El otoño trae cambios en los hábitos de la fauna salvaje. A veces las moscas se ponen muy pesadas y buscan refugio dentro de las casas. A medida que las temperaturas bajan, esto sucede con otras especies, incluidos algunos micromamíferos que pueden entrar en graneros o garajes de construcciones rurales.
No obstante, en algunos casos la anécdota puede vivirse con cierta inquietud. Esto es lo que les pasó, hace unas semanas, a los miembros de un grupo de música en Aranjuez. Estaban ensayando en su local (una antigua construcción de uso ganadero en el monte), cuando entre altavoces, cables y demás aparatos, surgió caminando esta criatura:
No tuve el placer de ver las caras que ponían los chicos, aunque, por lo que me han contado, se les pusieron los pelos de punta. Se trataba de un ejemplar muy grande de alacrán común o escorpión amarillo (Buthus occitanus), o al menos eso es lo que me parece en base a las características que se aprecian en la foto. La única otra especie con la que podría confundirse con facilidad es Buthus ibericus, menos común, y que se caracteriza por poseer un lóbulo en el segmento inferior de las pinzas.
El local en cuestión se encuentra dentro de una zona de cerros yesíferos, dominada por vegetación baja gipsófila adaptada a condiciones áridas (la orientación es sur). Dado que los alacranes amarillos prefieren ambientes secos, rocosos y muy soleados (por tanto, con pocos árboles), debe tratarse de un ambiente muy favorable para estos pequeños predadores. De hecho, no es el primer ejemplar que aparece en esas construcciones, aunque en este caso el tamaño y la robustez del animal dejó boquiabiertos a todos.
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