sábado, 2 de abril de 2016

EL PÁJARO INESPERADO

Esta pasada Semana Santa, en una escapada a la Serranía de Cuenca, probamos a poner la cámara trampa dentro del bosque de ribera que flanquea un arroyo de montaña. El suelo del bosque estaba lleno de rastros de mamíferos, incluidos grandes ungulados, como jabalíes y ciervos, por lo que la idea era conseguir imágenes de este tipo de fauna. Sin embargo, tras dejarla colocada durante tres días y sus correspondientes noches, el único mamífero que apareció posando durante unos segundos fue una garduña (Martes foina), un mustélido muy abundante en la sierra:


No obstante, sí que aparecieron registradas diversas especies de aves canoras. Entre ellos, muchos ejemplares de petirrojo (Erithacus rubecula), que parece mucho más abundante en ese tipo de bosque húmedo de ribera que en los pinares cercanos:


La cámara llegó a filmar un primer plano de un petirrojo muy tempranero, que cumple con el refrán de <<a quien madruga, Dios le ayuda>>, visto la enorme lombriz que consigue capturar:



Además, ese pedacito de suelo forestal parecía especialmente rico en paseriformes de la familia Turdidae, con 3 especies registradas. De ellas, la que aparece con más frecuencia es el zorzal común (Turdus philomelos):


Siempre me ha parecido que este pájaro tiene un nombre poético, ya que, en griego, <<philomelos>> significa literalmente amante del canto o de la música. Sin duda, hace referencia a la belleza de su voz en primavera. Otro zorzal de mayor tamaño muy fácil de observar en la sierra es el zorzal charlo (Turdus viscivorus). No obstante, en mi opinión, los charlos prefieren ambientes relativamente despejados y he llegado a observarlos en verdaderas bandadas en pinares abiertos, con grandes árboles dispersos y poco matorral. En cambio, el mirlo común (Turdus merula) es más frecuente en ambientes húmedos y cerrados, cerca del agua, tanto en bosques como en matorrales. 

Pero, sin ninguna duda, la gran sorpresa fue filmar este ave mientras pasaba sigilosamente frente a la cámara:


Se trata de un rascón (Rallus aquaticus), un ave perteneciente a la familia Rallidae y, por tanto, emparentado con fochas, gallinetas, calamones y, en menor medida, con las grullas. Siempre había creído que los rascones eran aves acuáticas ligadas a ambientes pantanosos y humedales con vegetación densa, como carrizales, cañaverales, espesuras de juncos y herbazales inundables, malezas de sargas y otras formaciones vegetales espesas en aguazales y ambientes encharcados. Por este motivo, también tenía entendido que estas aves prefieren zonas situadas a baja altitud. El bosque de ribera en cuestión se encuentra a unos 1.240 m sobre el nivel del mar, en un valle estrecho en el que predominan los pinares de Pinus nigra y Pinus sylvestris, aunque este ejemplar se filmó dentro de un bosque de galería dominado por Populus sp. Salix sp., con sotobosque formado por Crataegus, RosaRubus ulmifolius y Sambucus nigra, entre otros. Aunque el suelo se encontraba encharcado en algunos puntos, no se da una vegetación palustre propiamente dicha, predominando estos matorrales y pastos en puntos soleados. Sé que varias especies de rascones tropicales viven en el interior de selvas densas, incluso en ambientes montañosos, pero ha sido una sorpresa encontrar un rascón europeo en un ambiente forestal montano. Dado que esta especie es extremadamente sigilosa y difícil de observar, me hubiese gustado poder quedarme más para intentar detectar otros individuos en la misma zona e incluso comprobar si crían. Con la cámara, claro.

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