miércoles, 13 de febrero de 2013

UN DÍA DE TEJONES

El pasado sábado 8 de diciembre, hicimos una salida muy interesante con Iván. Se trataba de explorar una zona boscosa donde él está realizando un estudio sobre tejones. Madrugar mereció la pena, sobre todo porque nos permitió conocer una zona muy interesante que nos queda relativamente cerca de casa.

El área donde Iván está haciendo el seguimiento de varias familias de tejones, se sitúa a algo más de 1.000 m de altitud. El clima puede considerarse de transición entre templado de verano seco y caluroso y templado de verano seco y templado. La temperatura media anual es de unos 12'5º C, siendo los inviernos muy fríos y con nevadas frecuentes. Las precipitaciones son relativamente abundantes comparadas con las que tenemos en el sureste de Madrid, superando de media los 780 mm anuales. En cuanto al suelo, está formado por plegamientos calizos, si bien existen afloramientos puntuales de rocas ácidas (cuarcitas). Esas condiciones favorecen la formación de comunidades vegetales dominadas árboles de hoja perenne, como encinas, sabinas y enebros, así como por algunas especies de hoja caduca o marcescentes (quejigos y en menor medida robles melojos). 

Iván nos había dicho que el lugar merecía la pena, no sólo por su fauna, sino en general por lo curioso de sus formaciones rocosas y por la belleza del paisaje en general. Desde luego, no decepcionó. Al margen de un pequeño incidente inicial con un cazador armado, que disparó en el mismo camino por el que caminábamos nosotros, pudimos disfrutar un entorno tranquilo y lleno de vida. La mayor parte del recorrido estuvimos rodeados por un bosque mixto de encinas (Quercus rotundifolia) y sabinas albares (Juniperus thurifera), entremezcladas con quejigos (Quercus faginea) en puntos donde el suelo era particularmente húmedo. Estas especies pueden observarse juntas en la siguiente foto:


La mayor parte del arbolado no alcanzaba muchos metros de altura. De hecho, se diría que se trata de un bosque en pleno proceso de maduración. La presencia de grandes ejemplares aislados de sabina, probablemente de varias veces centenarias, y encinas enormes, apuntan a procesos de deforestación en un pasado reciente. El porte de algunos gigantes supervivientes atestiguan que las condiciones locales permitirían el desarrollo de un bosque esclerófilo mixto, alto y sombrío:


Prácticamente al empezar a caminar, Iván nos mostró el primer rastro de presencia de tejones. Concretamente una letrina:


Fue la primera pista de la presencia de estos mamíferos, tan difíciles de observar y tan poco estudiados en nuestro país. El tejón (Meles meles) es un mustélido de gran tamaño que presenta numerosas particularidades en relación con otros carnívoros ibéricos. Para empezar, es de costumbres subterráneas, o mejor dicho, pasa buena parte de su vida bajo tierra en madrigueras que forman verdaderos edificios en el subsuelo. Sólo al anochecer salen en busca de alimento. Es entonces cuando aprovechan para marcar su territorio de una forma muy llamativa: excavando y defecando en letrinas comunales, que utiliza toda la familia. Y es que los tejones son, con toda seguridad, los mustélidos autóctonos más sociales: forman clanes que comparten territorio, sistema de galerías y habitáculos subterráneos. Las letrinas familiares, según nos explicó Iván, aparecen siempre a cubierto de un árbol o un saliente rocoso, probablemente para protegerlas así de los elementos. Los tejones escavan agujeros cónicos y depositan en ellos sus excrementos. El aspecto de las deposiciones varía mucho según la dieta, y ésta con las estaciones. En ese momento eran negras y blandas (aunque no me entretuve en comprobar físicamente la textura):


Muy cerca de aquella primera letrina observamos otros excrementos, incluyendo uno de zorro y otro de garduña. Este último, en medio del camino, se encontraba lleno de semillas de frutos de sabina y otras especies:


Al parecer aquella zona boscosa mantiene una comunidad de mamíferos carnívoros muy diversa, que incluye no sólo especies muy comunes, como el zorro, sino también ginetas o garduñas, además de animales más raros, como los tejones y los gatos monteses. Es interesante cómo cada una de estas especies explota los recursos alimenticios y el espacio de un modo diferente, de tal manera que la competencia se reduce. En el caso de la garduña (Martes foina), destacan en este sentido sus hábitos parcialmente arborícolas, el uso intensivo de roquedos y fisuras calizas y el consumo de oportunista de pequeños animales y gran cantidad de fruta.

De camino a la primera tejonera que íbamos a visitar, nos encontramos junto al camino esta magnífica encina:


La mayor parte de las encinas de gran tamaño que pudimos ver, se encontraban relativamente lejos de los caminos. Eso me hace pensar que tal vez el proceso de deforestación tuvo más que ver con la tala para la obtención de leña o carbón vegetal, que con quemas para obtener pastos. El caso es que la primera tejonera se hallaba no en un encinar, sino en un sabinar casi puro que quedaba un poco más al noroeste. Este es el aspecto del sabinar en maduración:



La tejonera era, para los estándares de la Iberia mediterránea, espectacular:


La familia de tejones había extraído del subsuelo una enorme cantidad de tierra, creando un gran montículo junto a la boca principal que daba acceso al sistema de galerías subterráneas. El tejón es un mamífero propio de climas húmedos, que muestra una especial predilección por alimentarse de lombrices de tierra. En Centroeuropa o en las Islas Británicas, la abundancia de su fuente alimenticia preferida mantiene grandes familias o clanes, que excavan enormes tejoneras con numerosas bocas. En la mayor parte de la península ibérica esto no es así. Tal y como nos explicó Iván, aquí la mayor parte de las tejoneras se encuentran ocupadas por una pareja, o bien por la pareja y algunas hembras hijas de ésta. Por ese mismo motivo, sus madrigueras son mucho más discretas y modestas. Ésta del gran montículo, por ejemplo, tan sólo tenía dos entradas. Ésta era la principal:


La segunda familia a la que le hicimos una visita, se había instalado en un bosque mixto (encinar-sabinar). La tejonera era incluso mayor que la anterior, con dos sectores diferentes que a su vez tenían varias bocas cada uno. Por desgracia, lo intrincado de la vegetación no dejaba hacer buenas fotos del espectacular montón de tierra que se acumulaba frente a las huras. Ésta es la más decente que pude hacer:


Debido a que los tejones excavan permanentemente y hacen continuos trabajos de acondicionamiento en sus  hogares subterráneos, sacan a la superficie gran cantidad de materiales. Iván nos contó una cosa que me pareció muy curiosa: había encontrado cráneos de tejón en esos montículos. Al parecer, a veces suben los restos de sus parientes o antepasados junto con la tierra que extraen en sus ampliaciones.

Dejo aquí algunas fotos de las bocas, en las que pueden observarse los carriles o surcos que los animales hacen en sus constantes entradas y salidas:




Muy cerca de allí, en un camino ligeramente húmedo, encontramos un rastro de tejones. Las huellas, muy características, recuerdan a las de un oso y en ellas se observan siempre las poderosas garras excavadoras, marcadas frente a los cuatro dedos principales:



Nuestro guía en aquella jornada de campo nos llevó a ver una zona de cuevas, y de camino nos encontramos con esta madriguera de tarántula (Lycosa) en una zona despejada:


He visto muchos nidos de tarántula en mi vida, ya que eran unos animales muy abundantes en el campo que había frente a mi casa durante mi infancia. Sin embargo, es la primera vez que veo la construcción que se ve en la imagen: un tubo tejido con palitos y fibras vegetales. Al lado puede observarse la tierra evacuada por la gran araña durante la excavación del túnel. En aquel claro encontramos otras tres madrigueras más de tarántula, todas similares, con los mismos tubos de palitos y materia vegetal seca. 

Poco después visitamos una cueva, que resultó ser muy interesante también. Se abría tenebrosa entre la vegetación. De hecho, una cortina de hiedras cubría todo un lateral de la entrada:


Aunque el suelo estaba cubierto de escombros acumulados a lo largo de siglos de desprendimientos, pudimos avanzar un poco en la oscuridad, alumbrándonos con las luces de los móviles. Iván nos mostró unas congregaciones de murciélagos, que se encontraban arracimados en grupos compactos:


En el momento no pude fijarme bien, pero después, viendo las fotos, se pueden diferenciar al menos dos especies. Una de ellas es muy grande (tal vez un tipo de Rhinolophus) y la otra, mucho menor, podría ser algún tipo de Myotis. Imposible saberlo, porque no quisimos molestarlos. Lo que está claro es que las cuevas que se abren en la zona son de gran importancia para los quirópteros. Algo nada despreciable, teniendo en cuenta lo vulnerables que son estos mamíferos, lo amenazados que se encuentran y lo poco que sabemos aún de su biología.

En las inmediaciones seguimos viendo tejoneras, muchas de ellas abiertas bajo salientes rocosos:


Y más encinas de gran porte, entre lapiaces calizos apartados de los caminos:


Poco después iniciamos el regreso. De camino al coche encontramos estos excrementos:


En resumen, una jornada de campo muy agradable y en la que aprendí muchas cosas. ¿Qué más se puede pedir?

No hay comentarios:

Publicar un comentario