lunes, 14 de diciembre de 2015

MASTINES Y CINOFILIA OFICIAL: ¿NUBARRONES EN EL HORIZONTE?

Saludos a todos después de meses de no poderle dedicar al blog el tiempo necesario. Soy consciente de que vuelvo a publicar en un periodo del año muy ajetreado, con las elecciones en ciernes, y nos pilla a todos pensando en el amigo imaginario de tal ministro o en cosas similares. Por eso a lo mejor viene bien oxigenarnos un poco y qué mejor para eso que hablar de... perros.

Últimamente estoy bastante en contacto con el mundo del mastín. Sí, es todo un universo, o un conjunto de universos paralelos, que a veces se tocan y otras parecen no llegar a acercarse nunca. Enseguida aclaro a qué me refiero. 

Todos hemos crecido creyendo saber lo que es un mastín o, más concretamente, un mastín español. Sin embargo, en nuestro país el propio concepto de lo que es un perro (por simple que parezca) ha variado mucho desde principios del siglo XX. Actualmente, nuestra sociedad se ha vuelto tan urbanita, tan alejada del campo en el que evolucionaron nuestros perros nativos, que hemos olvidado cómo eran y qué hacían. En lugar de esto, la idea dominante de raza canina es la que podríamos llamar <<oficial>>. Es decir, un mastín, para ser un mastín de verdad, debería ser de pura raza y adecuarse a un estándar oficialmente reconocido, que dicta de forma precisa cómo debe ser la morfología del perro y, de forma más imprecisa, cómo es su carácter. Las sociedades occidentales han utilizado estos patrones para uniformizar y transformar las poblaciones caninas como una forma de arte y pasatiempo de las clases medias desde finales del siglo XIX. En nuestro país, esta moda llegó más tarde, pero cuando lo hizo, arrolló al mastín como una apisonadora. Tal vez por ser una raza española emblemática, fue una de las primeras en ser estandarizada. 

Durante el proceso, se cometieron errores muy graves. En parte, se debieron a que aquellos primeros cinólogos españoles del siglo XX habían asumido el concepto racial ya imperante en el resto de Europa, que considera que una raza canina está compuesta por ejemplares morfológicamente uniformes. Esto no ocurría con nuestros mastines, que en sierras y valles aparecían con una diversidad de tamaños y portes, y con coloraciones bastante variadas. Así que aquellos pioneros en cierto modo se sentían decepcionados con nuestros perros. Achacaban aquella diversidad a cruces indiscriminados y a una selección pobre por parte de un pueblo inculto. Es un problema conceptual: en Europa continental las razas caninas se cultivaban cuidadosamente desde hacía generaciones, se habían artificializado y homogeneizado. Nuestros mastines eran aún perros aborígenes, sin moldear por motivos estéticos, sino mediante la selección natural y las aptitudes para el trabajo. Así que, a la hora de redactar el estándar racial, se decantaron por basarlo en los ejemplares de mayor tamaño, los más masivos. Arbitrariamente, asumieron que eran los más <<puros>>. Otros problemas se derivaron de descartar coloraciones y aspectos morfológicos (como el color pinto o nacer con rabo corto) comunes en la población mastinera indígena.

Desde ese momento, se iniciaron décadas de cría selectiva de mastines según el estándar. Estas líneas se moldearon según criterios estéticos y no de funcionalidad. Se partió de perros ganaderos aborígenes como éste:


Y, tras un lapso de tiempo relativamente breve, los criadores han llegado a esto:


Fuente: http://www.diariodeleon.es/noticias/provincia/concurso-mastin-espanol-reune-noventa-ejemplares-villablino_623782.html

Se habla aquí de líneas de exposición o de belleza, aunque la belleza supongo que es muy discutible. Anatómicamente, las diferencias son evidentes a poco que nos fijemos. Los animales de concurso son mucho más pesados, por ejemplo. De hecho, el estándar establece que debe aspirarse a conseguir ejemplares más grandes y no marca una talla máxima. Ese gigantismo se traduce en pérdida de agilidad y fuerza, aunque también en una mayor incidencia de patologías como la displasia. Además, resultan muy evidentes los cambios en la piel. Se ha buscado conseguir mastines con papadas cada vez mayores, pellejos colgantes, pieles que se arrugan y pliegan en la cara y que generan párpados caídos. Las orejas son de implantación más baja y caen flácidas. ¿Qué tienen que ver esas características con un buen perro protector de ganado? En principio, nada. Es pura estética, aunque se hayan realizado verdaderas campañas para justificarlo. Se nos ha dicho que los perros lentos y letárgicos (linfáticos) son buenos, porque no se alejan del rebaño. Se nos ha contado que las pieles colgantes ayudan a los mastines en sus peleas con los lobos. Pero lo cierto es que hay que tener mucha imaginación o no entender nada de perros para creerse estas cosas. En efecto, mastines de otros países y reconocida eficacia frente a los depredadores, como el maremma, no tienen papadas colgantes, y no son linfáticos ni gigantes.

No obstante, algunas de las diferencias entre los mastines originales y los oficiales, no son tan fáciles de descubrir a simple vista. Por ejemplo, se ha constatado que se ha producido una fuerte modificación en el carácter de las líneas de exposición o belleza. Sí, los genes tienen mucho que ver con la conducta. Se dan problemas de timidez y los perros no reaccionan adecuadamente a la hora de guardar un rebaño. Aun así, tal vez el aspecto más siniestro de este proceso es el que tiene que ver con la salud. Se han multiplicado exponencialmente problemas como la displasia de cadera, por ejemplo. 

En el campo, quedan poblaciones de mastines sin pedigree, muy similares a las existentes 100 años atrás. Sin embargo, las administraciones públicas han incentivado la compra de mastines de criadero para entregarlos a los pastores en zonas loberas. Esto ha generado que toda una serie de taras y características disfuncionales hayan entrado, casi inadvertidamente, en diversas poblaciones mastineras indígenas. Como puede verse, es un problema complejo que realmente está amenazando estos perros y el papel que juegan en la conservación de los lobos.

En las conclusiones del CIME (Congreso Internacional del Mastín Español) de 2005, José Antonio Fernández Pérez, de la Universidad de Castilla la Mancha, ya expuso unas conclusiones muy preocupantes en este documento:

http://www.aepme.org/joomla/index.php/component/jdownloads/finish/14/91?Itemid=0

Recomiendo leerlo, pero de todos modos voy a hacer yo algunos comentarios sobre partes que me parecen de especial interés. La primera, en la frente:

La creación y mantenimiento de cualquier raza registrada como el Mastín Español, de acuerdo con los criterios convencionales de la cinología oficial, presenta serios problemas desde el punto de vista de la genética y la salud de la raza.

Porque, claro está, no es un problema exclusivo del mastín. Además, en ese y otros párrafos se hacen repetidas menciones a la endogamia, por ser indeseable. ¿Es consciente la ciudadanía de que la práctica de cruzar padres e hijos o abuelos y nietos es algo muy común en la cría de perros de raza? Se lo llama <<inbreeding>> o <<line breeding>>, que queda como muy sofisticado. Se trata de fijar, mediante la endogamia, determinadas características que le interesan al criador. Desde la cinofilia oficial se dice que esta práctica no fija necesariamente taras genéticas si se hace bien y que, al contrario, resulta beneficiosa. Sin embargo, es un proceso que no se da en ninguna especie animal sana y provoca una pérdida vertiginosa de variabilidad genética. Y, además, junto con otras prácticas muy cuestionables en la cría selectiva, se ha relacionado con la expansión de enfermedades congénitas en los perros. Sigamos:

La mesa redonda compuesta por criadores evidenció la necesidad de que la parte científica esté al servicio del criador o, dicho a la inversa, que el criador realice su actividad bajo postulados y criterios científicos. Se enunciaron problemas en la cría del mastín como el desuso de la monta natural por prisa o por la apatía de muchos machos; la carencia de datos sobre descendencias, orígenes ciertos, etc.; los problemas de displasia; la disminución de la expectativa de vida (de 12 años a 5-6 años en perros campeones)

Así que los perros no se aparean ya de forma natural, algo que se ha vuelto muy frecuente en el ganado y por supuesto en los perros de raza. Supongo que las implicaciones que esto tiene, de cara a la conservación de los mastines, no se le escapan a nadie, y que no hace falta recordar que ya hay razas, como el bulldog, que no pueden ni aparearse ni parir por si mismas. De hecho, José Antonio Fernández afirma también que <<la infertilidad está afectando al Mastín Español como a otras razas>>. Por otro lado, los problemas de displasia son  algo muy grave, que afectan a las articulaciones de las patas. En perros que tienen que estar listos para seguir a rebaños trashumantes durante largas distancias, es algo fatal. Y con respecto a la disminución de la expectativa de vida, los números lo dicen todo: los mastines de exposición más valorados y que engendran la mayor parte de los cachorros, viven de media la mitad que los mastines de campo. Detrás de  esas muertes prematuras hay frecuentemente dolencias congénitas.

Una década ha pasado desde la publicación de estas conclusiones y la situación ha cambiado muy poco. Han surgido colectivos que tratan de conservar las poblaciones mastineras que consideran originales, de toda la vida, que siempre han estado trabajando en el campo. Se ha abierto un cisma entre estas personas apasionadas por los mastines de tipo primitivo o aborigen y el mundo de la cría oficial de mastines de pedigree. Entre tanto, los intereses económicos generados entorno a las exposiciones y cría de perros presionan fuertemente para mantener el orden actual, con graves perjuicios para los animales que crían. No sabemos durante cuanto tiempo se mantendrá esta situación, en la que unos y otros viven de espaldas. Entre tanto, tal vez lo más urgente sea salvaguardar las últimas poblaciones de mastines de trabajo, que conservan una morfología y unas aptitudes propias de perros de protección de rebaños.





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