Para ampliar un poco más el tema de los perros aborígenes, he traducido un texto muy interesante de Vladimir Beregovoy, biólogo y especialista en perros, con una larga trayectoria docente y en investigación en Europa y EEUU. Sus trabajos sobre razas aborígenes siberianas y de Asia central son de referencia internacional. A nosotros nos pueden servir para comprender un poco mejor qué es lo que hace tan especiales a nuestros perros autóctonos. Y, sobre todo, por qué NUNCA deberíamos intentar homogeneizarlos y criarlos de acuerdo a los parámetros clásicos de los perros de pedigrí. Como ejemplo, en esta imagen tenemos a un pastor con su mastín, protector del rebaño:
Para entender un poco el porqué de todo esto, el texto de V. Beregovoy es muy ilustrativo:
EL
CONCEPTO DE RAZA CANINA ABORIGEN
Vladimir
Beregovoy-PADS Journals # 14
Introducción
Hubo un tiempo en que
los perros aborígenes eran los únicos disponibles. Todas las razas populares en
la actualidad han evolucionado, en un momento u otro, de perros aborígenes
antiguos. Después han sido modificados mediante una selección deliberada por su
aspecto y comportamiento. Tras un largo tiempo de confinamiento, con buenos
cuidados y entrenamiento para obediencia, se volvieron más o menos incapaces de
cuidar de sí mismos. A veces se les llama razas creadas por el hombre o razas
cultivadas. Muchas otras razas animales también se obtuvieron mediante la cría
selectiva y se las ha mantenido bajo cuidados atentos y en un ambiente
estrictamente controlado, por lo que también han perdido forma física y se han
vuelto más dependientes de la comida y protección de la gente. El
concepto moderno de raza se basa principalmente en el conocimiento acumulado en
el trabajo con este tipo de animales. Los perros que no encajan con ninguna
raza conocida inscrita en los clubes cinológicos, permanecen invisibles para el
público y lo más frecuente es que no sean considerados de ninguna raza. Por
otro lado, si un club cinológico importante adopta una raza aborigen, esta
también resulta alterada y convertida en otra cultivada de pedigrí. Así, este tipo de cambios no ayudan a conservar la mayor parte de los perros antiguos que sobreviven inalterados en el mundo, que es lo que son los perros aborígenes.
LAS RAZAS ABORÍGENES Y LAS SUBESPECIES EN ZOOLOGÍA
Los perros aborígenes
son razas naturales, que nunca han sido desarrolladas mediante una manipulación
genética planificada, cría selectiva o cruces intencionados de una raza con
otra. Los viajeros antiguos, al encontrarlos viviendo con gente en países
lejanos, mencionaban los beneficios, la inteligencia y la utilidad de los
perros locales hacia los pueblos nativos. Al mismo tiempo, utilizaban términos
despectivos al llamarlos <<mestizos>>, <<pastores
mediocres>>, <<bestias sarnosas>>, <<perros
desagradables>>, etc. Generalmente, los viajeros, que estaban
acostumbrados a los perros europeos de pura raza, consideraban los perros
aborígenes como mestizos locales, y eso no estaba muy lejos de ser verdad. Sin
embargo, se trataba de mestizos con ciertas peculiaridades que ahora preferimos
llamar razas aborígenes, aunque algunos amantes de los perros y expertos son
reticentes a aplicar el término <<raza>> a estos animales.
Los perros aborígenes han atraído el interés de los
biólogos profesionales sólo recientemente, debido a la creciente preocupación
social por la conservación de la naturaleza y del patrimonio nacional. Existe
un número sorprendentemente pequeño de estudios científicos serios sobre este
tema. De hecho, se trata de criaturas muy parecidas a animales salvajes, ya que
nadie puede afirmar ser el creador de ningún tipo de perro aborigen. Como
mucho, podemos descubrirlos y describirlos, igual que hacemos con especies y
subespecies salvajes. Los geógrafos y etnógrafos, al descubrir variedades de
perros aborígenes, dejaban descripciones más o menos esquemáticas a partir de
las cuales estamos intentando recabar datos sobre sus orígenes y pasado. Ahora,
muchos de los perros aborígenes se han extinguido o se encuentran seriamente
amenazados de extinción. Un creciente número de aficionados ha puesto todo su
entusiasmo en rescatarlos, importándolos desde sus países de origen y cuidando
de ellos. Los dan a conocer al público y mantienen registros de pedigrí con la
esperanza de que la AKC, FCI, los clubes cinológicos nacionales, etc, los
reconozcan. No falta el interés en intentarlo con alguna otra raza inalterada
nueva. La pregunta es: ¿con qué fin? ¿Tenemos que alterar los perros aborígenes
también?
Antes de dedicarnos seriamente a rescatar y preservar las
razas aborígenes, es necesario comprender cómo y por qué son diferentes de las
cultivadas, y profundizar más en el propio concepto de raza aborigen. La
conservación real de estos animales sólo puede darse mediante su preservación
como razas aborígenes junto con su medio ambiente y su función para la gente.
Uno de los rasgos más llamativos de todos los perros
aborígenes es su naturalidad. En realidad, se parecen más a subespecies de
animales salvajes, descritos por los zoólogos, que a las razas típicas (razas
cultivadas) de animales domésticos. En efecto, cada población de un tipo
particular de perro aborigen tiene su propia área de distribución y siempre se
encuentra asociado con un grupo étnico concreto. Debido a que son animales
domésticos asociados con gente, pueden ser denominados con toda seguridad razas
etno-geográficas. Al mismo tiempo, como los animales salvajes, cada una de esas
razas etno-geográficas es producto de una lenta evolución bajo condiciones de
vida y trabajo para la gente. Se han visto sometidas a la selección natural y a
la humana, que ha favorecido las mejores cualidades para el trabajo. La
selección humana ha sido muy sutil en ocasiones. Se la denomina
<<selección inconsciente>>, lo que puede considerarse más bien otro
tipo de selección natural, antes que lo que llamaríamos selección basada en el
conocimiento moderno de la cría de animales, la zootecnia y la genética. La
razón es que los perros aborígenes viven y trabajan en condiciones de libertad
casi ilimitada, nunca o casi nunca se los encierra, se los alimenta de forma
irregular, se aparean libremente y a veces crían sus cachorros sin asistencia
humana. Viven con la gente más como animales simbióticos que como animales
capturados, forzados, <<esclavizados>> o estropeados por la
domesticación. Por supuesto, los perros aborígenes obtienen sus propios
beneficios de compartir sus vidas con la gente, como la protección frente a los
predadores salvajes y, a veces, del clima o de la escasez de comida. Esto
último es especialmente evidente en climas duros, como en el polo norte o en
los desiertos, donde tanto la gente como los perros se han vuelto mutuamente
interdependientes para sobrevivir. Sin embargo, todos, perros y seres humanos,
tienen que trabajar para ganarse el sustento. Por ejemplo, un mal perro de
trabajo no se verá tratado muy bien, posiblemente no se lo alimentará y
probablemente no críe. Se lo dejará morir en época de hambre o se lo matará
para hacer manoplas con su piel. Aunque los perros no viven prácticamente nunca
encerrados y se aparean libremente, los cachorros de las hembras favoritas o
aquellos engendrados por los mejores machos (si se conoce el progenitor) se reservan
más frecuentemente para remplazar a los perros adultos que van envejeciendo.
Este tipo de mortalidad selectiva ha funcionado más eliminando los menos aptos
que preservando unos pocos perros excelentes. Las oscilaciones cíclicas de la
productividad en la naturaleza, la abundancia de la caza y todo tipo de
calamidades naturales han afectado tanto los perros como a sus amos. La
selección natural nunca se ha detenido.
Otra semejanza entre los perros aborígenes y las
subespecies de animales salvajes es el hecho de que las razas aborígenes son
las más antiguas y menos alteradas del mundo. En efecto, de acuerdo con las
evidencias fósiles y arqueológicas, los perros de tipo laika o de trineo han
convivido con la gente desde el Neolítico. Se han excavado esqueletos de tipo
saluki datados en 2.500 años a.C., y lo mismo pasa con el dingo australiano.
Los perros de protección de ganado poderosos también son muy antiguos.
El parecido entre los perros aborígenes y los animales
salvajes va aún más lejos si observamos más de cerca su comportamiento,
mientras trabajan para la gente. Los adiestradores caninos consideran que los
perros aborígenes tienen un carácter independiente. Con frecuencia los
califican como tercos, obstinados e incluso estúpidos. Esto se debe a que se
aburren fácilmente cuando se los enseña a hacer trucos circenses u otras cosas
antinaturales para ellos. Lo mismo pasa con los lobos amansados. Y nadie dice
que los lobos sean estúpidos. Sin embargo, en su hábitat natural los perros
aborígenes muestran una gran inteligencia, desarrollando tareas increíblemente
complejas por sí solos. Aprenden rápidamente qué y cómo se deben hacer con poco
adiestramiento y tutela. Todos trabajan de forma natural. Para comenzar a
hacerlo, el perro aborigen no necesita que se lo adiestre mediante premios. El
propio trabajo es su recompensa. Para empezar con su trabajo, un cachorro de
perro aborigen necesita criarse en el ambiente adecuado. A cierta edad, todos
los cachorros captan fácilmente la idea de qué hacer y cómo hacerlo. Así, los
galgos aborígenes conocidos como tazy, saluki, afgano, bakhmul y taigan,
aprenden a cazar por sí mismos cuando se los lleva a un medio donde existen
animales rápidos. De hecho nacen, viven y crecen en ambientes así cerca de la
tienda o yurta de su dueño. Un cachorro de laika comienza a buscar ardillas y a
ladrar bajo un árbol con una ardilla o un urogallo cuando tiene unos meses de
edad, si se le permite correr libre en los bosques, y el mismo cachorro
dirigirá su atención hacia piezas más valiosas al madurar, sin necesidad de
mucho estímulo. Un buen laika sabe qué puede cazarse y cómo. Los perros de
trineo empiezan a tirar a la edad de cuatro meses, al enganchárselos al trineo
con perros adultos o para ayudar a las mujeres y niños a tirar de pequeños
trineos con leña. Los perros de tiro aborígenes son excelentes en la caza y se
utilizan en la captura de grandes mamíferos marinos. Los cachorros de perros de
guarda de ganado comienzan a trabajar con perros mayores, tomando parte en la
protección del rebaño mientras corren libres y criándose con el ganado. Para
todos estos perros, su trabajo es parte natural de su vida diaria. Esta
conducta es muy diferente al comportamiento de <<desear
complacer>>, de aprender rápidamente cómo sentarse, levantarse, darse la
vuelta y otras cosas por el estilo que hacen las razas cultivadas. El perro
aborigen hace un trabajo beneficioso para la gente, aunque actúa como un animal
salvaje, porque se encuentra pre-programado genéticamente. Toda la cadena de
acciones que sigue un perro aborigen en su tarea es sorprendentemente parecida
a la que siguen los lobos, que también se encuentran pre-programados para vivir
y cazar en manada. Sin embargo, con los perros, los dueños humanos y otros
animales domésticos pasan a ser bien una parte de su manada, bien un elemento
vital de su vida y ambiente. Para ellos, el ganado ya no es la presa, sino una
parte de su territorio que debe ser protegida. Para un perro de caza, la pieza
abatida o capturada también pertenece al dueño, que más tarde alimentará al
perro. Ahora, veamos una diferencia conceptual entre una raza aborigen y una
cultivada en base a las observaciones de personas con experiencia en
comportamiento canino.
Por un lado tenemos el basenji, una de las razas
aborígenes más salvajes, y por otro el cócker, una de las razas cultivadas más
admiradas. Coren (1994), un adiestrador canino, comparó el comportamiento de 79
razas y evaluó su inteligencia comparando la capacidad de estos animales para
aprender y obedecer las órdenes del entrenador. En su libro, La inteligencia de
los perros: consciencia y capacidades caninas, escribió que el cócker era uno
de los perros más inteligentes. Sin embargo, el basenji ocupaba el puesto 78
entre las 79 razas examinadas. Este libro fue uno de los más vendidos del
momento, e incluso se discutió sobre él en programas matinales de la televisión
de EEUU. El pobre basenji acabó humillado públicamente. No obstante, se dio la
coincidencia de que casi 30 años antes se había publicado un estudio científico
serio, en el que Scott y Fuller (1965) compararon el comportamiento del basenji
y el del cócker en experimentos enfocados a la obediencia y la resolución de
problemas. Los autores también utilizaron sheltis, fox terrier y beagles en su
investigación sobre la genética y el comportamiento social canino. De esas
cinco razas, sólo el basenji era un verdadero perro aborigen primitivo. En
experimentos con participación de la voz, como quedarse quieto en las
escaleras, limitar la actividad del animal atándolo con una correa, obediencia,
permanecer inactivo o sobre una plataforma a cierta distancia del adiestrador,
el cócker fue el más fácil de entrenar. Los basenjis fueron los más difíciles.
Las otras tres razas quedaron en un lugar intermedio. En pruebas orientadas a alcanzar una meta, se enseñaba a cachorros de nueve semanas para correr y
resolver problemas para lograr su objetivo. En estos y otros experimentos sobre
resolución de problemas de diferente dificultad, el basenji resultó ser el más
inteligente de las cinco razas y el cócker quedaba en última posición. Esto
resultaba especialmente evidente en experimentos donde se requería destreza e inventiva. Así, la raza aborigen de tipo salvaje demostró su
mérito allí donde se necesitaban pensamiento independiente, motivación e
iniciativa. Llama la atención que la raza de diseño humano, el cócker, tuviera
más éxito en pruebas de obediencia pasiva. De hecho, aquí nos topamos con dos
conceptos diferentes de raza. Tanto la cultivada como la natural, de tipo
salvaje, son muy buenos perros, pero han sido moldeados por fuerzas diferentes
y para distintos propósitos. El basenji es más como una subespecie salvaje de Canis familiaris y el cócker es una raza
cultivada de la misma especie.
He aquí mi descripción
favorita de subespecie, la de Mayr (1963): Una subespecie es un agregado de
poblaciones locales de una especie, que habitan una porción del área de
distribución de esta última, diferenciándose taxonómicamente de otras
poblaciones de dicha especie. El término taxonómicamente se refiere a que una
población es lo suficientemente distinta para ser reconocida por los
científicos como una subespecie, dándosele un nombre científico en latín.
Añadámosle una dimensión humana, la pertenencia a un grupo étnico, y
obtendremos una buena definición de raza aborigen. De hecho, se han realizado
repetidos intentos por describir estas variedades como subespecies de Canis familiaris, pero no han tenido
mucho apoyo por parte de los zoólogos simplemente porque el perro es un animal
doméstico, lo que lo sitúa fuera de las materias de interés tradicionales de
los taxonomistas. En realidad, cada raza aborigen se diferencia mejor por su capacidad
para realizar un trabajo específico, por su apariencia y por una distribución
geográfica propia, junto con el lugar que ocupa en la cultura de un determinado
grupo étnico (o grupos) con el que coexiste. El color del pelaje varía mucho de
un individuo a otro, incluyendo un llamativo fenotipo con manchas blancas,
rasgo desarrollado bajo domesticación y protección humanas. Ambos conceptos de
subespecie y raza aborigen se aplican a poblaciones reales con rangos
geográficos concretos y su reconocimiento como entidades con nombre propio
viene avalado por la sabiduría popular y la práctica. Esto los convierte en una
parte llamativa e importante de la diversidad biológica. En cambio, la
definición convencional de raza tiene escaso soporte desde el punto de vista de
la ciencia tradicional, debido a que la idea de raza (de nuevo similar a las
subespecies de animales salvajes) es siempre algo vago y generalmente no deja
de ser una convención colectiva. La definición de raza del diccionario de
Merriam Webster (una raza es un grupo de animales o plantas presumiblemente
relacionados por descender de ancestros comunes y visiblemente similares en la
mayor parte de sus características) también pone el acento en la apariencia, si
bien los rasgos de productividad y función no son menos importantes.
He aquí la definición de <<raza>> del conocido genetista
estadounidense Jay L. Lush (1994): <<Animales que, mediante la selección
y la cría, han llegado a parecerse entre sí y pasan estos rasgos uniformemente
a su descendencia>>. Los perros aborígenes, viviendo en determinadas
regiones y utilizados para las mismas tareas, encajan bastante bien con esta
definición, ya que han llegado a parecerse entre sí a través de la selección y
pasan sus características a su descendencia. Es muy común, en la literatura
popular, referirse a ciertas razas caninas de grupos étnicos y distribución
geográfica concretos como perros aborígenes. En ocasiones se producen
discusiones sobre qué principio elegir, el geográfico o el étnico. La
separación de ambos resultaría siempre artificial. Esto fue lo que se hizo en
la antigua Unión Soviética, donde se describieron cuatro razas de laikas.
Aunque las palabras <<parecerse entre sí>> se refieren
principalmente a la apariencia, los rasgos de productividad de los animales
domésticos son tan importantes o más que los externos, y esto se extiende a los
perros aborígenes.
Los criadores con tendencias creativas pueden desarrollar
sus propias razas. Por este motivo, he aquí una definición de raza más libre:
<<Una raza es un grupo de animales domésticos, determinada como tal por
convención de los criadores. Son los criadores los que fijan cómo es, pues la
crean para su propio uso sin que se pueda definir científicamente y sin que se
pueda cuestionar cuando se desvían de la propia definición. Es su palabra y el
uso común de los criadores lo que debe aceptarse como la definición
correcta>> (Lush, 1994).
En el mundo libre, cualquier criador o grupo de criadores
de perros, u otros animales, puede probar suerte en el arte de la cría y el
futuro de cualquiera de sus razas recién desarrolladas dependerá de su
aceptación y utilidad para aquellos que la usen. Sin embargo, las razas
aborígenes son muy diferentes. En esencia, son variantes geográficas del perro
doméstico (Canis familiaris),
equivalentes a subespecies. Cada una de ellas es única y se desarrolló mediante
procesos evolutivos. Las razas aborígenes son monumentos de la naturaleza y la
cultura, porque han demostrado su utilidad y han pasado la prueba del tiempo.
Su diferencia conceptual más importante respecto a las siempre cambiantes y
emergentes razas cultivadas o creadas por el hombre, se encuentra en el hecho
de que se han desarrollado por su habilidad para desarrollar una función
específica. Su apariencia tiene una importancia secundaria y es siempre
expresión de su función.
LAS RAZAS CULTIVADAS
Las razas aborígenes son las predecesoras de las creadas
por el hombre. La capacidad para cazar determinadas presas y de cierta manera,
era muy importante para los cazadores de siglos pasados. Aquellos perros aún se
parecían mucho a sus razas aborígenes ancestrales. Eran perros duros y
resistentes, porque eran criados por cazadores para otros cazadores. Aunque los
perros de razas diferentes tenían nombres y usos distintos, la cruza de razas
diferentes era común y los mestizos resultantes eran designados más por su
función que por su aspecto. Era el caso de los perros de rastro, los galgos o
los perros de muestra, sin importar las mezclas de razas de las que
procedieran. Cada perro era valorado por su habilidad para cazar de la manera
correcta y este tipo de <<alquimia>> genética continuó en la cría
de perros mientras estos fueron criados por su eficacia en el campo. Sin
embargo, a finales del siglo XIX tuvieron lugar cambios radicales, al empezarse
a criar los perros puros y con registros de pedigrí, y empleados en concursos
de exposición. Las exposiciones caninas renovaron la popularidad de las razas
de caza, que habían declinado previamente debido a la pérdida de tierras disponibles
para la caza y el crecimiento de las poblaciones urbanas en Europa. En ese
momento, muchos urbanitas se convirtieron en criadores de perros, incluyendo
los de caza, que pasaron a ser más ornamentales que cazadores. Se lucraban
vendiendo cachorros a aficionados a las exposiciones y como mascotas. Debido a
que la mayoría de las veces los criadores no eran cazadores, la apariencia del
perros se hizo más importante que el propósito original de la raza. Para la
moda de los concursos y exposiciones, todos esos instintos cinegéticos y de
guarda pasaron a ser rasgos atávicos del pasado y ya no eran tenidos en cuenta
seriamente. Resulta interesante que, incluso hoy en día, algunos aficionados
a las exposiciones e incluso algunos jueces siguen creyendo seriamente que,
siempre que la conformación física sea buena, las cualidades funcionales se
encuentran automáticamente presentes en el perro. En consecuencia, se cree
que las líneas de exposición ganadoras serán muy buenas en el campo si se les
da la oportunidad. Esto es improbable porque, en primer lugar, muchos rasgos
altamente valorados en los concursos en realidad no tienen un papel funcional
para la caza y, en segundo lugar, hay rasgos anatómicos que los jueces
malinterpretan si ellos mismos no son cazadores. Este es el motivo por el que
muchas razas de caza se dividieron en dos grupos, uno de exposición y otro para
cazar.
No obstante, el problema con las razas de exposición no
acaba aquí. Utilizar sólo unos pocos machos ganadores para las montas y criar perros
con el máximo parecido al ideal descrito en el estándar racial, lleva a la
pérdida de heterocigosis genética en la
población. La endogamia persistente resulta, tarde o temprano, en la fijación
de alelos dañinos y en la aparición de anomalías genéticas en la descendencia,
con una frecuencia creciente. Estas incluyen la falta de dientes, malas
mordidas, afecciones nerviosas como obsesivo compulsivas, anomalías
reproductoras, ceguera hereditaria, epilepsia, displasia de cadera, etc. Es
interesante, porque ya tenemos diversas razas derivadas de poblaciones
aborígenes en tiempos recientes y transformadas en perros de exposición. Cada
una de ellas sufre de dolencias hereditarias y cuanto más antigua es la
historia del perro de exposición, más deteriorado se encuentra genéticamente.
Aquí hay una lista de ellas: spitz finlandés, samoyedo, husky siberiano,
malamute, karelia y basenji. Cada una tiene una lista de problemas de salud.
Otras razas basadas en ancestros aborígenes pero criadas según un estándar, como
el laika siberiano occidental, el laika siberiano oriental, el ovcharka
centroasiático y el ovcharka del Cáucaso, se encuentran en una situación mejor
porque todos ellos se han seguido utilizando para trabajar en el campo, y no
sólo para exposiciones. Sea como sea, también ellos han sufrido varios cambios
a partir del tipo aborigen ancestral. Todos los perros aborígenes producidos
en criaderos siguen el mismo patrón de cambios: aumentan en tamaño y peso, se
vuelven comedores voraces propensos a la obesidad y se vuelven más lentos en el
trabajo. Estos cambios se hacen especialmente evidentes a partir de los 5
años de edad. Las poblaciones aborígenes ancestrales aún sobreviven y, al
compararlos, podemos estudiar las diferencias. Estas diferencias entre las
líneas de criadero y sus ancestros pueden volverse bien visibles muy pronto,
incluso sin un conocimiento claro de sus criadores.
Hay un libro basado en investigaciones sobre problemas de
salud hereditarios en perros de pura raza: Medical and Genetic Aspects of
Purebred Dogs, Ross.D. Clark, J. D. Steiner y H. David. Haynes, 1983. Se trata
de un libro de 576 páginas sobre problemas hereditarios de razas reconocidas
por el AKC y la FCI. ¿Pueden imaginarse cuánto hubieran escrito los autores si
hubiesen estudiado perros aborígenes sin contaminar con la endogamia de las
razas cultivadas? Tal vez no habrían encontrado gran cosa, porque entre los
perros aborígenes la selección natural elimina las mutaciones de ese tipo.
Probablemente, los alelos recesivos con efectos perjudiciales en el fenotipo se
dan entre ellos con frecuencias similares a las encontradas en especies
salvajes. Recuerdo a los lectores que, en un pasado no tan remoto, hasta el 90%
de la población de collies eran portadores de ceguera hereditaria. Puede
encontrarse una discusión y bibliografía al respecto en Beregovoy y Moore
Porter (2001) y Derr (1997).
SELECCIÓN DEGENERATIVA
El propio estilo de vida de los dueños y las razones por
las que crían o mantienen perros son factores decisivos del medioambiente que
está transformando toda raza canina a largo plazo, incluso en contra de la
intención de los propietarios de criar mejores perros. Este es el resultado de
una selección inconsciente bajo condiciones de vida pasiva en cheniles, dentro
de casas o limitados físicamente de otras maneras. La vida de los perros en los
criaderos comerciales es especialmente perjudicial para una raza canina
aborigen, al ser animales con criterio propio, leales, enérgicos,
independientes y dotados para trabajar en el campo (todas ellas, cualidades
innecesarias en los criaderos comerciales). De hecho, el perro favorito de un
criador de exposición, especialmente si cría grandes cantidades, es un perro
fácil de alimentar, criar, acariciar y, por supuesto, adecuado para exponerlo
en el ring. Un perro así debe estar contento al encerrárselo en la perrera
durante muchos días sin posibilidad de correr e interactuar con el mundo
exterior. El adiestramiento para perrera se ha convertido en un requerimiento
común en muchos perros de familia. Tienen que aprender a no hacer todo tipo de
cosas, incluyendo no ladrar para pedir atención o libertad, o tratar de escapar. A corto
plazo, los buenos perros de criadero deberían ser los perros con menos
necesidad de actividad física y mental y los que menos reaccionan a todo tipo
de estímulos ambientales. Su carácter debería ser más parecido al de un cerdo o
un conejo que al de un perro, <<el mejor amigo del hombre>>. Más
aún, el ganador potencial de exposición más adecuado, sin importar la función
original de la raza, debería permitir a una persona desconocida llevárselo aparte
y e inspeccionarlo, sin protestar. El perro debería permanecer tranquilo
durante muchas horas de aburrimiento al ser transportado, y esperar durante la
exposición. Todas esas cualidades llevan a una indiferencia natural y
aletargamiento en el perro. Bajo esas condiciones, un perro enérgico y lleno de
vida es una desventaja. Los maestros del escapismo más imaginativos son los
primeros de los que se quiere deshacer un criador comercial o un criador
particular en un vecindario agradable. Los perros con una larga historia de
selección para ser <<buenos animales de perrera>> no necesitan
ninguna habilidad innata para encontrar su casa, porque nunca se los pondrá a
prueba al encontrarse condenados a permanecer encerrados. Nunca serán
perros de trabajo en el campo. Viven y crían como si fueran conejos, y se los
modifica en consecuencia. Algunos pueden argumentar que llevan sus perros a
diferentes actividades específicamente diseñadas para mantener a los perros y a
sus dueños ocupados, como las pruebas de agilidad, tiro, carreras o cobro en
agua, schutzhund y concursos de obediencia. Todo eso es mejor que nada, pero en
una raza aborigen no puede reemplazar a la caza real, a tirar de trineos o
proteger el ganado un día tras otro. Todas esas actividades caninas urbanas son
totalmente insuficientes y, además, son actividades diferentes, que requieren
un perro distinto. Para una raza aborigen, el trabajo es un entretenimiento
activo que se da periódicamente.
Otra forma de selección degenerativa, contraria a los
rasgos de los perros biológicamente más perfectos, se encuentra relacionada con
la función básica de la reproducción, desde el apareamiento hasta el parto.
Algunos criadores tratan a sus perros como si fuesen animales de producción
agropecuaria o incluso plantas ornamentales. Las hembras con más de un celo por
año y que producen camadas grandes tienen una ventaja selectiva, ya que es
bueno para hacer dinero vendiendo cachorros. Las hembras que no aceptan
machos sin un cortejo y preliminares prolongados se encuentran en desventaja,
especialmente si se las ha enviado por avión o por carretera para que se
apareen con un semental previamente escogido. Todas las conductas naturales,
como el cortejo, las peleas y, a veces, persecuciones agotadoras, tienen el
propósito adaptativo de evitar que los machos no aptos se reproduzcan. Los
criadores prefieren perras que se apareen fácilmente con cualquier macho. Los
machos seleccionados entre los ganadores de exposiciones son sementales
potenciales valiosísimos y normalmente se los ayuda a aparearse encerrando a la
hembra, que de otro modo lo rechazaría al percibir su inferioridad biológica.
Los perros deben aparearse, especialmente si se ha enviado lejos a uno de ellos
sólo para la monta con un ejemplar determinado.
Cuando los cachorros están a punto de nacer, toda la
literatura basura sobre productos te dice: <<¡Llama a tu
veterinario!>>. Una buena perra aborigen es una buena madre y no necesita
asistencia, más allá de un lugar protegido del mal tiempo, alimento y agua. La
madre sabe lo que hace y es mejor dejar que la naturaleza siga su curso. No
llames al veterinario, aunque, si tu perro no puede criar de forma natural, no
dejes que lo haga. Incluso alimentar el perro con croquetas de pienso, si se da
durante generaciones, lo modificará genéticamente. La comida comercial no
ejercita las mandíbulas y sus músculos, ensucia los dientes y sobrecarga el
sistema digestivo del perro. Hace que coma, digiera y defeque casi como un
herbívoro, con gran cantidad de excrementos. A largo plazo, puede desencadenar
ciertos cambios adaptativos. ¡Dele comida natural!
Los criadores comerciales de perros prefieren criar con
hembras jóvenes. Muchos problemas de salud hereditarios aparecen con la edad,
especialmente una vez sobrepasados los tres años de edad. A estos criadores
comerciales no les gusta correr riesgos empleando perros más mayores. Así se
evita la detección de mutaciones dañinas que se expresan en el fenotipo a una
edad más avanzada. Es por esto que tenemos tantas razas caninas de exposición
que no son muy listas, que muerden sin provocación y que no desarrollan un
vínculo con el dueño o con el lugar donde viven, y que se pierden cuando se las
deja ir sueltas. Tenemos ejércitos de terapeutas caninos, adiestradores,
psicólogos de animales y veterinarios. Nuestras razas cultivadas los mantienen
ocupados. Con los perros aborígenes, estos especialistas verían reducidos sus
ingresos porque son perros sanos física y mentalmente. Los criadores originales
de perros aborígenes simplemente matan todos los individuos anormales.
LA CONSERVACIÓN DE LA HETEROCIGOSIS EN LAS RAZAS ABORÍGENES
Por último, existe una importante característica de las
razas aborígenes que se ha investigado muy poco. Toda raza aborigen, en su
ambiente natural, debería presentar un elevado nivel de heterocigosis, similar
a los animales salvajes. Buena parte de esta variabilidad genética es de
naturaleza poligénica. Los niveles elevados de heterocigosis son de esperar a
priori, dado el amplio rango de variación fenotípica en las poblaciones de
estos perros, y también porque la selección natural beneficia a los organismos
heterocigóticos. Es así como se mantiene un polimorfismo equilibrado en
poblaciones de animales silvestres. De este modo, una población natural
absorbe, como una esponja, alelos de otras poblaciones aborígenes. Esto ocurre
cuando los perros entran en contacto directo como resultado de la trashumancia,
por ejemplo. El vigor híbrido tiene una ventaja selectiva, especialmente si los
alelos obtenidos recientemente son beneficiosos, y esta es la razón de por qué
las poblaciones aborígenes siempre presentan una cierta mezcla. Pese al hecho
de que algunos tipos de perros prevalecen localmente, bajo condiciones de cría
libre, o con intercambios frecuentes entre poblaciones adyacentes e incluso
lejanas, se encuentran abiertos a nuevas posibilidades de forma natural. La
variación causada por el contacto entre perros durante la trashumancia es muy
antigua y bien descrita por Cruz (2007) en perros de guarda y careas de
Portugal. Este tipo de variación existía mucho antes del influjo de reciente de
perros importados y no debería preocupar a nadie. Las caravanas de comerciantes,
las ferias regionales, las partidas de caza lejos de casa, las partidas de
guerra y el modo de vida altamente nómada de los dueños de perros aborígenes,
han ayudado a mantener un aspecto similar en canes con la misma función a lo
largo de grandes territorios, salvo algunas diferencias locales que han
sobrevivido durante mucho tiempo. La variación causada por el cruce de perros
aborígenes con funciones similares no es un problema, porque todos ellos pueden
desempeñar labores similares y su capacidad para sobrevivir no se ve mermada.
Ejemplos de este tipo de mezclas se dan en Kirguistán, entre taigan y tazis, en
Afganistán, entre el galgo afgano y el saluki, en Azerbaiyán, entre perros
caucasos de pelo largo y de pelo corto, en Siberia, entre tipos de laikas
pertenecientes a grupos étnicos vecinos, así como entre diferentes clases de
perros de tiro nórdicos. Sería completamente diferente si los perros aborígenes
se mezclaran con razas cultivadas importadas. Una pequeña mezcla con razas
cultivadas sería eliminada por selección natural. Sin embargo, si se da
masivamente, como cuando el número de perros de raza importados supera los
aborígenes, es una sentencia de muerte para la raza aborigen. Aunque estos
animales surgieron de las manos de criadores de perros nativos, purgar los
genes extraños de la población aborigen sería difícil sin algún conocimiento de
ciencia animal, genética y un buen conocimiento de la raza. Debido a que la
preservación de una raza aborigen requiere preservar una población, y no unos
pocos ejemplares bonitos escogidos por turistas, debería ser siempre una labor
colectiva llevada a cabo por criadores comprometidos.
SALVANDO LAS RAZAS ABORÍGENES DE LA EXTINCIÓN
Evitar una selección negativa inconsciente es muy
importante para mantener un programa de cría a largo plazo de cualquier raza
aborigen, lo que supone todo un reto. Por ejemplo, si un cinófilo bien
informado importa una pareja de perros aborígenes desde su región de origen,
ciertamente los cuidará bien. Hará todo lo posible para encontrar un buen hogar
para los cachorros. Sin embargo, la selección natural acaba aquí. Desde este
momento, depende del cuidado del criador no destruir la aptitud y capacidad de
trabajo de los perros, las cuales lo fascinaron en un primer momento. Esta
tarea debería estar bien organizada y la cría tendría que dirigirse
principalmente a la capacidad de trabajo, resistencia y vigor. Los animales
deben mantenerse y evaluarse bajo condiciones lo más naturales posible.
Mantenerlos ocupados, cazando, tirando de trineos, careando o guardando
rebaños, de acuerdo con la función de la raza, y asegurar interacciones
variadas con otros perros y con su medio ambiente. Esto ayuda a conocer los perros
y encontrar los mejores reproductores. De hecho, ¿cómo averiguar si un
determinado perro es listo y capaz de trabajar, si se lo mantiene encerrado
todo el tiempo? Muchos de nosotros renunciaríamos a tener un perro así, porque
no todo el mundo tiene el tiempo ni las condiciones de mantenerlo
correctamente. Para tener éxito, el criador de perros aborígenes debería
centrarse en obtener la mejor capacidad de trabajo.
Actualmente existen algunos entusiastas que tratan de
criar perros mejores utilizando el rendimiento en el campo como único criterio
de cría. Esto implica seleccionar para una determinada función, en vez de una
cierta apariencia. En los EEUU, los cazadores de coyotes de los estados de las
praderas centrales y occidentales llevan desarrollando el galgo de coyote
durante, al menos, 100 años (Eliason, 2007). Alguien puede preguntar por qué
desarrollar otro tipo de lebrel, cuando ya tenemos muchas razas excelentes de
ese tipo para cazar piezas de todas clases. El problema es que ninguna de ellas
satisface al cazador de coyotes. Bajo las condiciones que se dan en las praderas
americanas y los estados del oeste, los galgos ingleses no resisten el calor y
pueden incluso morir por esa causa, si se los pone a correr tras una presa en
un día cálido. Además, pueden romperse las patas en terreno abrupto. El galgo
escocés es capaz de enfrentarse al coyote, pero no es lo suficientemente rápido
para alcanzarlo. Los borzóis corren rápido, aunque no maniobran con la
suficiente agilidad cuando el coyote empieza a hacer quiebros bajo alambreras
de espino o matorrales. Además, tampoco les gusta el calor. Un buen galgo de
coyote debe ser rápido, maniobrar bien, debe ser valiente y agresivo, fuerte,
capacitado para capturar un depredador tan rápido y fuerte como el coyote. Los
entusiastas de su caza están cruzando todo tipo de lebreles e incluso no
lebreles, para añadir las cualidades necesarias a su población original de
origen mixto. El ensayo y error continúa, ayudando a mejorar aún más la
funcionalidad de la raza. ¿Y es una raza? Sí, lo es, una que es la mejor para
capturar y matar coyotes. Su apariencia no importa mucho, pero en el aspecto
funcional, todos ellos son muy buenos y similares anatómicamente. Su apariencia
es variable, pero eso carece de importancia para su función. Algunos perros
tienen pelo duro y barba, como el galgo escocés, otros son de pelo corto.
Algunos tienen una oreja erguida y la otra caída y se acepta cualquier color.
Su anatomía funcional y vigor son absolutamente perfectos, pero se permite que
varíen algunos rasgos menos importantes, como las orejas o el color. Los dueños
y usuarios de estos galgos de coyote piensan que sus perros son hermosos,
aunque para el criador canino tradicional y purista esto es difícil de aceptar.
Los cazadores de coyotes ven belleza en el trabajo de sus perros. El galgo de
coyote es una raza canina única y auténtica con un único rasgo fundamental: que
pueden capturar y matar coyotes mejor que ninguna raza pura.
Otro ejemplo es el alaskan husky. ¿Qué tipo de raza es? Se
trata de perros que pueden tirar de trineos muy rápido y muy lejos. La función
viene primero. ¿Qué aspecto tienen los perros? Pues muy similar a los spitz
nórdicos (o perros de trineo siberianos). Cualquier color es aceptable. Algunos
ejemplares no tienen orejas perfectamente erguidas o éstas son asimétricas,
pero debido a su función y al medio ambiente nórdico, la apariencia clásica de
perro de trineo predomina. Genéticamente, esta raza se encuentra en constante
flujo, porque sus entusiastas cruzan una y otra vez, tratando de mejorar su
función. Se han aportado todo tipo de razas a la población: perros de tiro
aborígenes norteamericanos, similares al eskimo canadiense, malamutes y huskys
siberianos. Desde la época de la Fiebre del Oro, se añadieron lebreles para la
velocidad, sabuesos para la resistencia, séter irlandeses por el temperamento
y, más recientemente, el póinter alemán de pelo corto, el pastor alemán y, en
ocasiones, lobos. Todo ello, recombinado y reseleccionado para mejorar una
función, que siempre es la misma: correr muy rápido y largas distancias. La
apariencia está subordinada a la función. Tal vez, bajo la presión de la
selección natural y la vida en las condiciones locales, a simple vista el
alaskan husky sea un perro nórdico de trineo. Y puede que no les parezcan
bonitos a algunos, pero el caso es que ganan carreras.
Estos dos ejemplos merecen una seria atención por parte
de zoólogos y genetistas. Algunos expertos en perros rechazan reconocer esas
dos razas, pero el hecho es que ambas lo son tanto como cualquier raza de
pedigrí, aunque se basen en otro concepto de lo que es una raza canina. En los
dos casos, la apariencia se subordina a la capacidad de trabajo y los animales
de ambas variedades son sumamente uniformes anatómica y etológicamente. Tal vez
sea así como todas las razas aborígenes comenzaron en la prehistoria, cuando
sus ancestros se parecían a dingos u otros perros aborígenes generalistas.
La selección por desempeño en un cierto trabajo comenzó
desde que se domesticó el lobo. Puede que el trabajo de los primeros perros
fuese simplemente ser una mascota y ocasionalmente alimento. Ese era el nicho
ecológico que ocupaba el dingo australiano antes de que los europeos lo
descubrieran. Bajo la selección durante milenos para diferentes funciones y la
adaptación a diferentes entornos geográficos, divergieron produciendo laikas,
salukis, perros de guarda de ganado y otros tipos de perros aborígenes. Su
suerte posterior dependería del destino de sistemas ecológicos enteros, desde
los que han llegado a nosotros. La cría para preservarlos no es lo mismo que la
cría para mejorarlos. Incluso si sabemos lo que cualquier raza aborigen debería
ser capaz de hacer y qué aspecto debería tener, criarlos en “cautividad” puede
servir tan sólo como una medida temporal. De continuar durante muchas
generaciones, alterará la raza a peor a causa de la selección degenerativa.
Algunas razas aborígenes son altamente variables
morfológicamente e incluso pueden ser politípicas, lo que significa que tienen
más de un tipo en una única población o varias sub-razas. Es comprensible que
su diversidad natural no pueda conservarse criándolos bajo un estándar
tradicional, que reduce la variabilidad todo lo posible. El estándar de una
raza aborigen debe ser más liberal, descriptivo e incluir más de un tipo
presente en su territorio natal. A. Sedefchev y S. Sedefchev (2007) ya lo
pusieron en marcha con el perro karakachan. Los mejores perros aptos para la
cría no deberían ser campeones de concurso, sino más bien los mejor valorados
en su entorno. Los concursos y competiciones de razas aborígenes deben volverse
a rediseñar por completo para poner el foco en el comportamiento en el campo y
en el desempeño físico. La conservación de la máxima heterocigosis dentro de la
población reproductora se puede preservar manteniendo diversas líneas paralelas
con cruces periódicos entre ellas. Los criadores de animales de granja
productivos utilizan este método comúnmente.
Emplear una raza aborigen para un trabajo diferente,
nuevo para ella, la cambiaría, especialmente si se seleccionara los perros para
ser fáciles de adiestrar. Esto los alteraría al hacerlos más receptivos a las
órdenes del adiestrador, en detrimento de su capacidad para trabajar
independientemente en sus países de origen.
Los dueños de razas cultivadas seguirán criando y
llevando sus perros a concursos, y a muchos no les importa escoger algunas de
las razas aborígenes para mantenerlas y criarlas con el mismo propósito.
Algunas líneas procedentes de perros aborígenes, tras un número de
generaciones, se seleccionan para un uso diferente y se transforman en una raza
distinta con otro nombre. Puede ser beneficioso añadir la genética vigorosa y
sana de razas de tipo aborigen, para ayudar a las razas cultivadas. Sin
embargo, esta actividad es irrelevante para nuestro objetivo de preservar estos
perros antiguos.
Conservar las razas aborígenes debería formar parte de un
proyecto de conservación natural más amplio, que incluya los paisajes, la
vegetación y la fauna salvaje, como liebres, antílopes, chacales, zorros,
lobos, coyotes, osos, etc. Por supuesto, la gente con sus formas de vida
tradicionales y uso del territorio, con su ganado y sus perros, debería ser una
parte vital de tales proyectos. Una conservación efectiva no puede lograrse a
menos que la gente que vive en esas tierras, y depende de ellas, sea una parte
integral del proceso conservacionista. Nature Conservancy y otras
organizaciones y asociaciones deberían apoyar proyectos así. Y los amantes de
los perros aborígenes se beneficiarían con la preservación de poblaciones esenciales
del <<tipo salvaje>> de las razas aborígenes. En esta conferencia,
tenemos la oportunidad de oír a cerca de interesantes estudios y avances en la
historia, variación y conservación del tazy en Asia central y en Kazajistán. La
raza se encuentra, ciertamente, en proceso de recuperación (K. N. Plakhov y A.
S. Plakhova, 2005). Los autores han hecho un magnífico trabajo para salvar la
raza en el país y han recopilado información muy interesante sobre la historia
de estos perros y la variación existente en los mismos. Sin embargo, su
reciente idea de desarrollar una raza separada, el tazy kazajo, es
potencialmente peligrosa para la misma idea de conservar esta raza como
aborigen. Se transformaría, simplemente, en otra raza cultivada con todos los
cambios que conlleva eso, tales como la reducción de la variabilidad y el
aislamiento de sus poblaciones aborígenes aún existentes. Cruz (2007) presentó
los resultados de un estudio profundo sobre las razas aborígenes en Portugal,
muy interesantes. A. Sedefchev y S. Sedefchev (2207) expusieron un ejemplo en
proceso de conservación del perro karakachan en Bulgaria. Los Sedefchev no viajaron
a Almaty, como tenían previsto, aunque enviaron su artículo recientemente.
Llevan adelante un emocionante proyecto para preservar tres de las razas animales más antiguas de
Europa: el perro karakachan, la oveja karakachan y la raza indígena de caballo.
Todo ello es parte de un proyecto integral de conservación natural, que incluye
lobos y osos. Tales esfuerzos pueden servir de ejemplo a otros sobre cómo
obtener financiación y enfrentarse a problemas complejos en el proceso.
Los criadores que utilizan activamente perros aborígenes
para trabajar y en actividades deportivas, son exactamente el tipo de gente que
contribuye más seriamente a su conservación para las generaciones futuras. No
obstante, salvar estas razas en sus países de origen es el modo más fiable de asegurar
la supervivencia de estos perros únicos. Las líneas de razas aborígenes en
posesión de dueños lejos de sus países de origen, necesitarían intercambios
genéticos periódicos con los núcleos principales del <<tipo
salvaje>>, igual que el gigante griego Anteo necesitaba tocar a la Madre
Tierra para recuperar su fuerza.