente enlace, las razones para los malos resultados en EEUU son complejas. En parte, se debe a malas prácticas, como el mantenimiento de un número insuficiente de perros. Pero, en determinados casos, se emplean perros inadecuados.

Unos perros fuertes, territoriales y valientes, tal vez basten para mantener a raya los coyotes, pero pueden verse completamente desbordados por la acción coordinada de una manada de lobos. Volviendo a la entrevista 11, los lobos son carnívoros sociales extraordinariamente inteligentes, perfectamente capaces de atraer y distraer a los más poderosos perros guardianes, mientras otros miembros del clan realizan la matanza. Uno de los secretos del éxito de los mastines de trabajo y de otras razas similares en Europa y Asia, es que se trata de razas de tipo aborigen, arcaicas, seleccionadas durante milenios por unas cualidades que van más allá del poderío físico. Son perros que desarrollan un fuerte vínculo con el rebaño, pero también con los otros canes con los que viven. Juntos, forman una familia que actúa unida y coordinada. A diferencia de las razas más modificadas, los mastines pueden evaluar cada tipo de ataque: no sólo no actúan igual ante la proximidad de un oso que ante un grupo de lobos, sino que están capacitados para dar una respuesta adecuada a cada tipo de agresión, de manera que el rebaño nunca quede desprotegido. De hecho, en las entrevistas con otros pastores leoneses, éstos apuntan a que sus mastines aprendieron rápidamente a resolver ese tipo de situaciones complejas con los lobos. Y eso, sin ningún tipo de adiestramiento: está en ellos. Y está en ellos porque existe una constante presión ambiental para que esos atributos se transmitan a la siguiente generación. Cuando esa selección no se da, las mismas cualidades se van perdiendo.

Es algo que están comprendiendo también en Norteamérica. Louise Liebenberg es una ranchera de Canadá, que pertenece al creciente colectivo de ganaderos que practican el <<Predator Friendly Ranching>>, es decir, la ganadería compatible con los depredadores salvajes. Sus tierras se encuentran actualmente dentro de áreas pobladas por grandes carnívoros. Para compatibilizar su actividad con la presencia de estas fieras, una de las claves es un uso correcto de perros de protección. En el caso de Louise Liebenberg, emplea mastines de la raza sarplaninac. También los cría. Después de viajar a Europa del este y ver cómo trabajan allí los perros, ha comprendido que son mucho más eficaces si permanecen en grupo y si los cachorros aprenden observando a sus padres. Sin embargo, esta ganadera está convencida de que el secreto del éxito se encuentra en emplear los perros adecuados, tal y como explica en este post de su blog.

Esta mujer cruza los mastines con mejor desempeño en la vigilancia de los rebaños. En el pasado utilizó perros de origen desconocido y, pese a pertenecer a razas de guarda, los resultados fueron pésimos. No se trata sólo de usar mastines, se trata de tener perros con las cualidades adecuadas. Además, también ha podido comparar distintas razas europeas de mastines, y ha encontrado grandes diferencias de este a oeste. Ella piensa que la razón se encuentran en la temprana erradicación del lobo en Europa occidental, mientras que este carnívoro ha sobrevivido hasta la actualidad en el este del continente. Por ejemplo, Louise opina que el montaña de Pirineos llega a ser ineficaz al trabajar en ambientes con altas densidades de grandes predadores. Cree que la prolongada ausencia de lobos en su región de origen ha descuidado la selección de rasgos importantes frente a estos carnívoros. Comparados con los sarplaninac, que son más pequeños, cree que los montaña son menos activos, menos fieros, menos agresivos frente a los predadores, menos desconfiados y menos ágiles. Así pues, la selección de mastines en contacto con una población lobera, es clave para la transmisión de características de gran relevancia.

Del trabajo de ORTROS, se puede deducir que los mastines que emplean y crían estos ganaderos leoneses aún tienen buenas aptitudes. Proporcionan una excelente protección a los rebaños, hasta el punto de que la conflictividad con los lobos y osos es bajísima (los pastores señalan que sus principales problemas tienen que ver con los precios en el mercado, con el estado de los pastos y con la competencia con vacas y caballos, no con la depredación). Hay ganaderos con más de 30 años de actividad en esta zona con una elevada densidad de lobos, que no han sufrido nunca una pérdida por esta causa. No obstante, resulta llamativo observar que muchos de los pastores afirman que los mastines de antes eran mejores, más eficaces. Sea como sea, la conservación de estos perros debería considerarse una prioridad, sobre todo si queremos compatibilizar la ganadería tradicional con la existencia de grandes predadores. Y, en ese caso, son los aspectos funcionales los que tienen que ser una prioridad, por encima de unos criterios estéticos discutibles.

lunes, 14 de diciembre de 2015

MASTINES Y CINOFILIA OFICIAL: ¿NUBARRONES EN EL HORIZONTE?

Saludos a todos después de meses de no poderle dedicar al blog el tiempo necesario. Soy consciente de que vuelvo a publicar en un periodo del año muy ajetreado, con las elecciones en ciernes, y nos pilla a todos pensando en el amigo imaginario de tal ministro o en cosas similares. Por eso a lo mejor viene bien oxigenarnos un poco y qué mejor para eso que hablar de... perros.

Últimamente estoy bastante en contacto con el mundo del mastín. Sí, es todo un universo, o un conjunto de universos paralelos, que a veces se tocan y otras parecen no llegar a acercarse nunca. Enseguida aclaro a qué me refiero. 

Todos hemos crecido creyendo saber lo que es un mastín o, más concretamente, un mastín español. Sin embargo, en nuestro país el propio concepto de lo que es un perro (por simple que parezca) ha variado mucho desde principios del siglo XX. Actualmente, nuestra sociedad se ha vuelto tan urbanita, tan alejada del campo en el que evolucionaron nuestros perros nativos, que hemos olvidado cómo eran y qué hacían. En lugar de esto, la idea dominante de raza canina es la que podríamos llamar <<oficial>>. Es decir, un mastín, para ser un mastín de verdad, debería ser de pura raza y adecuarse a un estándar oficialmente reconocido, que dicta de forma precisa cómo debe ser la morfología del perro y, de forma más imprecisa, cómo es su carácter. Las sociedades occidentales han utilizado estos patrones para uniformizar y transformar las poblaciones caninas como una forma de arte y pasatiempo de las clases medias desde finales del siglo XIX. En nuestro país, esta moda llegó más tarde, pero cuando lo hizo, arrolló al mastín como una apisonadora. Tal vez por ser una raza española emblemática, fue una de las primeras en ser estandarizada. 

Durante el proceso, se cometieron errores muy graves. En parte, se debieron a que aquellos primeros cinólogos españoles del siglo XX habían asumido el concepto racial ya imperante en el resto de Europa, que considera que una raza canina está compuesta por ejemplares morfológicamente uniformes. Esto no ocurría con nuestros mastines, que en sierras y valles aparecían con una diversidad de tamaños y portes, y con coloraciones bastante variadas. Así que aquellos pioneros en cierto modo se sentían decepcionados con nuestros perros. Achacaban aquella diversidad a cruces indiscriminados y a una selección pobre por parte de un pueblo inculto. Es un problema conceptual: en Europa continental las razas caninas se cultivaban cuidadosamente desde hacía generaciones, se habían artificializado y homogeneizado. Nuestros mastines eran aún perros aborígenes, sin moldear por motivos estéticos, sino mediante la selección natural y las aptitudes para el trabajo. Así que, a la hora de redactar el estándar racial, se decantaron por basarlo en los ejemplares de mayor tamaño, los más masivos. Arbitrariamente, asumieron que eran los más <<puros>>. Otros problemas se derivaron de descartar coloraciones y aspectos morfológicos (como el color pinto o nacer con rabo corto) comunes en la población mastinera indígena.

Desde ese momento, se iniciaron décadas de cría selectiva de mastines según el estándar. Estas líneas se moldearon según criterios estéticos y no de funcionalidad. Se partió de perros ganaderos aborígenes como éste:


Y, tras un lapso de tiempo relativamente breve, los criadores han llegado a esto:


Fuente: http://www.diariodeleon.es/noticias/provincia/concurso-mastin-espanol-reune-noventa-ejemplares-villablino_623782.html

Se habla aquí de líneas de exposición o de belleza, aunque la belleza supongo que es muy discutible. Anatómicamente, las diferencias son evidentes a poco que nos fijemos. Los animales de concurso son mucho más pesados, por ejemplo. De hecho, el estándar establece que debe aspirarse a conseguir ejemplares más grandes y no marca una talla máxima. Ese gigantismo se traduce en pérdida de agilidad y fuerza, aunque también en una mayor incidencia de patologías como la displasia. Además, resultan muy evidentes los cambios en la piel. Se ha buscado conseguir mastines con papadas cada vez mayores, pellejos colgantes, pieles que se arrugan y pliegan en la cara y que generan párpados caídos. Las orejas son de implantación más baja y caen flácidas. ¿Qué tienen que ver esas características con un buen perro protector de ganado? En principio, nada. Es pura estética, aunque se hayan realizado verdaderas campañas para justificarlo. Se nos ha dicho que los perros lentos y letárgicos (linfáticos) son buenos, porque no se alejan del rebaño. Se nos ha contado que las pieles colgantes ayudan a los mastines en sus peleas con los lobos. Pero lo cierto es que hay que tener mucha imaginación o no entender nada de perros para creerse estas cosas. En efecto, mastines de otros países y reconocida eficacia frente a los depredadores, como el maremma, no tienen papadas colgantes, y no son linfáticos ni gigantes.

No obstante, algunas de las diferencias entre los mastines originales y los oficiales, no son tan fáciles de descubrir a simple vista. Por ejemplo, se ha constatado que se ha producido una fuerte modificación en el carácter de las líneas de exposición o belleza. Sí, los genes tienen mucho que ver con la conducta. Se dan problemas de timidez y los perros no reaccionan adecuadamente a la hora de guardar un rebaño. Aun así, tal vez el aspecto más siniestro de este proceso es el que tiene que ver con la salud. Se han multiplicado exponencialmente problemas como la displasia de cadera, por ejemplo. 

En el campo, quedan poblaciones de mastines sin pedigree, muy similares a las existentes 100 años atrás. Sin embargo, las administraciones públicas han incentivado la compra de mastines de criadero para entregarlos a los pastores en zonas loberas. Esto ha generado que toda una serie de taras y características disfuncionales hayan entrado, casi inadvertidamente, en diversas poblaciones mastineras indígenas. Como puede verse, es un problema complejo que realmente está amenazando estos perros y el papel que juegan en la conservación de los lobos.

En las conclusiones del CIME (Congreso Internacional del Mastín Español) de 2005, José Antonio Fernández Pérez, de la Universidad de Castilla la Mancha, ya expuso unas conclusiones muy preocupantes en este documento:

http://www.aepme.org/joomla/index.php/component/jdownloads/finish/14/91?Itemid=0

Recomiendo leerlo, pero de todos modos voy a hacer yo algunos comentarios sobre partes que me parecen de especial interés. La primera, en la frente:

La creación y mantenimiento de cualquier raza registrada como el Mastín Español, de acuerdo con los criterios convencionales de la cinología oficial, presenta serios problemas desde el punto de vista de la genética y la salud de la raza.

Porque, claro está, no es un problema exclusivo del mastín. Además, en ese y otros párrafos se hacen repetidas menciones a la endogamia, por ser indeseable. ¿Es consciente la ciudadanía de que la práctica de cruzar padres e hijos o abuelos y nietos es algo muy común en la cría de perros de raza? Se lo llama <<inbreeding>> o <<line breeding>>, que queda como muy sofisticado. Se trata de fijar, mediante la endogamia, determinadas características que le interesan al criador. Desde la cinofilia oficial se dice que esta práctica no fija necesariamente taras genéticas si se hace bien y que, al contrario, resulta beneficiosa. Sin embargo, es un proceso que no se da en ninguna especie animal sana y provoca una pérdida vertiginosa de variabilidad genética. Y, además, junto con otras prácticas muy cuestionables en la cría selectiva, se ha relacionado con la expansión de enfermedades congénitas en los perros. Sigamos:

La mesa redonda compuesta por criadores evidenció la necesidad de que la parte científica esté al servicio del criador o, dicho a la inversa, que el criador realice su actividad bajo postulados y criterios científicos. Se enunciaron problemas en la cría del mastín como el desuso de la monta natural por prisa o por la apatía de muchos machos; la carencia de datos sobre descendencias, orígenes ciertos, etc.; los problemas de displasia; la disminución de la expectativa de vida (de 12 años a 5-6 años en perros campeones)

Así que los perros no se aparean ya de forma natural, algo que se ha vuelto muy frecuente en el ganado y por supuesto en los perros de raza. Supongo que las implicaciones que esto tiene, de cara a la conservación de los mastines, no se le escapan a nadie, y que no hace falta recordar que ya hay razas, como el bulldog, que no pueden ni aparearse ni parir por si mismas. De hecho, José Antonio Fernández afirma también que <<la infertilidad está afectando al Mastín Español como a otras razas>>. Por otro lado, los problemas de displasia son  algo muy grave, que afectan a las articulaciones de las patas. En perros que tienen que estar listos para seguir a rebaños trashumantes durante largas distancias, es algo fatal. Y con respecto a la disminución de la expectativa de vida, los números lo dicen todo: los mastines de exposición más valorados y que engendran la mayor parte de los cachorros, viven de media la mitad que los mastines de campo. Detrás de  esas muertes prematuras hay frecuentemente dolencias congénitas.

Una década ha pasado desde la publicación de estas conclusiones y la situación ha cambiado muy poco. Han surgido colectivos que tratan de conservar las poblaciones mastineras que consideran originales, de toda la vida, que siempre han estado trabajando en el campo. Se ha abierto un cisma entre estas personas apasionadas por los mastines de tipo primitivo o aborigen y el mundo de la cría oficial de mastines de pedigree. Entre tanto, los intereses económicos generados entorno a las exposiciones y cría de perros presionan fuertemente para mantener el orden actual, con graves perjuicios para los animales que crían. No sabemos durante cuanto tiempo se mantendrá esta situación, en la que unos y otros viven de espaldas. Entre tanto, tal vez lo más urgente sea salvaguardar las últimas poblaciones de mastines de trabajo, que conservan una morfología y unas aptitudes propias de perros de protección de rebaños.