Esta fotografía de David tiene mérito, porque la sacó con su móvil. La tomamos en Uña, en plena serranía conquense, y corresponde a dos lagartijas ibéricas (Podarcis hispanica) tomando el sol a finales de marzo.
Este lacértido, que muestra una marcada preferencia por enclaves soleados y rocosos, es uno de los saurios más extendidos de nuestra península. Pese a su nombre, no se trata de un endemismo ibérico, aunque Iberia supone el centro de su área de distribución. Ocupa una amplia variedad de hábitats, desde el nivel del mar hasta áreas montanas por encima de los 1.000 de altitud, y climas que van desde subtropicales semiáridos (costa de Almería) hasta eurosiberianos suaves (como el litoral cantábrico). En ese amplio rango geográfico y ecológico, las lagartijas ibéricas aparecen en numerosas formas de colores y características ligeramente diferentes.
Hasta ahora, se pensaba que se trataba simplemente de variaciones locales, producidas por la adaptación a condiciones específicas. Sin embargo, recientes estudios genéticos demuestran que la realidad es mucho más compleja que esto. Nuestro territorio tiene tras de sí una historia geológica y climática sumamente complicada, en la que el pulso de los periodos glaciares y la disposición de las cordilleras aislaban y volvían a comunicar, de forma intermitente, las poblaciones de muchos animales y plantas. Entre los más susceptibles a estos procesos de aislamiento en refugios climáticos (durante los máximos glaciares) y expansión posterior (durante interglaciares más templados) están las lagartijas rupícolas.
Probablemente sea esto lo que explique la existencia de diversos linajes, genéticamente diferenciados, dentro de lo que conocemos como Podarcis hispanica. Tan diferenciados que, en realidad, podrían suponer especies totalmente separadas y polifiléticas. En la actualidad, se reconocen como especies diferenciadas formas como la presente en el suroeste peninsular y noroeste de África (Podarcis vaucheri), aunque seguramente se necesite una revisión taxonómica a fondo para aclarar la verdadera naturaleza del complejo de especies que, hasta hace muy poco, hemos considerado "lagartijas ibéricas".
Una prueba más de lo poquito que comprendemos el mundo en el que vivimos y del que, pese a ignorarlo casi todo, nos hemos autoproclamado gestores.
Además, las lagartijas ibéricas son muy polimórficas y, a veces, poblaciones distantes solo unos pocos kilómetros tienen unos patrones de diseño bastante diferente.
ResponderEliminarPor cierto ¿hispanicus? ¿se ha cambiado el nombre de hispanica o ha sido una errata?
Saludos
Pues sí, Jesús, es "hispanica" porque tiene que concordar con Podarcis, que es femenina. Muchas gracias, ¡me había obcecado!
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