jueves, 5 de mayo de 2016

ALHELÍ DE CAMPO (Matthiola fruticulosa) EN LOS CERROS DE ARANJUEZ

Tener perros es la excusa perfecta para pasar tiempo en el campo y, además, de una forma regular, ya que los canes (sobre todo las mías) exigen ejercicio constantemente. De ese modo, pueden observarse los cambios que se producen poco a poco según avanzan las estaciones. Así que, algunas plantas que durante el invierno casi no eran visibles pasan a ser espectaculares al llegar la primavera. Es el caso una especie típica de los cerros secos de Aranjuez, que ahora presenta una floración morada muy vistosa.


El alhelí de campo (Matthiola fruticulosa) es una plantita de la familia Brassicaceae, cuya área de distribución natural se circunscribe a la cuenca Mediterránea. Aparece tanto en el sur de Europa y buena parte de las islas mediterráneas (como las Baleares), como en el norte de África y Oriente Próximo. Es perenne, aunque no alcanza un gran porte, de manera que es habitual que no supere los 30 cm de altura. Tiene unas preferencias de hábitat bastante definidas, ya que, además de encontrarse básicamente en regiones con clima mediterráneo (seco y con lluvias concentradas en la estación fría) prefiere los suelos formados por margas yesíferas (justo el tipo de suelo que se encuentra en los cerros de Aranjuez). También se adapta bien a suelos pedregosos calizos, aunque muestra una clara tendencia a aparecer sobre substratos básicos y poco profundos. Es decir, no se desarrolla sobre suelos fértiles ni húmedos (o sea, que no lo vamos a encontrar en la vega), y tampoco es común en suelos ácidos. En Aranjuez, el alhelí de campo forma parte de ese rico grupo de plantas especializadas, que crecen en los cerros de aspecto estepario que rodean el pueblo. Un ejemplo más de cómo en esas laderas secas, abrasadas por el sol, palpita una enorme diversidad de seres vivos adaptados a las condiciones más duras. Y, pese a brotar en un entorno extremo, los alhelíes producen una floración que parece desafiar con su belleza.


Un estallido de color que, eso sí, se apaga al avanzar la primavera. En verano, estas plantitas se enfrentan al calor extremo y la sequía aplastándose contra el suelo. Reducen su ser a la mínima expresión para no perder agua y sobrevivir a los meses ardientes del estío. Lo cual significa que, si caminamos por su hábitat fuera del periodo en el que brotan, apenas distinguiremos unas matas ralas y grisáceas sobre el suelo polvoriento. Pero esa estrategia funciona: los alhelíes son muy comunes en estos ambientes tan duros. No estamos hablando de una especie amenazada, porque esta brasicácea es común a lo largo de un área de distribución extensa. Pero, una vez más, es una prueba viviente de que en esos cerros, tan despreciados por nosotros, donde la mayoría sólo ve yerbajos secos o, directamente, "nada", se encuentra establecido un ecosistema complejo, con especies raras. Algunas, como el pítano (Vella pseudocytisus) seriamente amenazadas de extinción. 

Tenemos estos espacios al lado de nuestras casas. Sólo tenemos que mirar bien, aprender a observar y asombrarnos.


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