El pasado mes de abril, hicimos un par de visitas muy interesantes a los cerros yesíferos de Aranjuez, en el extremo sur de la Comunidad de Madrid. Dichas formaciones geológicas, además de tener por sí mismas una belleza muy peculiar, son una auténtica joya natural por lo que se refiere a plantas e invertebrados. Desarbolados y secos, los cerros se asemejan a lejanos paisajes de Asia central o de Oriente Próximo, y son contemplados con total indiferencia por una ciudadanía que valora más estéticas verdes, con agua y bosques frondosos. Es cierto que, durante la mayor parte del año, los cerros yesíferos permanecen en un discreto color pardo o amarillento. Sin embargo, esta primavera las lluvias habían despertado toda una gama de verdes y manchas de flores extrañas.
Barranco en primavera, con la llanura del Tajo al fondo. En estos ambientes desarbolados, se concentra una asombrosa variedad de plantas especializadas y raras.
No hay que dejarse engañar: estos ambientes son el hábitat de una asombrosa variedad de plantas e insectos especializados, gran parte de los cuales son endemismos y especies raras. La flora está compuesta por numerosas formas achaparradas y resistentes, adaptadas no sólo a crecer sobre suelos compuestos por yesos, sino a soportar prolongadas sequías, temperaturas extremas y el impacto de los fuegos. Por otro lado, se establecen diferentes comunidades florísticas dependiendo de la composición local del suelo y su profundidad, la humedad edáfica, su orientación o su pendiente. Así, en esta vaguada podemos observar, a simple vista, espartos (Stipa tenacissima), pítanos (Vella pseudocytisus), gamones (Asphodelus ramosus), retamas (Retama sphaerocarpa), efedras (Ephedra fragilis) y espinos negros (Rhamnus lycioides).
Sin embargo, su distribución espacial es muy concreta, dadas las necesidades específicas de muchas de las plantas. Así, las efedras tendían a concentrarse en zonas altas y expuestas, aunque con suelos bien desarrollados, mientras que los espinos eran más comunes en laderas más protegidas. Además, como puede verse por su abundante floración amarilla, los pítanos (Vella pseudocytisus) eran muy comunes. Como veremos, se trata de una verdadera joya botánica y una auténtica rareza. Sin embargo, a veces parecían ser las matas más frecuentes, desde las laderas bajas cerca de del fondo del valle hasta la transición con las estepas cultivadas de la meseta alta:
La calidad de las fotos es muy mejorable. Las hicimos con un móvil y, como queríamos hacer más con una cámara decente, regresamos hace una semana al mismo lugar. El verano ya estaba bien entrado, el verdor primaveral olvidado, las flores en los cerros apagadas. Y, no obstante, toda la zona es de una belleza muy peculiar, difícil de describir:
Cantiles yesíferos, en los que se produce un descenso abrupto desde la meseta hasta la llanura del Tajo.
Estas formaciones geológicas tan peculiares se desarrollaron debido a la fuerza erosiva del río Tajo, que a lo largo de millones de años, ha excavado estos materiales sedimentarios. En esta nueva visita de comienzos de julio, hemos vuelto a admirar la compleja trama de plantas especialistas, que forman una verdadera constelación de comunidades florísticas gipsófilas. Aquí dejo fotos de algunos de sus componentes más comunes:
Ontina (Artemisia herba-alba)
Cañaveja (Thapsia villosa)
Boja blanca (Helichrysum stoechas)
Espino negro (Rhamnus lycioides)
Punterilla (Pistorinia hispanica)
Uno de los puntos más interesantes de nuestra visita fue una vaguada húmeda, en cuyo fondo se desarrollaban pastizales halófilos. Al fondo, en la ladera de enfrente, se veían ejemplares de dos especies diferentes de efedras:
La más común en nuestra ladera era el canadillo (Ephedra fragilis).
Estos arbustos de crecimiento lento y perfectamente adaptados a las duras condiciones locales, pertenecen a un linaje de plantas antiquísimo. Pertenecen al grupo de las gimnospermas, junto a coníferas como pinos y cipreses. También son muy conocidas por sus propiedades medicinales. Detalle de sus frondas:
La presencia de espinos negros y efedras, en áreas de suelos profundos, indica una lenta evolución hacia formaciones pre-forestales.
Rodal de espinos con Koeleria vallesiana
En efecto, los cerros de Aranjuez ejemplifican muy bien las tensiones y complejas transformaciones que afectan a la vegetación local. En el pasado, incluso podían encontrarse encinares magníficos, si bien la construcción de la urbanización La Montaña destruyó el mejor ejemplo de este tipo de bosque en el municipio. En el pasado, cuando los bosques eran destruidos por el fuego, o bien descuajados por los elefantes o la gente, los árboles dejaban paso a formaciones de coscojar y, si las perturbaciones continuaban, seguían evolucionando hacia matorrales gipsófilos más bajos. Estos son los más extendidos en las inmediaciones de la localidad actualmente, debido a la actividad pastoril desarrollada allí. Sin embargo, la vegetación no permanece estacionaria, si no que evoluciona sin prisa pero sin pausa.
Millones de años de evolución, han modelado los cientos de especies vegetales perfectamente adaptadas a estas condiciones esteparias áridas, sobre suelos difíciles. Pero, aunque todas ellas merecen nuestra admiración, existen algunas que directamente son verdaderas joyas. Detengámonos en una de ellas. Una planta rarísima, amenazada, que no crece en distantes selvas tropicales ni en las cimas de una cordillera de nombre exótico. Una que vive justo enfrente de nuestra casa y que desaparece ante nuestros ojos sin que sepamos siquiera su nombre. Se trata del ya mencionado pítano (Vella pseudocytisus subsp. pseudocytisus). Sí, en primavera lo habíamos visto en plena floración:
Pero ahora, en verano, sus matas presentaban un aspecto mucho menos vistoso en los cerros yesíferos:
El pítano es una crucífera, relacionada, por tanto, con las coles. Sin embargo, a diferencia de ellas es una criatura longeva, cuyas estrategias vitales (incluido su ciclo reproductor) se basan en ser resistente y permanecer vivo largo tiempo, hasta que las condiciones del entorno le ofrezcan la oportunidad de multiplicarse. Tiene un porte modesto, no superando normalmente el metro de altura. Crece despacio, formando tallos leñosos retorcidos a medida que madura y envejece, sin prisa:
El pítano se asienta fundamentalmente sobre suelos formados por yesos. Requiere un clima árido, o al menos bastante seco, con menos de los 450 mm de lluvia anuales. No obstante, prefiere orientaciones de umbría, laderas que miren al norte, donde los suelos tienden a conservar más humedad. Esta adaptado a condiciones térmicas extremas, tolerando oscilaciones diarias de 20º C. No se desarrolla en bosques. Se trata, por tanto, de uno de los innumerables ejemplos de nuestras plantas y animales que demuestran que nuestro territorio nunca fue un bosque continuo. Que, pese a los mitos heredados de historiadores romanos mal informados, siempre existieron estepas y páramos desarbolados en nuestra península. Prueba de ello es el pítano, cuyas adaptaciones únicas han requerido millones de años de supervivencia en cerros deforestados.
No todos los pítanos florecen cada primavera. Como se ha dicho, no tienen prisa. Rebrotan al quemarse, renacen al ser aplastados. Permanecen. Sólo un 40% de las flores que producen generan semillas. Normalmente, las poblaciones estudiadas en la zona no logran que sus semillas generen plantitas nuevas. Al parecer, los pítanos requieren unas condiciones muy concretas para dejar descendencia: la presencia de una fuerte perturbación, que elimine plantas competidoras y remueva el suelo, y a ser posible en un año especialmente lluvioso (lo cual incrementa el número de ejemplares que florecen). Por eso su longevidad es tan importante.
En el pasado, el pítano debió ser una planta relativamente bien extendida, ya que se han encontrado poblaciones desde el sur de Madrid hasta Almería. En la actualidad, se ha vuelto muy rara. Es un endemismo del centro y sureste ibéricos, no encontrándose en ningún otro lugar del mundo. Se conocen muy pocas poblaciones supervivientes que, además, se hallan aisladas entre sí. Dos de ellas se encuentran en el centro peninsular (un núcleo entre Madrid y Toledo, y otro en Yeles), la tercera población a centenares de km, en la provincia de Granada. Se conocían algunos núcleos más en Almería, pero recientes búsquedas hacen pensar que se han extinguido, porque no se ha encontrado ni un solo ejemplar. La población a la que nos referimos, que sobrevive muy fragmentada entre Madrid y Toledo, ocupa menos de 20 km2. Y parece encontrarse en franca regresión. En las últimas décadas, la expansión urbana durante la burbuja inmobiliaria y la construcción de infraestructuras, han supuesto un verdadero calvario para esta planta única. Pese a que se ha logrado generar nuevos núcleos artificialmente, como en El Regajal de Aranjuez, los modelos de análisis de viabilidad poblacional realizados sobre esta especie, indican una clara tendencia hacia la extinción en los próximos 100 años.
Pero, si el urbanismo ha sido un azote para el pítano, por desgracia la crisis no ha sido suficiente para alejar esta amenaza de los últimos rincones que habita. El gobierno regional de la Comunidad de Madrid, del PP, con Ignacio González a la cabeza, pretende construir un complejo de ocio para gente bien justo en ese lugar: la Casa de la Monta y en la Dehesa de Sotomayor. La construcción de este complejo ya está firmado, pese a que el enclave se encuentra amparado por varias figuras de protección: Zona de Especial Protección de las Aves (ZEPA), Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) y zona de especial interés edafológico, forestal y paisajístico. Nada de esto le importa a la clase pudiente de nuestra región, que además gobierna. Parecen no tener suficientes escuelas de equitación y de golf, así que han decido plantar un gran mojón en este lugar:
La mayor parte, construida en suelos de máxima productividad agrícola de la vega del Tajo. Enfrente y en los cerros en los que crecen algunos de los últimos pítanos y otras muchas plantas raras, además de invertebrados endémicos asociados a ellas. La monstruosidad es de dimensiones descomunales, como lo es la estupidez y falta de ética de sus promotores. La Comunidad de Madrid y la UTE adjudicataria plantean la edificación 82.844 metros cuadrados y una ocupación de instalaciones de otros 400.000 metros cuadrados. En ello se incluyen 30.000 metros cuadrados de aparcamiento con capacidad para 1.500 vehículos o la construcción de hasta 96 apartamentos. Estos son los planos:
Habrá quienes digan que es por nuestro bien. Que es desarrollo y, por tanto, bueno. Que traerá puestos de trabajo. En fin, ya hemos visto muchas cosas los últimos años. Yo, personalmente, espero que un inesperado giro en esta historia mande el proyecto a la basura y a sus impulsores al paro. ¿Es mucho pedir? Ya hemos tenido que lamentar casos que recuerdan a este hace muy poco:
Mientras tanto, mejor aprovechar el tiempo. Salir a los cerros, mientras aún estén ahí. Y, en las laderas abrasadas por el sol, descubrir algunas de sus criaturas discretas y asombrosas:
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