lunes, 30 de mayo de 2016

LOS PERROS ABORÍGENES, POR VLADIMIR BEREGOVOY

Para ampliar un poco más el tema de los perros aborígenes, he traducido un texto muy interesante de Vladimir Beregovoy, biólogo y especialista en perros, con una larga trayectoria docente y en investigación en Europa y EEUU. Sus trabajos sobre razas aborígenes siberianas y de Asia central son de referencia internacional. A nosotros nos pueden servir para comprender un poco mejor qué es lo que hace tan especiales a nuestros perros autóctonos. Y, sobre todo, por qué NUNCA deberíamos intentar homogeneizarlos y criarlos de acuerdo a los parámetros clásicos de los perros de pedigrí. Como ejemplo, en esta imagen tenemos a un pastor con su mastín, protector del rebaño: 


Podría perfectamente ser una foto tomada en España o Portugal, pero en realidad está hecha en Turquía. Los mastines indígenas turcos y los ibéricos son muy similares, tanto en la función que desempeñan como anatómicamente. Ambos son ejemplos de perros aborígenes muy antiguos. Tratar de seleccionar nuestros mastines por su aspecto, buscando una planta llamativa y diferente de otras razas, es una de las mayores amenazas que se ciernen sobre nuestros canes nativos. Sobre todo cuando estas líneas seleccionadas por su aspecto y como animales de concurso se implantan en el campo en gran número, hibridándose y contaminando genéticamente las poblaciones aborígenes.


Para entender un poco el porqué de todo esto, el texto de V. Beregovoy es muy ilustrativo:


EL CONCEPTO DE RAZA CANINA ABORIGEN

Vladimir Beregovoy-PADS Journals # 14

“The Concept Of An Aboriginal Dog Breed”
By Vladimir Beregovoy [ 
www.laikabreeds.com ]


Introducción

Hubo un tiempo en que los perros aborígenes eran los únicos disponibles. Todas las razas populares en la actualidad han evolucionado, en un momento u otro, de perros aborígenes antiguos. Después han sido modificados mediante una selección deliberada por su aspecto y comportamiento. Tras un largo tiempo de confinamiento, con buenos cuidados y entrenamiento para obediencia, se volvieron más o menos incapaces de cuidar de sí mismos. A veces se les llama razas creadas por el hombre o razas cultivadas. Muchas otras razas animales también se obtuvieron mediante la cría selectiva y se las ha mantenido bajo cuidados atentos y en un ambiente estrictamente controlado, por lo que también han perdido forma física y se han vuelto más dependientes de la comida y protección de la gente. El concepto moderno de raza se basa principalmente en el conocimiento acumulado en el trabajo con este tipo de animales. Los perros que no encajan con ninguna raza conocida inscrita en los clubes cinológicos, permanecen invisibles para el público y lo más frecuente es que no sean considerados de ninguna raza. Por otro lado, si un club cinológico importante adopta una raza aborigen, esta también resulta alterada y convertida en otra cultivada de pedigrí. Así, este tipo de cambios no ayudan a conservar la mayor parte de los perros antiguos que sobreviven inalterados en el mundo, que es lo que son los perros aborígenes.

LAS RAZAS ABORÍGENES Y LAS SUBESPECIES EN ZOOLOGÍA

Los perros aborígenes son razas naturales, que nunca han sido desarrolladas mediante una manipulación genética planificada, cría selectiva o cruces intencionados de una raza con otra. Los viajeros antiguos, al encontrarlos viviendo con gente en países lejanos, mencionaban los beneficios, la inteligencia y la utilidad de los perros locales hacia los pueblos nativos. Al mismo tiempo, utilizaban términos despectivos al llamarlos <<mestizos>>, <<pastores mediocres>>, <<bestias sarnosas>>, <<perros desagradables>>, etc. Generalmente, los viajeros, que estaban acostumbrados a los perros europeos de pura raza, consideraban los perros aborígenes como mestizos locales, y eso no estaba muy lejos de ser verdad. Sin embargo, se trataba de mestizos con ciertas peculiaridades que ahora preferimos llamar razas aborígenes, aunque algunos amantes de los perros y expertos son reticentes a aplicar el término <<raza>> a estos animales.

            Los perros aborígenes han atraído el interés de los biólogos profesionales sólo recientemente, debido a la creciente preocupación social por la conservación de la naturaleza y del patrimonio nacional. Existe un número sorprendentemente pequeño de estudios científicos serios sobre este tema. De hecho, se trata de criaturas muy parecidas a animales salvajes, ya que nadie puede afirmar ser el creador de ningún tipo de perro aborigen. Como mucho, podemos descubrirlos y describirlos, igual que hacemos con especies y subespecies salvajes. Los geógrafos y etnógrafos, al descubrir variedades de perros aborígenes, dejaban descripciones más o menos esquemáticas a partir de las cuales estamos intentando recabar datos sobre sus orígenes y pasado. Ahora, muchos de los perros aborígenes se han extinguido o se encuentran seriamente amenazados de extinción. Un creciente número de aficionados ha puesto todo su entusiasmo en rescatarlos, importándolos desde sus países de origen y cuidando de ellos. Los dan a conocer al público y mantienen registros de pedigrí con la esperanza de que la AKC, FCI, los clubes cinológicos nacionales, etc, los reconozcan. No falta el interés en intentarlo con alguna otra raza inalterada nueva. La pregunta es: ¿con qué fin? ¿Tenemos que alterar los perros aborígenes también?

            Antes de dedicarnos seriamente a rescatar y preservar las razas aborígenes, es necesario comprender cómo y por qué son diferentes de las cultivadas, y profundizar más en el propio concepto de raza aborigen. La conservación real de estos animales sólo puede darse mediante su preservación como razas aborígenes junto con su medio ambiente y su función para la gente.

            Uno de los rasgos más llamativos de todos los perros aborígenes es su naturalidad. En realidad, se parecen más a subespecies de animales salvajes, descritos por los zoólogos, que a las razas típicas (razas cultivadas) de animales domésticos. En efecto, cada población de un tipo particular de perro aborigen tiene su propia área de distribución y siempre se encuentra asociado con un grupo étnico concreto. Debido a que son animales domésticos asociados con gente, pueden ser denominados con toda seguridad razas etno-geográficas. Al mismo tiempo, como los animales salvajes, cada una de esas razas etno-geográficas es producto de una lenta evolución bajo condiciones de vida y trabajo para la gente. Se han visto sometidas a la selección natural y a la humana, que ha favorecido las mejores cualidades para el trabajo. La selección humana ha sido muy sutil en ocasiones. Se la denomina <<selección inconsciente>>, lo que puede considerarse más bien otro tipo de selección natural, antes que lo que llamaríamos selección basada en el conocimiento moderno de la cría de animales, la zootecnia y la genética. La razón es que los perros aborígenes viven y trabajan en condiciones de libertad casi ilimitada, nunca o casi nunca se los encierra, se los alimenta de forma irregular, se aparean libremente y a veces crían sus cachorros sin asistencia humana. Viven con la gente más como animales simbióticos que como animales capturados, forzados, <<esclavizados>> o estropeados por la domesticación. Por supuesto, los perros aborígenes obtienen sus propios beneficios de compartir sus vidas con la gente, como la protección frente a los predadores salvajes y, a veces, del clima o de la escasez de comida. Esto último es especialmente evidente en climas duros, como en el polo norte o en los desiertos, donde tanto la gente como los perros se han vuelto mutuamente interdependientes para sobrevivir. Sin embargo, todos, perros y seres humanos, tienen que trabajar para ganarse el sustento. Por ejemplo, un mal perro de trabajo no se verá tratado muy bien, posiblemente no se lo alimentará y probablemente no críe. Se lo dejará morir en época de hambre o se lo matará para hacer manoplas con su piel. Aunque los perros no viven prácticamente nunca encerrados y se aparean libremente, los cachorros de las hembras favoritas o aquellos engendrados por los mejores machos (si se conoce el progenitor) se reservan más frecuentemente para remplazar a los perros adultos que van envejeciendo. Este tipo de mortalidad selectiva ha funcionado más eliminando los menos aptos que preservando unos pocos perros excelentes. Las oscilaciones cíclicas de la productividad en la naturaleza, la abundancia de la caza y todo tipo de calamidades naturales han afectado tanto los perros como a sus amos. La selección natural nunca se ha detenido.

            Otra semejanza entre los perros aborígenes y las subespecies de animales salvajes es el hecho de que las razas aborígenes son las más antiguas y menos alteradas del mundo. En efecto, de acuerdo con las evidencias fósiles y arqueológicas, los perros de tipo laika o de trineo han convivido con la gente desde el Neolítico. Se han excavado esqueletos de tipo saluki datados en 2.500 años a.C., y lo mismo pasa con el dingo australiano. Los perros de protección de ganado poderosos también son muy antiguos.

            El parecido entre los perros aborígenes y los animales salvajes va aún más lejos si observamos más de cerca su comportamiento, mientras trabajan para la gente. Los adiestradores caninos consideran que los perros aborígenes tienen un carácter independiente. Con frecuencia los califican como tercos, obstinados e incluso estúpidos. Esto se debe a que se aburren fácilmente cuando se los enseña a hacer trucos circenses u otras cosas antinaturales para ellos. Lo mismo pasa con los lobos amansados. Y nadie dice que los lobos sean estúpidos. Sin embargo, en su hábitat natural los perros aborígenes muestran una gran inteligencia, desarrollando tareas increíblemente complejas por sí solos. Aprenden rápidamente qué y cómo se deben hacer con poco adiestramiento y tutela. Todos trabajan de forma natural. Para comenzar a hacerlo, el perro aborigen no necesita que se lo adiestre mediante premios. El propio trabajo es su recompensa. Para empezar con su trabajo, un cachorro de perro aborigen necesita criarse en el ambiente adecuado. A cierta edad, todos los cachorros captan fácilmente la idea de qué hacer y cómo hacerlo. Así, los galgos aborígenes conocidos como tazy, saluki, afgano, bakhmul y taigan, aprenden a cazar por sí mismos cuando se los lleva a un medio donde existen animales rápidos. De hecho nacen, viven y crecen en ambientes así cerca de la tienda o yurta de su dueño. Un cachorro de laika comienza a buscar ardillas y a ladrar bajo un árbol con una ardilla o un urogallo cuando tiene unos meses de edad, si se le permite correr libre en los bosques, y el mismo cachorro dirigirá su atención hacia piezas más valiosas al madurar, sin necesidad de mucho estímulo. Un buen laika sabe qué puede cazarse y cómo. Los perros de trineo empiezan a tirar a la edad de cuatro meses, al enganchárselos al trineo con perros adultos o para ayudar a las mujeres y niños a tirar de pequeños trineos con leña. Los perros de tiro aborígenes son excelentes en la caza y se utilizan en la captura de grandes mamíferos marinos. Los cachorros de perros de guarda de ganado comienzan a trabajar con perros mayores, tomando parte en la protección del rebaño mientras corren libres y criándose con el ganado. Para todos estos perros, su trabajo es parte natural de su vida diaria. Esta conducta es muy diferente al comportamiento de <<desear complacer>>, de aprender rápidamente cómo sentarse, levantarse, darse la vuelta y otras cosas por el estilo que hacen las razas cultivadas. El perro aborigen hace un trabajo beneficioso para la gente, aunque actúa como un animal salvaje, porque se encuentra pre-programado genéticamente. Toda la cadena de acciones que sigue un perro aborigen en su tarea es sorprendentemente parecida a la que siguen los lobos, que también se encuentran pre-programados para vivir y cazar en manada. Sin embargo, con los perros, los dueños humanos y otros animales domésticos pasan a ser bien una parte de su manada, bien un elemento vital de su vida y ambiente. Para ellos, el ganado ya no es la presa, sino una parte de su territorio que debe ser protegida. Para un perro de caza, la pieza abatida o capturada también pertenece al dueño, que más tarde alimentará al perro. Ahora, veamos una diferencia conceptual entre una raza aborigen y una cultivada en base a las observaciones de personas con experiencia en comportamiento canino.

            Por un lado tenemos el basenji, una de las razas aborígenes más salvajes, y por otro el cócker, una de las razas cultivadas más admiradas. Coren (1994), un adiestrador canino, comparó el comportamiento de 79 razas y evaluó su inteligencia comparando la capacidad de estos animales para aprender y obedecer las órdenes del entrenador. En su libro, La inteligencia de los perros: consciencia y capacidades caninas, escribió que el cócker era uno de los perros más inteligentes. Sin embargo, el basenji ocupaba el puesto 78 entre las 79 razas examinadas. Este libro fue uno de los más vendidos del momento, e incluso se discutió sobre él en programas matinales de la televisión de EEUU. El pobre basenji acabó humillado públicamente. No obstante, se dio la coincidencia de que casi 30 años antes se había publicado un estudio científico serio, en el que Scott y Fuller (1965) compararon el comportamiento del basenji y el del cócker en experimentos enfocados a la obediencia y la resolución de problemas. Los autores también utilizaron sheltis, fox terrier y beagles en su investigación sobre la genética y el comportamiento social canino. De esas cinco razas, sólo el basenji era un verdadero perro aborigen primitivo. En experimentos con participación de la voz, como quedarse quieto en las escaleras, limitar la actividad del animal atándolo con una correa, obediencia, permanecer inactivo o sobre una plataforma a cierta distancia del adiestrador, el cócker fue el más fácil de entrenar. Los basenjis fueron los más difíciles. Las otras tres razas quedaron en un lugar intermedio. En pruebas orientadas a alcanzar una meta, se enseñaba a cachorros de nueve semanas para correr y resolver problemas para lograr su objetivo. En estos y otros experimentos sobre resolución de problemas de diferente dificultad, el basenji resultó ser el más inteligente de las cinco razas y el cócker quedaba en última posición. Esto resultaba especialmente evidente en experimentos donde se requería destreza e inventiva. Así, la raza aborigen de tipo salvaje demostró su mérito allí donde se necesitaban pensamiento independiente, motivación e iniciativa. Llama la atención que la raza de diseño humano, el cócker, tuviera más éxito en pruebas de obediencia pasiva. De hecho, aquí nos topamos con dos conceptos diferentes de raza. Tanto la cultivada como la natural, de tipo salvaje, son muy buenos perros, pero han sido moldeados por fuerzas diferentes y para distintos propósitos. El basenji es más como una subespecie salvaje de Canis familiaris y el cócker es una raza cultivada de la misma especie.

He aquí mi descripción favorita de subespecie, la de Mayr (1963): Una subespecie es un agregado de poblaciones locales de una especie, que habitan una porción del área de distribución de esta última, diferenciándose taxonómicamente de otras poblaciones de dicha especie. El término taxonómicamente se refiere a que una población es lo suficientemente distinta para ser reconocida por los científicos como una subespecie, dándosele un nombre científico en latín. Añadámosle una dimensión humana, la pertenencia a un grupo étnico, y obtendremos una buena definición de raza aborigen. De hecho, se han realizado repetidos intentos por describir estas variedades como subespecies de Canis familiaris, pero no han tenido mucho apoyo por parte de los zoólogos simplemente porque el perro es un animal doméstico, lo que lo sitúa fuera de las materias de interés tradicionales de los taxonomistas. En realidad, cada raza aborigen se diferencia mejor por su capacidad para realizar un trabajo específico, por su apariencia y por una distribución geográfica propia, junto con el lugar que ocupa en la cultura de un determinado grupo étnico (o grupos) con el que coexiste. El color del pelaje varía mucho de un individuo a otro, incluyendo un llamativo fenotipo con manchas blancas, rasgo desarrollado bajo domesticación y protección humanas. Ambos conceptos de subespecie y raza aborigen se aplican a poblaciones reales con rangos geográficos concretos y su reconocimiento como entidades con nombre propio viene avalado por la sabiduría popular y la práctica. Esto los convierte en una parte llamativa e importante de la diversidad biológica. En cambio, la definición convencional de raza tiene escaso soporte desde el punto de vista de la ciencia tradicional, debido a que la idea de raza (de nuevo similar a las subespecies de animales salvajes) es siempre algo vago y generalmente no deja de ser una convención colectiva. La definición de raza del diccionario de Merriam Webster (una raza es un grupo de animales o plantas presumiblemente relacionados por descender de ancestros comunes y visiblemente similares en la mayor parte de sus características) también pone el acento en la apariencia, si bien los rasgos de productividad y función no son menos importantes.

            He aquí la definición de <<raza>> del conocido genetista estadounidense Jay L. Lush (1994): <<Animales que, mediante la selección y la cría, han llegado a parecerse entre sí y pasan estos rasgos uniformemente a su descendencia>>. Los perros aborígenes, viviendo en determinadas regiones y utilizados para las mismas tareas, encajan bastante bien con esta definición, ya que han llegado a parecerse entre sí a través de la selección y pasan sus características a su descendencia. Es muy común, en la literatura popular, referirse a ciertas razas caninas de grupos étnicos y distribución geográfica concretos como perros aborígenes. En ocasiones se producen discusiones sobre qué principio elegir, el geográfico o el étnico. La separación de ambos resultaría siempre artificial. Esto fue lo que se hizo en la antigua Unión Soviética, donde se describieron cuatro razas de laikas. Aunque las palabras <<parecerse entre sí>> se refieren principalmente a la apariencia, los rasgos de productividad de los animales domésticos son tan importantes o más que los externos, y esto se extiende a los perros aborígenes.

            Los criadores con tendencias creativas pueden desarrollar sus propias razas. Por este motivo, he aquí una definición de raza más libre: <<Una raza es un grupo de animales domésticos, determinada como tal por convención de los criadores. Son los criadores los que fijan cómo es, pues la crean para su propio uso sin que se pueda definir científicamente y sin que se pueda cuestionar cuando se desvían de la propia definición. Es su palabra y el uso común de los criadores lo que debe aceptarse como la definición correcta>> (Lush, 1994).

            En el mundo libre, cualquier criador o grupo de criadores de perros, u otros animales, puede probar suerte en el arte de la cría y el futuro de cualquiera de sus razas recién desarrolladas dependerá de su aceptación y utilidad para aquellos que la usen. Sin embargo, las razas aborígenes son muy diferentes. En esencia, son variantes geográficas del perro doméstico (Canis familiaris), equivalentes a subespecies. Cada una de ellas es única y se desarrolló mediante procesos evolutivos. Las razas aborígenes son monumentos de la naturaleza y la cultura, porque han demostrado su utilidad y han pasado la prueba del tiempo. Su diferencia conceptual más importante respecto a las siempre cambiantes y emergentes razas cultivadas o creadas por el hombre, se encuentra en el hecho de que se han desarrollado por su habilidad para desarrollar una función específica. Su apariencia tiene una importancia secundaria y es siempre expresión de su función.

            LAS RAZAS CULTIVADAS

            Las razas aborígenes son las predecesoras de las creadas por el hombre. La capacidad para cazar determinadas presas y de cierta manera, era muy importante para los cazadores de siglos pasados. Aquellos perros aún se parecían mucho a sus razas aborígenes ancestrales. Eran perros duros y resistentes, porque eran criados por cazadores para otros cazadores. Aunque los perros de razas diferentes tenían nombres y usos distintos, la cruza de razas diferentes era común y los mestizos resultantes eran designados más por su función que por su aspecto. Era el caso de los perros de rastro, los galgos o los perros de muestra, sin importar las mezclas de razas de las que procedieran. Cada perro era valorado por su habilidad para cazar de la manera correcta y este tipo de <<alquimia>> genética continuó en la cría de perros mientras estos fueron criados por su eficacia en el campo. Sin embargo, a finales del siglo XIX tuvieron lugar cambios radicales, al empezarse a criar los perros puros y con registros de pedigrí, y empleados en concursos de exposición. Las exposiciones caninas renovaron la popularidad de las razas de caza, que habían declinado previamente debido a la pérdida de tierras disponibles para la caza y el crecimiento de las poblaciones urbanas en Europa. En ese momento, muchos urbanitas se convirtieron en criadores de perros, incluyendo los de caza, que pasaron a ser más ornamentales que cazadores. Se lucraban vendiendo cachorros a aficionados a las exposiciones y como mascotas. Debido a que la mayoría de las veces los criadores no eran cazadores, la apariencia del perros se hizo más importante que el propósito original de la raza. Para la moda de los concursos y exposiciones, todos esos instintos cinegéticos y de guarda pasaron a ser rasgos atávicos del pasado y ya no eran tenidos en cuenta seriamente. Resulta interesante que, incluso hoy en día, algunos aficionados a las exposiciones e incluso algunos jueces siguen creyendo seriamente que, siempre que la conformación física sea buena, las cualidades funcionales se encuentran automáticamente presentes en el perro. En consecuencia, se cree que las líneas de exposición ganadoras serán muy buenas en el campo si se les da la oportunidad. Esto es improbable porque, en primer lugar, muchos rasgos altamente valorados en los concursos en realidad no tienen un papel funcional para la caza y, en segundo lugar, hay rasgos anatómicos que los jueces malinterpretan si ellos mismos no son cazadores. Este es el motivo por el que muchas razas de caza se dividieron en dos grupos, uno de exposición y otro para cazar.

            No obstante, el problema con las razas de exposición no acaba aquí. Utilizar sólo unos pocos machos ganadores para las montas y criar perros con el máximo parecido al ideal descrito en el estándar racial, lleva a la pérdida de heterocigosis  genética en la población. La endogamia persistente resulta, tarde o temprano, en la fijación de alelos dañinos y en la aparición de anomalías genéticas en la descendencia, con una frecuencia creciente. Estas incluyen la falta de dientes, malas mordidas, afecciones nerviosas como obsesivo compulsivas, anomalías reproductoras, ceguera hereditaria, epilepsia, displasia de cadera, etc. Es interesante, porque ya tenemos diversas razas derivadas de poblaciones aborígenes en tiempos recientes y transformadas en perros de exposición. Cada una de ellas sufre de dolencias hereditarias y cuanto más antigua es la historia del perro de exposición, más deteriorado se encuentra genéticamente. Aquí hay una lista de ellas: spitz finlandés, samoyedo, husky siberiano, malamute, karelia y basenji. Cada una tiene una lista de problemas de salud. Otras razas basadas en ancestros aborígenes pero criadas según un estándar, como el laika siberiano occidental, el laika siberiano oriental, el ovcharka centroasiático y el ovcharka del Cáucaso, se encuentran en una situación mejor porque todos ellos se han seguido utilizando para trabajar en el campo, y no sólo para exposiciones. Sea como sea, también ellos han sufrido varios cambios a partir del tipo aborigen ancestral. Todos los perros aborígenes producidos en criaderos siguen el mismo patrón de cambios: aumentan en tamaño y peso, se vuelven comedores voraces propensos a la obesidad y se vuelven más lentos en el trabajo. Estos cambios se hacen especialmente evidentes a partir de los 5 años de edad. Las poblaciones aborígenes ancestrales aún sobreviven y, al compararlos, podemos estudiar las diferencias. Estas diferencias entre las líneas de criadero y sus ancestros pueden volverse bien visibles muy pronto, incluso sin un conocimiento claro de sus criadores.

            Hay un libro basado en investigaciones sobre problemas de salud hereditarios en perros de pura raza: Medical and Genetic Aspects of Purebred Dogs, Ross.D. Clark, J. D. Steiner y H. David. Haynes, 1983. Se trata de un libro de 576 páginas sobre problemas hereditarios de razas reconocidas por el AKC y la FCI. ¿Pueden imaginarse cuánto hubieran escrito los autores si hubiesen estudiado perros aborígenes sin contaminar con la endogamia de las razas cultivadas? Tal vez no habrían encontrado gran cosa, porque entre los perros aborígenes la selección natural elimina las mutaciones de ese tipo. Probablemente, los alelos recesivos con efectos perjudiciales en el fenotipo se dan entre ellos con frecuencias similares a las encontradas en especies salvajes. Recuerdo a los lectores que, en un pasado no tan remoto, hasta el 90% de la población de collies eran portadores de ceguera hereditaria. Puede encontrarse una discusión y bibliografía al respecto en Beregovoy y Moore Porter (2001) y Derr (1997).

            SELECCIÓN DEGENERATIVA

            El propio estilo de vida de los dueños y las razones por las que crían o mantienen perros son factores decisivos del medioambiente que está transformando toda raza canina a largo plazo, incluso en contra de la intención de los propietarios de criar mejores perros. Este es el resultado de una selección inconsciente bajo condiciones de vida pasiva en cheniles, dentro de casas o limitados físicamente de otras maneras. La vida de los perros en los criaderos comerciales es especialmente perjudicial para una raza canina aborigen, al ser animales con criterio propio, leales, enérgicos, independientes y dotados para trabajar en el campo (todas ellas, cualidades innecesarias en los criaderos comerciales). De hecho, el perro favorito de un criador de exposición, especialmente si cría grandes cantidades, es un perro fácil de alimentar, criar, acariciar y, por supuesto, adecuado para exponerlo en el ring. Un perro así debe estar contento al encerrárselo en la perrera durante muchos días sin posibilidad de correr e interactuar con el mundo exterior. El adiestramiento para perrera se ha convertido en un requerimiento común en muchos perros de familia. Tienen que aprender a no hacer todo tipo de cosas, incluyendo no ladrar para pedir atención o libertad, o tratar de escapar. A corto plazo, los buenos perros de criadero deberían ser los perros con menos necesidad de actividad física y mental y los que menos reaccionan a todo tipo de estímulos ambientales. Su carácter debería ser más parecido al de un cerdo o un conejo que al de un perro, <<el mejor amigo del hombre>>. Más aún, el ganador potencial de exposición más adecuado, sin importar la función original de la raza, debería permitir a una persona desconocida llevárselo aparte y e inspeccionarlo, sin protestar. El perro debería permanecer tranquilo durante muchas horas de aburrimiento al ser transportado, y esperar durante la exposición. Todas esas cualidades llevan a una indiferencia natural y aletargamiento en el perro. Bajo esas condiciones, un perro enérgico y lleno de vida es una desventaja. Los maestros del escapismo más imaginativos son los primeros de los que se quiere deshacer un criador comercial o un criador particular en un vecindario agradable. Los perros con una larga historia de selección para ser <<buenos animales de perrera>> no necesitan ninguna habilidad innata para encontrar su casa, porque nunca se los pondrá a prueba al encontrarse condenados a permanecer encerrados. Nunca serán perros de trabajo en el campo. Viven y crían como si fueran conejos, y se los modifica en consecuencia. Algunos pueden argumentar que llevan sus perros a diferentes actividades específicamente diseñadas para mantener a los perros y a sus dueños ocupados, como las pruebas de agilidad, tiro, carreras o cobro en agua, schutzhund y concursos de obediencia. Todo eso es mejor que nada, pero en una raza aborigen no puede reemplazar a la caza real, a tirar de trineos o proteger el ganado un día tras otro. Todas esas actividades caninas urbanas son totalmente insuficientes y, además, son actividades diferentes, que requieren un perro distinto. Para una raza aborigen, el trabajo es un entretenimiento activo que se da periódicamente.

            Otra forma de selección degenerativa, contraria a los rasgos de los perros biológicamente más perfectos, se encuentra relacionada con la función básica de la reproducción, desde el apareamiento hasta el parto. Algunos criadores tratan a sus perros como si fuesen animales de producción agropecuaria o incluso plantas ornamentales. Las hembras con más de un celo por año y que producen camadas grandes tienen una ventaja selectiva, ya que es bueno para hacer dinero vendiendo cachorros. Las hembras que no aceptan machos sin un cortejo y preliminares prolongados se encuentran en desventaja, especialmente si se las ha enviado por avión o por carretera para que se apareen con un semental previamente escogido. Todas las conductas naturales, como el cortejo, las peleas y, a veces, persecuciones agotadoras, tienen el propósito adaptativo de evitar que los machos no aptos se reproduzcan. Los criadores prefieren perras que se apareen fácilmente con cualquier macho. Los machos seleccionados entre los ganadores de exposiciones son sementales potenciales valiosísimos y normalmente se los ayuda a aparearse encerrando a la hembra, que de otro modo lo rechazaría al percibir su inferioridad biológica. Los perros deben aparearse, especialmente si se ha enviado lejos a uno de ellos sólo para la monta con un ejemplar determinado.

            Cuando los cachorros están a punto de nacer, toda la literatura basura sobre productos te dice: <<¡Llama a tu veterinario!>>. Una buena perra aborigen es una buena madre y no necesita asistencia, más allá de un lugar protegido del mal tiempo, alimento y agua. La madre sabe lo que hace y es mejor dejar que la naturaleza siga su curso. No llames al veterinario, aunque, si tu perro no puede criar de forma natural, no dejes que lo haga. Incluso alimentar el perro con croquetas de pienso, si se da durante generaciones, lo modificará genéticamente. La comida comercial no ejercita las mandíbulas y sus músculos, ensucia los dientes y sobrecarga el sistema digestivo del perro. Hace que coma, digiera y defeque casi como un herbívoro, con gran cantidad de excrementos. A largo plazo, puede desencadenar ciertos cambios adaptativos. ¡Dele comida natural!

            Los criadores comerciales de perros prefieren criar con hembras jóvenes. Muchos problemas de salud hereditarios aparecen con la edad, especialmente una vez sobrepasados los tres años de edad. A estos criadores comerciales no les gusta correr riesgos empleando perros más mayores. Así se evita la detección de mutaciones dañinas que se expresan en el fenotipo a una edad más avanzada. Es por esto que tenemos tantas razas caninas de exposición que no son muy listas, que muerden sin provocación y que no desarrollan un vínculo con el dueño o con el lugar donde viven, y que se pierden cuando se las deja ir sueltas. Tenemos ejércitos de terapeutas caninos, adiestradores, psicólogos de animales y veterinarios. Nuestras razas cultivadas los mantienen ocupados. Con los perros aborígenes, estos especialistas verían reducidos sus ingresos porque son perros sanos física y mentalmente. Los criadores originales de perros aborígenes simplemente matan todos los individuos anormales.

            LA CONSERVACIÓN DE LA HETEROCIGOSIS EN LAS RAZAS ABORÍGENES

            Por último, existe una importante característica de las razas aborígenes que se ha investigado muy poco. Toda raza aborigen, en su ambiente natural, debería presentar un elevado nivel de heterocigosis, similar a los animales salvajes. Buena parte de esta variabilidad genética es de naturaleza poligénica. Los niveles elevados de heterocigosis son de esperar a priori, dado el amplio rango de variación fenotípica en las poblaciones de estos perros, y también porque la selección natural beneficia a los organismos heterocigóticos. Es así como se mantiene un polimorfismo equilibrado en poblaciones de animales silvestres. De este modo, una población natural absorbe, como una esponja, alelos de otras poblaciones aborígenes. Esto ocurre cuando los perros entran en contacto directo como resultado de la trashumancia, por ejemplo. El vigor híbrido tiene una ventaja selectiva, especialmente si los alelos obtenidos recientemente son beneficiosos, y esta es la razón de por qué las poblaciones aborígenes siempre presentan una cierta mezcla. Pese al hecho de que algunos tipos de perros prevalecen localmente, bajo condiciones de cría libre, o con intercambios frecuentes entre poblaciones adyacentes e incluso lejanas, se encuentran abiertos a nuevas posibilidades de forma natural. La variación causada por el contacto entre perros durante la trashumancia es muy antigua y bien descrita por Cruz (2007) en perros de guarda y careas de Portugal. Este tipo de variación existía mucho antes del influjo de reciente de perros importados y no debería preocupar a nadie. Las caravanas de comerciantes, las ferias regionales, las partidas de caza lejos de casa, las partidas de guerra y el modo de vida altamente nómada de los dueños de perros aborígenes, han ayudado a mantener un aspecto similar en canes con la misma función a lo largo de grandes territorios, salvo algunas diferencias locales que han sobrevivido durante mucho tiempo. La variación causada por el cruce de perros aborígenes con funciones similares no es un problema, porque todos ellos pueden desempeñar labores similares y su capacidad para sobrevivir no se ve mermada. Ejemplos de este tipo de mezclas se dan en Kirguistán, entre taigan y tazis, en Afganistán, entre el galgo afgano y el saluki, en Azerbaiyán, entre perros caucasos de pelo largo y de pelo corto, en Siberia, entre tipos de laikas pertenecientes a grupos étnicos vecinos, así como entre diferentes clases de perros de tiro nórdicos. Sería completamente diferente si los perros aborígenes se mezclaran con razas cultivadas importadas. Una pequeña mezcla con razas cultivadas sería eliminada por selección natural. Sin embargo, si se da masivamente, como cuando el número de perros de raza importados supera los aborígenes, es una sentencia de muerte para la raza aborigen. Aunque estos animales surgieron de las manos de criadores de perros nativos, purgar los genes extraños de la población aborigen sería difícil sin algún conocimiento de ciencia animal, genética y un buen conocimiento de la raza. Debido a que la preservación de una raza aborigen requiere preservar una población, y no unos pocos ejemplares bonitos escogidos por turistas, debería ser siempre una labor colectiva llevada a cabo por criadores comprometidos.

            SALVANDO LAS RAZAS ABORÍGENES DE LA EXTINCIÓN

            Evitar una selección negativa inconsciente es muy importante para mantener un programa de cría a largo plazo de cualquier raza aborigen, lo que supone todo un reto. Por ejemplo, si un cinófilo bien informado importa una pareja de perros aborígenes desde su región de origen, ciertamente los cuidará bien. Hará todo lo posible para encontrar un buen hogar para los cachorros. Sin embargo, la selección natural acaba aquí. Desde este momento, depende del cuidado del criador no destruir la aptitud y capacidad de trabajo de los perros, las cuales lo fascinaron en un primer momento. Esta tarea debería estar bien organizada y la cría tendría que dirigirse principalmente a la capacidad de trabajo, resistencia y vigor. Los animales deben mantenerse y evaluarse bajo condiciones lo más naturales posible. Mantenerlos ocupados, cazando, tirando de trineos, careando o guardando rebaños, de acuerdo con la función de la raza, y asegurar interacciones variadas con otros perros y con su medio ambiente. Esto ayuda a conocer los perros y encontrar los mejores reproductores. De hecho, ¿cómo averiguar si un determinado perro es listo y capaz de trabajar, si se lo mantiene encerrado todo el tiempo? Muchos de nosotros renunciaríamos a tener un perro así, porque no todo el mundo tiene el tiempo ni las condiciones de mantenerlo correctamente. Para tener éxito, el criador de perros aborígenes debería centrarse en obtener la mejor capacidad de trabajo.

            Actualmente existen algunos entusiastas que tratan de criar perros mejores utilizando el rendimiento en el campo como único criterio de cría. Esto implica seleccionar para una determinada función, en vez de una cierta apariencia. En los EEUU, los cazadores de coyotes de los estados de las praderas centrales y occidentales llevan desarrollando el galgo de coyote durante, al menos, 100 años (Eliason, 2007). Alguien puede preguntar por qué desarrollar otro tipo de lebrel, cuando ya tenemos muchas razas excelentes de ese tipo para cazar piezas de todas clases. El problema es que ninguna de ellas satisface al cazador de coyotes. Bajo las condiciones que se dan en las praderas americanas y los estados del oeste, los galgos ingleses no resisten el calor y pueden incluso morir por esa causa, si se los pone a correr tras una presa en un día cálido. Además, pueden romperse las patas en terreno abrupto. El galgo escocés es capaz de enfrentarse al coyote, pero no es lo suficientemente rápido para alcanzarlo. Los borzóis corren rápido, aunque no maniobran con la suficiente agilidad cuando el coyote empieza a hacer quiebros bajo alambreras de espino o matorrales. Además, tampoco les gusta el calor. Un buen galgo de coyote debe ser rápido, maniobrar bien, debe ser valiente y agresivo, fuerte, capacitado para capturar un depredador tan rápido y fuerte como el coyote. Los entusiastas de su caza están cruzando todo tipo de lebreles e incluso no lebreles, para añadir las cualidades necesarias a su población original de origen mixto. El ensayo y error continúa, ayudando a mejorar aún más la funcionalidad de la raza. ¿Y es una raza? Sí, lo es, una que es la mejor para capturar y matar coyotes. Su apariencia no importa mucho, pero en el aspecto funcional, todos ellos son muy buenos y similares anatómicamente. Su apariencia es variable, pero eso carece de importancia para su función. Algunos perros tienen pelo duro y barba, como el galgo escocés, otros son de pelo corto. Algunos tienen una oreja erguida y la otra caída y se acepta cualquier color. Su anatomía funcional y vigor son absolutamente perfectos, pero se permite que varíen algunos rasgos menos importantes, como las orejas o el color. Los dueños y usuarios de estos galgos de coyote piensan que sus perros son hermosos, aunque para el criador canino tradicional y purista esto es difícil de aceptar. Los cazadores de coyotes ven belleza en el trabajo de sus perros. El galgo de coyote es una raza canina única y auténtica con un único rasgo fundamental: que pueden capturar y matar coyotes mejor que ninguna raza pura.

            Otro ejemplo es el alaskan husky. ¿Qué tipo de raza es? Se trata de perros que pueden tirar de trineos muy rápido y muy lejos. La función viene primero. ¿Qué aspecto tienen los perros? Pues muy similar a los spitz nórdicos (o perros de trineo siberianos). Cualquier color es aceptable. Algunos ejemplares no tienen orejas perfectamente erguidas o éstas son asimétricas, pero debido a su función y al medio ambiente nórdico, la apariencia clásica de perro de trineo predomina. Genéticamente, esta raza se encuentra en constante flujo, porque sus entusiastas cruzan una y otra vez, tratando de mejorar su función. Se han aportado todo tipo de razas a la población: perros de tiro aborígenes norteamericanos, similares al eskimo canadiense, malamutes y huskys siberianos. Desde la época de la Fiebre del Oro, se añadieron lebreles para la velocidad, sabuesos para la resistencia, séter irlandeses por el temperamento y, más recientemente, el póinter alemán de pelo corto, el pastor alemán y, en ocasiones, lobos. Todo ello, recombinado y reseleccionado para mejorar una función, que siempre es la misma: correr muy rápido y largas distancias. La apariencia está subordinada a la función. Tal vez, bajo la presión de la selección natural y la vida en las condiciones locales, a simple vista el alaskan husky sea un perro nórdico de trineo. Y puede que no les parezcan bonitos a algunos, pero el caso es que ganan carreras.

            Estos dos ejemplos merecen una seria atención por parte de zoólogos y genetistas. Algunos expertos en perros rechazan reconocer esas dos razas, pero el hecho es que ambas lo son tanto como cualquier raza de pedigrí, aunque se basen en otro concepto de lo que es una raza canina. En los dos casos, la apariencia se subordina a la capacidad de trabajo y los animales de ambas variedades son sumamente uniformes anatómica y etológicamente. Tal vez sea así como todas las razas aborígenes comenzaron en la prehistoria, cuando sus ancestros se parecían a dingos u otros perros aborígenes generalistas.

            La selección por desempeño en un cierto trabajo comenzó desde que se domesticó el lobo. Puede que el trabajo de los primeros perros fuese simplemente ser una mascota y ocasionalmente alimento. Ese era el nicho ecológico que ocupaba el dingo australiano antes de que los europeos lo descubrieran. Bajo la selección durante milenos para diferentes funciones y la adaptación a diferentes entornos geográficos, divergieron produciendo laikas, salukis, perros de guarda de ganado y otros tipos de perros aborígenes. Su suerte posterior dependería del destino de sistemas ecológicos enteros, desde los que han llegado a nosotros. La cría para preservarlos no es lo mismo que la cría para mejorarlos. Incluso si sabemos lo que cualquier raza aborigen debería ser capaz de hacer y qué aspecto debería tener, criarlos en “cautividad” puede servir tan sólo como una medida temporal. De continuar durante muchas generaciones, alterará la raza a peor a causa de la selección degenerativa.

            Algunas razas aborígenes son altamente variables morfológicamente e incluso pueden ser politípicas, lo que significa que tienen más de un tipo en una única población o varias sub-razas. Es comprensible que su diversidad natural no pueda conservarse criándolos bajo un estándar tradicional, que reduce la variabilidad todo lo posible. El estándar de una raza aborigen debe ser más liberal, descriptivo e incluir más de un tipo presente en su territorio natal. A. Sedefchev y S. Sedefchev (2007) ya lo pusieron en marcha con el perro karakachan. Los mejores perros aptos para la cría no deberían ser campeones de concurso, sino más bien los mejor valorados en su entorno. Los concursos y competiciones de razas aborígenes deben volverse a rediseñar por completo para poner el foco en el comportamiento en el campo y en el desempeño físico. La conservación de la máxima heterocigosis dentro de la población reproductora se puede preservar manteniendo diversas líneas paralelas con cruces periódicos entre ellas. Los criadores de animales de granja productivos utilizan este método comúnmente.

            Emplear una raza aborigen para un trabajo diferente, nuevo para ella, la cambiaría, especialmente si se seleccionara los perros para ser fáciles de adiestrar. Esto los alteraría al hacerlos más receptivos a las órdenes del adiestrador, en detrimento de su capacidad para trabajar independientemente en sus países de origen.

            Los dueños de razas cultivadas seguirán criando y llevando sus perros a concursos, y a muchos no les importa escoger algunas de las razas aborígenes para mantenerlas y criarlas con el mismo propósito. Algunas líneas procedentes de perros aborígenes, tras un número de generaciones, se seleccionan para un uso diferente y se transforman en una raza distinta con otro nombre. Puede ser beneficioso añadir la genética vigorosa y sana de razas de tipo aborigen, para ayudar a las razas cultivadas. Sin embargo, esta actividad es irrelevante para nuestro objetivo de preservar estos perros antiguos.

            Conservar las razas aborígenes debería formar parte de un proyecto de conservación natural más amplio, que incluya los paisajes, la vegetación y la fauna salvaje, como liebres, antílopes, chacales, zorros, lobos, coyotes, osos, etc. Por supuesto, la gente con sus formas de vida tradicionales y uso del territorio, con su ganado y sus perros, debería ser una parte vital de tales proyectos. Una conservación efectiva no puede lograrse a menos que la gente que vive en esas tierras, y depende de ellas, sea una parte integral del proceso conservacionista. Nature Conservancy y otras organizaciones y asociaciones deberían apoyar proyectos así. Y los amantes de los perros aborígenes se beneficiarían con la preservación de poblaciones esenciales del <<tipo salvaje>> de las razas aborígenes. En esta conferencia, tenemos la oportunidad de oír a cerca de interesantes estudios y avances en la historia, variación y conservación del tazy en Asia central y en Kazajistán. La raza se encuentra, ciertamente, en proceso de recuperación (K. N. Plakhov y A. S. Plakhova, 2005). Los autores han hecho un magnífico trabajo para salvar la raza en el país y han recopilado información muy interesante sobre la historia de estos perros y la variación existente en los mismos. Sin embargo, su reciente idea de desarrollar una raza separada, el tazy kazajo, es potencialmente peligrosa para la misma idea de conservar esta raza como aborigen. Se transformaría, simplemente, en otra raza cultivada con todos los cambios que conlleva eso, tales como la reducción de la variabilidad y el aislamiento de sus poblaciones aborígenes aún existentes. Cruz (2007) presentó los resultados de un estudio profundo sobre las razas aborígenes en Portugal, muy interesantes. A. Sedefchev y S. Sedefchev (2207) expusieron un ejemplo en proceso de conservación del perro karakachan en Bulgaria. Los Sedefchev no viajaron a Almaty, como tenían previsto, aunque enviaron su artículo recientemente. Llevan adelante un emocionante proyecto para preservar  tres de las razas animales más antiguas de Europa: el perro karakachan, la oveja karakachan y la raza indígena de caballo. Todo ello es parte de un proyecto integral de conservación natural, que incluye lobos y osos. Tales esfuerzos pueden servir de ejemplo a otros sobre cómo obtener financiación y enfrentarse a problemas complejos en el proceso.

            Los criadores que utilizan activamente perros aborígenes para trabajar y en actividades deportivas, son exactamente el tipo de gente que contribuye más seriamente a su conservación para las generaciones futuras. No obstante, salvar estas razas en sus países de origen es el modo más fiable de asegurar la supervivencia de estos perros únicos. Las líneas de razas aborígenes en posesión de dueños lejos de sus países de origen, necesitarían intercambios genéticos periódicos con los núcleos principales del <<tipo salvaje>>, igual que el gigante griego Anteo necesitaba tocar a la Madre Tierra para recuperar su fuerza.


miércoles, 18 de mayo de 2016

DOÑANA, LA AGRICULTURA Y LA ESQUIZOFRENIA EUROPEA

A finales del mes pasado, la prensa nacional reproducía la advertencia emitida desde la Unión Europea a España, en relación con la sobreexplotación de los acuíferos en el entorno de Doñana. Parece que en Bruselas preocupa mucho el hecho de que la actividad agrícola desarrollada alrededor de este parque nacional esté dañando gravemente las reservas de agua subterránea de la zona.

Es, sin duda, un tema peliagudo. Efectivamente, la agricultura intensiva del fresón está esquilmando los recursos hídricos del parque, amenazando la subsistencia de las marismas y la impresionante diversidad de vida que albergan. Efectivamente, también, los gobiernos andaluces y nacional han tolerado (cuando no impulsado) un modelo agrícola insostenible que a veces rozaba la ilegalidad, en otras ocasiones actuaba fuera de la ley y a veces era legalizado a posteriori. Los cultivos de fresón bajo plástico se han extendido como un cáncer durante décadas, estrangulando Doñana con total impunidad. Y no es sólo el consumo de agua, ni la contaminación de los acuíferos con fertilizantes y fitosanitarios. Los invernaderos han ocupado miles de hectáreas de tierras salvajes vitales para conectar el parque nacional con otras áreas bien preservadas, y que además se encuentran habitadas por especies amenazadas. Se han abierto cientos de caminos de forma ilegal, que después se han asfaltado también ilegalmente, pero, eso sí, con total conocimiento de las autoridades andaluzas y nacionales. No será por denuncias. No será porque no hayan atropellado linces allí.

Lo curioso es que ahora llega la UE y nos dice que tenemos que ser buenos. Que no se puede dañar la joya de la corona de la biodiversidad europea: Doñana. Pero claro, los fresones bajo plástico, ¿no tienen que ver con Europa? ¿No se nos presiona para que seamos el huerto del continente? Más productivos, más competitivos, exportar siempre más. Hemos multiplicado nuestra superficie de cultivos de regadío, generando un daño medioambiental irreparable. Y sí, ha sido en gran medida con fondos europeos. En Bruselas, como en España, parecen incapaces de comprender la tremenda contradicción en la que se mueven: el desarrollo no es compatible con la conservación del medio natural. No existe un desarrollo sostenible, si éste no se detiene en algún punto. Pretenden que se puede crecer, ir a más, producir más, y al mismo tiempo conservar Doñana. O las Tablas de Daimiel, afectadas por un problema muy similar. Es como si creyesen en la multiplicación de los panes y los peces: el milagro de consumir cada vez más agua, pero sin que se note en los ecosistemas. ¡Magia pura y dura! 




Europa le da un ultimátum a España sobre el deterioro de Doñana antes de denunciarla a los tribunales

La Comisión exige al Gobierno que aborde el problema de la sobrexplotación de los acuíferos y conteste en un plazo de dos meses
El daño al humedal se debe, especialmente, a la extracción de agua para la industria de regadío intensiva que cerca el espacio natural
Bruselas le recuerda a España que está obligada a evitar la degradación de este hábitat que alberga "una biodiversidad única", ya que es Patrimonio de la Humanidad

Europa le ha dado un ultimátum a España por el deterioro de Doñana. O resuelve el problema de abuso en la extracción del agua del entorno protegido, o el caso irá al Tribunal de Justicia.
La Comisión Europea avisó en octubre de 2014 acerca de la degradación de este espacio natural, considerado Patrimonio de la Humanidad. Tras un año de análisis de la respuesta gubernamental, este miércoles el Ejecutivo comunitario ha remitido un dictamen al Ministerio de Medio Ambiente para que solvente esta situación. Y es que no le han convencido las explicaciones.
Bruselas afirma que la marisma de Doñana "alberga una biodiversidad única en Europa" y que el daño que se le está infringiendo se debe, especialmente, a "la sobreexplotación de los acuíferos", que alimentan el humedal. Básicamente, la extracción de agua para la industria agrícola intensiva bajo invernadero de fresas y frutos rojos.

Acción para evitar el daño humano

El expediente admite que los espacios protegidos alrededor del Parque Nacional, que pertenecen a la Red Natura 2000, "no excluyen la actividad humana", pero le recuerda el Gobierno español que eso "requiere una acción por parte de los estados miembro para que evitar su deterioro". Al mismo tiempo, las autoridades comunitarias subrayan que España no ha cumplido con la legislación sobre aguas que prevé "el uso sostenible de los recursos hídricos en el entorno de Doñana".
Las fincas de regadío alrededor de las marismas crecieron sin control por la alta rentabilidad de esta industria. El Plan de Regadíos aprobado en diciembre de 2014 por la Junta de Andalucía amparó la mayoría de las hectáreas que surgieron hasta 2004. Una extensión de 9.000 hectáreas. Ese fue un documento base para contestar a la primera advertencia de la Comisión. Sin embargo, no ha convencido a los técnicos de Bruselas.
El responsable de WWF en la zona, Felipe Fuentelsaz, ya advertía en febrero de este año que "la superficie de riego está creciendo", con varios proyectos y solicitudes para ampliar explotaciones. Ahora Bruselas ha dicho basta.
Fuente:

http://www.eldiario.es/sociedad/Europa-ultimatum-Espana-deterioro-Donana_0_510249691.html

jueves, 5 de mayo de 2016

ALHELÍ DE CAMPO (Matthiola fruticulosa) EN LOS CERROS DE ARANJUEZ

Tener perros es la excusa perfecta para pasar tiempo en el campo y, además, de una forma regular, ya que los canes (sobre todo las mías) exigen ejercicio constantemente. De ese modo, pueden observarse los cambios que se producen poco a poco según avanzan las estaciones. Así que, algunas plantas que durante el invierno casi no eran visibles pasan a ser espectaculares al llegar la primavera. Es el caso una especie típica de los cerros secos de Aranjuez, que ahora presenta una floración morada muy vistosa.


El alhelí de campo (Matthiola fruticulosa) es una plantita de la familia Brassicaceae, cuya área de distribución natural se circunscribe a la cuenca Mediterránea. Aparece tanto en el sur de Europa y buena parte de las islas mediterráneas (como las Baleares), como en el norte de África y Oriente Próximo. Es perenne, aunque no alcanza un gran porte, de manera que es habitual que no supere los 30 cm de altura. Tiene unas preferencias de hábitat bastante definidas, ya que, además de encontrarse básicamente en regiones con clima mediterráneo (seco y con lluvias concentradas en la estación fría) prefiere los suelos formados por margas yesíferas (justo el tipo de suelo que se encuentra en los cerros de Aranjuez). También se adapta bien a suelos pedregosos calizos, aunque muestra una clara tendencia a aparecer sobre substratos básicos y poco profundos. Es decir, no se desarrolla sobre suelos fértiles ni húmedos (o sea, que no lo vamos a encontrar en la vega), y tampoco es común en suelos ácidos. En Aranjuez, el alhelí de campo forma parte de ese rico grupo de plantas especializadas, que crecen en los cerros de aspecto estepario que rodean el pueblo. Un ejemplo más de cómo en esas laderas secas, abrasadas por el sol, palpita una enorme diversidad de seres vivos adaptados a las condiciones más duras. Y, pese a brotar en un entorno extremo, los alhelíes producen una floración que parece desafiar con su belleza.


Un estallido de color que, eso sí, se apaga al avanzar la primavera. En verano, estas plantitas se enfrentan al calor extremo y la sequía aplastándose contra el suelo. Reducen su ser a la mínima expresión para no perder agua y sobrevivir a los meses ardientes del estío. Lo cual significa que, si caminamos por su hábitat fuera del periodo en el que brotan, apenas distinguiremos unas matas ralas y grisáceas sobre el suelo polvoriento. Pero esa estrategia funciona: los alhelíes son muy comunes en estos ambientes tan duros. No estamos hablando de una especie amenazada, porque esta brasicácea es común a lo largo de un área de distribución extensa. Pero, una vez más, es una prueba viviente de que en esos cerros, tan despreciados por nosotros, donde la mayoría sólo ve yerbajos secos o, directamente, "nada", se encuentra establecido un ecosistema complejo, con especies raras. Algunas, como el pítano (Vella pseudocytisus) seriamente amenazadas de extinción. 

Tenemos estos espacios al lado de nuestras casas. Sólo tenemos que mirar bien, aprender a observar y asombrarnos.