sábado, 23 de abril de 2011

MONTE BAJO Y ESPARTALES EN PRIMAVERA

Esta primavera, con sus lluvias y sus numerosos días de sol, los montes del sur de Madrid y las regiones limítrofes de Toledo muestra todo el potencial de su vigor vegetal. Pueden admirarse las floraciones de numerosas especies de plantas que, durante el resto del año, se muestran apagadas y poco llamativas.

En los alrededores de Aranjuez, los suelos sobre los que se asientan estas comunidades botánicas, son fundamentalmente arcillosos, margosos y calizos. En cualquier caso, pertenecen al dominio de los encinares manchegos, teóricamente la clímax en esta región y en ese tipo de suelos. No obstante, los bosques antiguos fueron eliminados casi en su totalidad, en gran parte debido a que se asentaban sobre tierras óptimas para la agricultura de secano, así como para ganar tierras de pastos para los rebaños de ovino y caprino. De hecho, los encinares manchegos han desaparecido como ecosistema, y al margen de algunos rodales minúsculos, lo que podemos observar son etapas de sustitución que suponen fases degradadas de las comunidades originales. En los casos más extremos, en los que los suelos sufrieron graves procesos de erosión y empobrecimiento, encontramos romerales, esplegueras, y espartales, como estos situados al norte del arroyo Cedrón:



Los cerros se encuentran allí cubiertos por espartos. Si alguna vez esta zona estuvo cubierta de bosques, hoy son los paisajes esteparios los que dominan, secos y resistentes. Tradicionalmente se han considerado este tipo de ambientes secarrales sin importancia, áreas yermas, vacías, y por tanto carne de cañón para construcciones o infraestructuras. Si alguien bien intencionado, con cierta sensibilidad, les dirigía una mirada, enseguida se le ocurría "reforestar".

Pero la flora que podemos encontrar aquí es mucho más compleja y rica de lo que podría parecer en un primer momento. Los episodios de fuegos, talas y pastoreo que durante siglos modelaron sus características, han dejado huella en las plantas que sustituyeron al encinar. Por ejemplo, los tomillares, como los conformados por tomillo salsero (Thymus zigis):



Su presencia suele delatar episodios de sobrepastoreo, ya que se ven favorecidos por la desaparición de herbáceas y por el pisoteo persistente del ganado. Otras plantas, sin embargo, son mucho más sensibles a las perturbaciones de ese tipo. Es el caso de la jarilla (Helianthemum asperum):



En este caso se trata de una cistácea que, a diferencia de sus parientes más conocidas, las grandes jaras del género Cistus, se desarrolla sobre suelos yesosos. En los cerros puede encontrársela desde la base hasta las cimas, pero es relativamente rara en los caminos y zonas de cultivo, donde es sustituida por otras especies más resistentes a suelos perturbados. En cualquier caso, si hay una especie que domina el entorno de los cerros locales, ésa es el esparto (Stipa tenacissima), planta maravillosa donde las haya:



Aunque en esta foto vemos numerosos ejemplares acompañados por diferentes especies de herbáceas anuales, tomillos y otras plantas, el esparto puede formar comunidades monotípicas en suelos muy pobres, contribuyendo con su tenacidad (de ahí su nombre) a frenar la erosión. A eso le ayudan toda una serie de adaptaciones morfoestructurales y fisiológicas. Entre las primeras se encuentra la conservación de las hojas muertas, que se inclinan sombreando y protegiendo las raíces del sol abrasador. Entre las adaptaciones fisiológicas se encuentra la retirada de la clorofila de las hojas vivas durante el verano.

Sin embargo, las sutiles estrategias que despliegan las plantas, suponen un reparto preciso del espacio. Y es que, si el esparto es un especialista en suelos deteriorados y bien drenados, es sustituido por otras especies allí donde el substrato es más húmedo. En esta foto, por ejemplo, pudimos captar la frontera entre el espartal de lo alto de un cerro y el albardinal de la base:



En efecto, el albardín (Lygeum spartum) es otra planta esteparia, aunque de características distintas a la anterior. Se localiza en lugares bajos, como hondonadas y vaguadas, sobre suelos limosos, incluso salinos, donde encuentre cierto grado de humedad. En las hondonadas entre lomas que encontramos en la transición entre el valle del Cedrón y la Mesa de Ocaña, el albardín aparece disperso en enclaves aislados de tierras bajas, pero la mayor parte de su hábitat original se encuentra cultivado.

En realidad, este tipo de medios, tan denostados, no sólo presentan una belleza insólita, sino que son el hogar de una impresionante diversidad de especialistas y de formas de vida únicas. Criaturas hechas para resistir. Sin embargo, con frecuencia tenemos que escuchar afirmaciones del tipo de "ahí no hay nada", o "eso es un secarral". Se trata en ocasiones de ignorancia, y otras veces de una actitud interesada, como en el caso El Espartal de Valdemoro, en el sur de Madrid (amenazado de muerte por la especulación urbanística y la construcción de infraestructuras de transporte). Es, en cualquier caso, despreciar todo un conjunto de estrategias vitales adaptadas a los medios mediterráneos semiáridos, despempeñadas muchas veces por especies endémicas y muy raras de plantas e insectos.

Aunque tampoco hace falta ser un gran entendido en vegetación esteparia o entomología para comprender, con un simple paseo, la gran riqueza biológica de estos ambientes. Por ejemplo, es patente la abundancia de caza menor, como la liebre ibérica (Lepus granatensis), la perdiz roja (Alectoris rufa) y el conejo (Oryctolagus cuniculus), cuyas madrigueras delatan las altas densidades que alcanza aquí:




El grupo de vertebrados más diverso y sorprendente de estas estepas es, sin duda, el de las aves. Incluyen numerosas especies que sólo viven en medios abiertos y esteparios, como el aguilucho cenizo (Circus pygargus), el alcaraván (Burhinus oedicnemus), la cogujada común (Galerida cristata), la calandria (Melanocorypha calandra) o el triguero (Miliaria calandra). Dado que el terreno es despejado, la observación de estos animales no tiene por qué ser complicada, pero en algunos cosas sí es más rara. Por ejemplo, en nuestra visita a estos cerros, próximos a Valdecarábanos, pudimos ver dos grupos distintos de curruca tomillera (Sylvia conspicillata). Se trata de un pajarillo insectívoro de pequeño tamaño, que sólo vive en hábitats semiáridos con vegetación baja y dispersa, dominada por tomillares, romerales, retamares e incluso coscojares. Dado que se movían rápidamente entre matorrales de retama (Lygos sphaerocarpa), nos resultó imposible hacer ninguna foto en condiciones. Sin embargo, ya su mera observación es muy interesante, por ser un paseriforme sumamente especializado, y con un área de distribución limitada al Mediterráneo Occidental.

No obstante, no todo el dominio de los bosques locales ha pasado a ser estepa. Allí donde la vegetación sufrió un impacto menor, aún se conservan numerosas especies de árboles y arbustos. Conduciendo por las carreteras del sureste de Madrid, es fácil contemplar manchas de monte sobre suelos calizos, tanto en los páramos como en las laderas de los valles. En realidad, no nos encontramos ante un solo tipo de matorral, sino que podemos diferenciar comunidades vegetales muy distintas, dependiendo de las características de la roca madre, la humedad del suelo, la frecuencia de los incendios, la existencia de pendientes o la orientación de las laderas. En conjunto, estos matorrales presentan una diversidad biológica asombrosa.


En la carretera que va desde Villaconejos a Chinchón, encontramos distintas manifestaciones de estas comunidades botánicas. Existen encinares en regeneración, que presentan un matorral de sustitución dominado por coscojas (Quercus coccifera) entre las que se van desarrollando ejemplares de especies arbóreas de mayor porte (encinas y pino carrasco, sobre todo). Aproveché una mañana para dar una vuelta por uno de estos parajes, situado en la bajada de las parameras hacia la depresión del río Tajuña, cuyo valle puede adivinarse al fondo de esta foto:



Como se puede ver en la siguiente foto, el dominio de la coscoja es evidente, mientras que el pino carrasco (Pinus haleppensis) se ha vuelto muy raro, con ejemplares aislados y escasos:




Esto podría ser un síntoma claro de la existencia de un régimen de fuegos recurrentes. La coscoja se ve favorecida por los incendios, y suele invadir los dominios de los bosques cuando estos son quemados regularmente. Además, el pino carrasco, aunque es pirófito y puede verse beneficiado por fuegos puntuales, desaparece si los incendios se repiten con una frecuencia superior a los 15 años.

Los claros se encuentran ocupados por espartos, que pueden estar perdiendo terreno en favor de árboles y arbustos, a medida que el bosque se regenera:



También aprovechan estos espacios otras especies pioneras, como la aliaga (Genista scorpius):




Este arbusto de espinas crueles, no sólo presenta una floración de colorido deslumbrante, sino que en el pasado fue muy utilizada por la gente. Por ejemplo, mi abuela siempre contaba que, en las matanzas, era muy común quemar la piel del cerdo con aliagas, lo que permitía retirar las cerdas fácilmente.


También estaban floreciendo los gamones (Asphodelus aestivus):




Esta planta, como todas las mencionadas hasta ahora, se encuentra limitada a la cuenca del Mediterráneo, si bien el gamón aparece también en las Canarias. No es una especie rara, y puede formar rodales extensos incluso en zonas pedregosas calizas. Sin embargo, existen muchas especies que han sufrido graves disminuciones debido a la acción del hombre. Entre los árboles y arbustos que más han sufrido el efecto de los descuajes e incendios a lo largo de la historia, se encuentran el quejigo (Quercus faginea), el enebro de la miera (Juniperus oxydecrus) y el arce (Acer monspessulanum). Todos ellos han desaparecido de los páramos y planicies de suelos profundos, y sobreviven en barrancos que no fueron aprovechados por el hombre. La recuperación de estas especies sensibles es lenta, y con frecuencia faltan en los bosques en regeneración. Sin embargo, en esta mancha de monte pude fotografiar un par de ejemplares de otra especie poco común: el espantalobos:






El espantalobos (Colutea hispanica) es propio de las etapas de sustitución de encinares y quejigares, y es un indicador de hábitats de calidad que evolucionan hacia formaciones forestales maduras. Actualmente, en el sureste madrileño este arbusto presenta poblaciones pequeñas y aisladas, y se considera una especie amenazada (aunque no protegida, ciertamente). Como curiosidad, hay que resaltar que un insecto escasísimo y amenazado también, la mariposa Lolana iolas, se alimenta de sus semillas. De hecho, Lolana iolas se encuentra ligada a tres especies de Colutea, plantas sin las que simplemente se extingue.




Como en el caso de los espartales, también las manchas de monte autóctono son consideradas terrenos de poco valor. A esto no contribuye sólo el desconocimiento de sus fascinantes criaturas, sino que también influyen unos valores estéticos en los que la belleza se relaciona con una vegetación verde y exuberante, cascadas de aguas cristalinas y prados verdes. Algo diametralmente opuesto a la belleza de nuestro monte nativo, apretado y polícromo, recio y frugal, pero al mismo tiempo extraordinariamente rico.


Es el hábitat, además, de una fauna abundante y variada, que oscila entre especies endémicas de moluscos e insectos especializados, a los grandes mamíferos, como los jabalíes. Aquí se alcanzan unas densidades elevadísimas de conejo de monte, como puede apreciarse en la colonia de esta foto:




Estos montes son áreas de campeo muy importantes para diferentes especies de aves rapaces, y además son el principal hábitat de paseriformes ligados al matorral mediterráneo. Y es que, si en las estepas con retamares pudimos ver currucas tomilleras, en el matorral las sustituyen varias especies emparentadas pero de colorido mucho más intenso: la curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala), la curruca rabilarga (Sylvia undata) o la curruca carrasqueña (Sylvia cantillans), por ejemplo.




Por mi parte, creo que merecerá la pena hacer más salidas para explorar este tipo de ambientes, cosa que espero poder hacer antes de que llegue el verano.

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