martes, 7 de septiembre de 2010

REGRESO A ASTURIAS: ESTA VEZ CANGAS DEL NARCEA Y ALREDEDORES

Después de muchos meses (demasiados) sin colgar nada en el blog, vuelvo a tener tiempo para mí, para escribir y para salir a hacer fotos por ahí. Ya era hora.

Un verano más, y para no perdernos nada, hemos regresado a Asturias en agosto. Uno se libra así de los calores estivales del centro peninsular, ve lugares maravillosos, fauna y flora distintas de las de la Meseta, y además se come estupendamente. El lugar elegido: el concejo de Cangas del Narcea, en el lejano suroeste asturiano.

Ya nada más llegar, se notaba que la zona era bastante diferente a Somiedo, menos abrupta, más amplia. Aunque igualmente verde. En los montes se alternaban bosques caducifolios dominados por el roble carballo (Quercus robur). La casa rural estaba muy bien, pero la verdad es que no paramos quietos y nos lanzamos a recorrer diversos parajes de la zona en busca de rutas interesantes.

Por ejemplo, en el cercano concejo de Degaña hicimos una ruta que resultó espectacular, contra todo pronóstico. Y es que, justo en la ladera de enfrente estaba en activo una gran mina a cielo abierto, con su polvo de carbón, camiones pasando y ruidos diversos. El camino a seguir subía por una ladera cubierta de bosque, de modo que no tardamos mucho en dejar atrás las molestias de la mina, y adentrarnos en una verdadera selva caducifolia, en la que crecían líquenes como cabelleras:



El bosque venía dominado en gran parte por hayas (Fagus sylvatica):


Aunque la verdad es que encontramos otras muchas especies de árboles, incluyendo servales, abedules, acebos, robles, e incluso tejos de gran tamaño. Allí donde el dosel forestal era más denso, el suelo aparecía despejado aunque cubierto de hojarasca, como en este trecho ocupado por hayas:


Algunos árboles yacían descomponiéndose, aquí y allá, proporcionando alimento a numerosos insectos xilófagos, y a su vez a los depredadores de estos. En otros puntos, los claros parecían lo suficientemente luminosos como para permitir el desarrollo de un sotobosque denso:

Aunque, junto con la contemplación de aquel bosque maduro y complejo, con abundancia de árboles viejos y madera muerta, tal vez lo que mas sorprendió fue la fauna que pudimos observar en aquella hora de subida. Aves comunes, como mirlos, arrendajos o carboneros, se nos cruzaron muchas veces. Incluso llegamos a ver buitres leonados y un halcón peregrino en una peña. Pero es que no tardamos en dar con lo que nos pareció claramente un excremento de lobo, lleno de pelo de ungulado (probablemente ciervo o corzo):

Un poco más adelante, unas plumas densas y cálidas, grandes, moteadas, que nos parecieron de urogallo (hembra), y que nos llevamos para poder fotografiar e identificarlas más tarde:


Unos días después, visitando el centro de interpretación de la reserva de Muniellos, un guarda de dicha reserva nos confirmó que no sólo eran plumas de urogallina, sino que en el lugar en el que habíamos estado se conocían al menos dos cantaderos activos de urogallo. Teniendo en cuenta que esta especie está en retroceso vertiginoso, y que teníamos a un kilómetro de distancia una mina de carbón en plena actividad, casi no me lo podía creer. Ante nuestro comentario al guarda sobre el impacto de aquella explotación minera sobre la población de osos, lobos, y al parecer incluso de urogallos, de las zonas altas de Degaña, nos encontramos ante el convencimiento de varias personas del centro de interpretación de que esa empresa estaba generando allí muchos puestos de trabajo. Paralelamente he recibido informaciones totalmente contrarias, que apuntan a que las minas a cielo abierto no sólo producen pocos puestos de trabajo, sino que además no son rentables. Así que no sé qué pensar.
Pero siguiendo con nuestra ruta, poco después encontramos en el suelo una pequeña rana bermeja (Rana temporaria). Nada espectacular, porque este anfibio es probablemente el más abundante de nuestros bosques eurosiberianos. Mucho más sorprendente fue cuando, poco después, nos encontramos con una especie mucho más rara de encontrar en un lugar así: una ranita de San Antonio (Hyla arborea).



Dado que normalmente esta ranita se encuentra asociada a la vegetación densa que crece cerca de humedales bien conservados, no nos explicábamos bien el hallazgo. La respuesta a la incognita llegó al descubrir que, a unos 20 metros, pasaba un arroyo, y al cruzarlo nos encontramos con que se trataba del desagüe natural de una laguna de montaña, rodeada de pastizal, abedules y otros arbolillos. El lugar resultó ser de una riqueza herpetológica pasmosa. Hice una foto de una concentración de renacuajos en el arroyo:


Continuamos, y en la ascensión por encima del nivel del bosque, encontramos la letrina de un pequeño carnívoro:


Podría ser de gineta, pero a esa altitud no me pareció que el hábitat reuniera las características que necesitan las ginetas, que son relativamente termófilas. También podría ser de garduña, pero tengo entendido que raramente producen letrinas, así que me quedé con la duda. Descubrimos una laguna de mayor tamaño más arriba, y allí paramos para comer, pero a la vuelta nos detuvimos un rato en el primer humedal y yo aproveché para hacer algunas fotos de los anfibios locales.

Rana bermeja (Rana temporaria) y renacuajos.

Renacuajos, probablemente de rana bermeja.

Tritón palmeado (Triturus helveticus).

Además de gran número de tritones palmeados, había también una densidad aparentemente similar de un pariente de mayor tamaño, el tritón jaspeado (Triturus marmoratus), del que no conseguí hacer fotos decentes.
A la vuelta, no percibimos presencia humana hasta que no llegamos prácticamente a la mina. Aunque sí encontramos el cadáver reciente de una musaraña. Me recordó al capítulo de los Simpson en el que Lisa encuentra una musaraña con una luxación. El caso es que le hice una foto, pero es bastante mala:


Las orejas apenas eran visibles, porque quedaban bajo el pelaje, así que me pareció más una especie del género Sorex, y no del género Crocidura (que son las que comunmente encontramos en el centro peninsular). Sé que ambos grupos de sorícidos pueden diferenciarse por el color de los dientes (rojos en Sorex). No me dio por mirarle los dientes. Las musarañas del género Crocidura son de origen tropical, mientras que las Sorex se encuentran fundamentalmente en ambientes eurosiberianos húmedos y son muy raras en la Europa mediterránea. Entre sus adaptaciones a los climas fríos, parece que están sus orejas más pequeñas, que irradian menos calor corporal al aire. En cuanto a la especie concreta, no tengo la menor idea.

Hicimos muchas más salidas interesantes. En general la zona se conserva verde y cada vez más frondosa, como consecuencia de la expansión del matorral y el bosque en zonas de pastizales. En realidad eso constata un problema en la zona, que puede quedar encubierto por el verdor y la exuberancia del paisaje, pero que al mismo tiempo podría estar poniendo en peligro la propia riquezza natural de la región. Según nos comentó nuestra casera, se está produciendo en el concejo (como en buena parte de la Cornisa Cantábrica) un rápido abandono de la ganadería. Con la globalización y la importación de carne y leche, las familias ya no pueden mantenerse criando vacas porque los precios de venta son cada vez más bajos. De hecho, nuestra casera había vendido hacía unos pocos años sus últimas reses, pese haber luchado por mantener la explotación familiar heredada de sus padres: simplemente no sólo no sacaba dinero, sino que perdía, al ser más caros los costes de mantenimiento que los beneficios de la venta de carne y leche.

Esa negra sombra se extiende ya por las montañas. A medida que desaparece el ganado de los prados, cambia el paisaje. Se cierra, se vuelve homogéneo, y se empobrece. Desaparecen las áreas de campeo de las águilas culebreras y los buitres se van quedando sin comida. Además de las consecuencias que esto puede tener para unos ecosistemas que llevan milenios coexistiendo con las culturas ganaderas humanas, existen repercusiones sociales que pueden ser igualmente peligrosas: se podía percibir que la gente estaba dolida con esa fenómeno. Nuestra casera decía: "Nuestros gobernantes se preocupan mucho por el oso, y no quieren una mina aquí en el valle. Pero ¿qué pasa con nosotros? ¿Nos tendremos que marchar? ¿Somos menos importantes que el oso?".

Esperemos que las soluciones inteligentes y valientes no tarden en llegar, porque Asturias tiene una impresionante riqueza que merece la pena conservar entre todos. En diferentes lugares encontramos cosas curiosas, que no habíamos visto antes. Por ejemplo, en Luarca encontramos numerosas truchas en la zona baja de la ría, nadando en agua salada entre bancos de lisas, cangrejos y moluscos marinos:

Aparentemente estas truchas eran fluviales, pero pasaban del agua dulce a la salada constantemente y sin ningún problema.Y por supuesto, no puedo dejar sin mencionar la maravillosa playa de Barayo, casi en el extremo occidental del litoral asturiano:


Se trata de un paraje muy bien conservado, pese a la presencia de plantaciones de pinos y eucaliptos en sus inmediaciones. La ría, flanqueada por dos laderas rocosas que forman acantilados al llegar al mar, se encuentra rellenada por materiales sedimentarios aportados por el río Barayo. Este serpentea antes de alcanzar su desembocadura, y gracias a sus aportes de arenas se ha formado una amplia playa con un sistema dunar, así como un ambiente estuarino muy interesante, que incluye la presencia estable de nutria (Lutra lutra). Aunque tiene un camino corto que permite bajar a la playa desde un aparcamiento en sólo unos minutos, preferimos hacer una ruta larga que discurre contigua al río. Eso nos permitió observar una microscópica muestra de cómo eran las rías cantábricas hace siglos, antes de que fueran ocupadas y urbanizadas por los seres humanos. Así, en el curso bajo del Barayo, pero antes de llegar a la zona de influencia de las mareas y aguas marinas, el camino se adentró en una verdadera selva (con lianas incluidas) dominada por grandes alisos (Alnus glutinosa).


El Barayo se dividía en brazos secundarios, que recorrían el bosque sombrío cargados de sedimentos:
Sin embargo, más abajo, donde el río recibía la subida de aguas saladas durante las mareas altas, los meandros cambiaban de aspecto: el bosque ripario era sustituido por una vegetación herbácea más resistente a la salinidad:


Y al fin la playa propiamente dicha:



El ambiente era muy agradable y con poca gente. Pasamos allí un buen rato, y luego nos marchamos por la ruta corta. Ésta cruzaba la desembocadura del Barayo, así que nos detuvimos un poco en aquel micro-estuario, en el que encontramos una sorprendente variedad de alevines de peces: crías de espáridos, mugílidos, aterínidos, e incluso peces planos similares a diminutos rodaballos. En cuanto a los góbidos, fueron los más fáciles de fotografiar, ya que verdaderos enjambres de alevines (probablemente de Pomatoschistus) se sentían irresistiblemente atraídos por nuestros pies:



Durante los últimos días que pasamos en Asturias, visitamos otros lugares, incluidas las inmediaciones de la reserva de Muniellos. Resultaron ser espectaculares, y me dejaron con muchas ganas de visitar el interior de la reserva. La zona acoge un número importante de osos pardos, que no obstante se extienden por gran parte de la región que estuvimos explorando. Otra cosa es llegar a verlos, claro está. Sin embargo, otras muchas criaturas fascinantes se nos cruzaron en diferentes salidas. Por ejemplo, uno de los últimos días, y cerca de la población de Cangas del Narcea, encontramos este pequeño anfibio en un bosque de ribera:




Se trataba de una cría de sapillo pintojo ibérico (Discoglossus galganoi), especie restringida fundamentalmente al oeste de la Península Ibérica. Pese a su parecido con la rana bermeja, no se encuentra emparentado con ella, y pertenece a una familia de anuros primitivos: la de los discoglósidos. Se encuentra asociado a pequeños cuerpos de agua, sobre todo si son soleados y se encuentran rodeados de vegetación herbácea, así que es de suponer que ese ejemplar procedería de algún lugar situado en los prados cercanos a aquel bosque ribereño. Y muy cerca de allí, la bóveda forestal creaba un juego de luces y sombras de gran belleza. En la pendiente que bajaba hasta el río se desarrollaba un sotobosque denso, con abundancia de helechos del género Dryopteris, que casi daban un aspecto de selva subtropical al conjunto:
Con todo lo visto, mucho más nos quedó por ver. Así que tendremos que volver tarde o temprano...

3 comentarios:

  1. Un completo recorrido, sí señor.
    Hay que volver, que Asturias siempre agradece la visita.
    ¡Qué casualidad, el día 10 de agosto también estaba un servidor en la playa de Barayo!

    Saludos.

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  2. ¡Muchas gracias!

    Pues qué casualidad, casi nos tuvimos que cruzar, aunque yo estuve allí el 5. La verdad que sí, Asturias merece mucho la pena.

    Saludos

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