viernes, 25 de abril de 2014

PRIMAVERA E INSECTOS EN SOTOMAYOR, ARANJUEZ

Aprovechando la recta final de la Semana Santa, hemos aprovechado para hacer una salida al valioso paraje conocido como Sotomayor, en Aranjuez. Valioso y amenazado, como ya he explicado otras veces en este blog, por los planes demenciales de algunos políticos madrileños (y sus amigos en la empresa privada) de hacer un complejo de ocio en esta joya medioambiental. La primavera pasada dediqué una entrada a algunas especies de plantas especializadas en suelos yesíferos que pueden encontrarse en los cerros de Sotomayor. Varias de ellas se encuentran protegidas (aunque en la práctica, eso no sirva de nada a la hora de maniobras especulativas y/o corruptas). Incluyendo el amenazadísimo pítano (Vella pseudocytisus):


En esta ocasión, tras las generosas lluvias de principios de primavera, los pítanos volvían a estar en flor. Muchas otras especies de plantas se encontraban en pleno crecimiento. Sin embargo, en aquel corto paseo decidí centrarme más en la fauna de insectos, para, así de paso, comenzar una especie de censo propio de este tipo de animales en la zona. Había una infinidad de insectos revoloteando, incluyendo dípteros peludos de color anaranjado que libaban de las flores, varios tipos de abejas solitarias y pequeños escarabajos que revoloteaban por todas partes. El problema, como no, es que casi todos eran rápidos, con unos reflejos endemoniados y muy desconfiados. Nada de eso es una sorpresa para aquellos que se hayan puesto a fotografiar insectos. Pero es mi excusa para el escaso número de especies que he podido poner en esta entrada.

El primer ejemplar realmente interesante que encontramos fue esta oruga del geométrido Compsoptera jourdanaria, que parecía camuflarse perfectamente con un diseño a rombos similar al dorso de una serpiente:


Se trata de una especie ligada a ambientes esteparios, cuya área de distribución mundial se limita, al parecer, a áreas de Portugal, España, Sur de Francia, Córcega y Cerdeña. En Madrid, sus principales poblaciones se encuentran en el noreste y, especialmente, en el sureste, siempre en medios abiertos y secos. En el sur y sureste de nuestra comunidad, Compsoptera jourdanaria se alimenta de plantas del género Artemisia, como esta ontina (Artemisia herba-alba), sobre la que encontramos la larva:


Las Artemisia son plantas características de los ambientes esteparios ibéricos. Con frecuencia consideradas "matojos" de los eriales, se trata en realidad de especies claves en nuestros ecosistemas áridos. Entre otras cosas por la gran variedad de insectos especializados que se alimentan de ellas. Ése es el caso de esta pequeña polilla de los cerros, Compsoptera jourdanaria, que, en realidad, sólo se alimenta en su fase de oruga. Los adultos viven poco tiempo, durante el verano, sin comer. Aprovechan para buscar pareja y reproducirse antes de morir, cuando sus reservas energéticas se agotan. Las larvas, eso sí, nacen y se desarrollan sobre las ontinas hasta bien entrado el otoño, y después se ocultan para hibernar. Vuelven a emerger en primavera para terminar su crecimiento, convertirse en crisálidas y completar el ciclo, de manera que sólo se da una generación al año.

Sin duda, la planta protagonista en buena parte de la actividad invertebrada era el gamón (Asphodelus ramosus), que se encontraba entonces en plena floración:


Esta planta vivaz, comestible si se prepara adecuadamente y muy peligrosa si no se cocina bien, es ignorada por el ganado, pero supone un alimento importante para una gran diversidad de invertebrados. El primero que pude fotografiar alimentándose de sus flores fue el chinche Horistus orientalis, un hemíptero de la familia Miridae:


La verdad es que resultaba muy común, aunque no necesariamente fácil de detectar. Horistus orientalis no es una especie rara. Se distribuye ampliamente por el continente europeo y, como otros de sus parientes, es un insecto polífago que se alimenta de la savia de muchas especies de plantas. Por suerte para mí, se trata de la única especie de Horistus presente en nuestra región, así que me resultó fácil de identificar.


En esta especie, como sucede con otros hemípteros, las crías carecen de fase larvaria propiamente dicha. Eso los diferencia de los escarabajos, que sí pasan por una fase de larva muy diferente a la forma adulta. En las chinches, las crías se desarrollan aprisa pasando por diferentes etapas de fase de ninfa, bastante parecidas a la forma adulta. Pudimos observar ninfas de Horistus orientalis, más pequeñas que sus progenitores y, como sucede con las ninfas de los saltamontes, sin alas:


Pero, si las chinches me resultaron bastante fáciles de fotografiar, las siguientes fotos costaron mucho sudor:



Se trata del único himenóptero que conseguí fotografiar, aunque a las flores bajaban numerosas especies de abejas y abejorros de diferentes tamaños y formas. Esta especie en concreto, me ha resultado imposible de identificar. Seguramente es por torpeza, pero le he dedicado bastante tiempo a comparar su morfología con diversas especies de ápidos, sin éxito. Creo poder asegurar que es un ápido del género Xylocopa o, al menos, muy próximo al mismo. Como otras abejas carpinteras de este género, se trataba de un himenóptero robusto, básicamente negro y, a diferencia de los miembros del género Bombus, con el abdomen liso en vez de peludo. Sin embargo, estos ejemplares eran bastante más pequeños que Xylocopa violacea, que es la abeja carpintera más común. Tal vez podría cuadrar con las dimensiones y aspecto general de Xylocopa iris, pero no sólo me parece un poco más grácil, sino que presenta una clara mancha de pelillos blanquecinos justo detrás de la cabeza. Agradecería mucho alguna pista de alguien que quiera echar una mano...

En algunas zonas de los cerros de Sotomayor, se pueden observar especies de plantas leñosas de porte arbustivo, también muy importantes para la biodiversidad local, como es el espino negro (Rhamnus lycioides):


Sin embargo, en la estepa alta, los espinos y efedras forman comunidades abiertas en una matriz de asociaciones bastante complejas de plantas de menor porte (muchas de ellas muy resistentes a la sequía y las temperaturas extremas):



En esta parte más elevada y seca, encontramos varias especies de insectos bastante llamativas. Es el caso de este curioso escarabajo con antenas largüísimas:


Se trata de un longicorne (Agapanthia asphodeli), un coleóptero del grupo de los cerambícidos que, como puede observarse, se diferencian fácilmente de otros escarabajos por sus impresionantes antenas.


Este longicorne se encuentra asociado a plantas de los géneros Asphodelus, Thapsia y Ferula. Estos tres géneros de plantas se desarrollan en los cerros de Sotomayor, de manera que se trata un hábitat ideal para este invertebrado. Por ejemplo, pudimos fotografiar varios ejemplares de cañaheja (Ferula comunis), en pleno desarrollo:


En este momento, sin embargo, se encontraban centrados en la floración del gamonal. Y, como curiosidad, su nombre científico (asphodeli) hace referencia al gamón (Asphodelus).

Los cerambícidos son conocidos por diversas especies que dependen de la madera muerta y que, por este motivo, se encuentran ligados a bosques maduros o a dehesas con árboles viejos. En estos casos, las larvas son xilófagas, es decir, se alimentan de madera. Sin embargo, Agapanthia asphodeli no lo hace. Las hembras depositan los huevos en los tallos de las plantas nutricias, cerca del suelo, y al eclosionar, éstas los horadan y penetran en su interior. Allí se alimentan de sus tejidos hasta que, completado el desarrollo, se metamorfosean en adultos.

En cuanto a su distribución mundial, se encuentra en Europa, norte de África, Ásia menor y el Cáucaso, por lo que se considera una especie holomediterránea. En nuestro país, entre tanto, es más común en regiones submontanas.

Otro hemíptero que localicé un poco más adelante, en la zona más elevada de los barrancos, fue este chinche de aspecto espectacular:


Lo he identificado tentativamente como Carpocoris fuscispinus. Y es que, aunque estoy completamente seguro de que se trata de un scutellérido del género Carpocoris, cuando me he puesto a investigar en casa, me he encontrado con que, para diferenciar unos Carpocoris de otros, es necesario poner atención a las características del abdomen, por ejemplo. Esto no lo sabía en el campo, así que ni se me ocurrió mirarle los bajos (cada vez más, procuro no tocar los animales que fotografío). En cualquier caso, Carpocoris fuscispinus es la especie que más se ajusta a las características del ejemplar que estaba posado en lo alto de una flor de gamón.

También conocido como chinche de las semillas, este insecto de amplia distribución (Mediterráneo occidental, tanto en su vertiente europea como africana) se encuentra ligado a ambientes abiertos o semiabiertos, ricos en vegetación herbácea. Puede encontrárselo en herbazales, campos, matorrales no demasiado cerrados, bordes de bosques, bordes de caminos e, incluso, en ambientes agrícolas, sobre todo si existen campos en barbecho. Tanto los adultos como las ninfas se alimentan de savia, que succionan con un aparato bucal especializado. Esto los convierte en plagas para algunas cosechas, aunque, como se ha mencionado, los paisajes agrícolas no son su hábitat principal. Como en otros chinches, el desarrollo hacia la fase adulta es relativamente sencillo, ya que las crías se parecen mucho a sus progenitores y crecen realizando una serie de mudas sin dejar de alimentarse.

Como en otros insectos de nuestras latitudes, se dan dos generaciones anuales, con adultos emergiendo en primavera y, después, en verano y otoño.

Mucho más especializado, y difícil de encontrar en esta ocasión, es el escarabajo de los espárragos (Crioceris asparagi):


Se trata de un pequeño coleóptero de la familia Chrysomelidae, conocida por sus espectaculares especies de colores metálicos. En este caso, el escarabajo de los espárragos es pequeño, aunque dotado de una coloración muy llamativa, basada en combinaciones de negro, rojo y amarillo. Por supuesto, estaba en un tallo tierno de espárrago silvestre (Asparagus acutifolius). Estos coleópteros son especialistas que sólo se alimentan de los tejidos de las esparragueras. Muy común en el sur de Europa, Crioceris asparagi también se caracteriza por presentar una fase larvaria más bien breve, mientras que los adultos viven durante todo el verano e hibernan después para emerger la primavera siguiente y reproducirse.

Después de esta corta visita primaveral a los cerros de Sotomayor (alrededor de una hora) dan ganas de volver con más tiempo para localizar nuevas especies. El placer que produce pasear por las laderas esteparias y contemplar sus formas de vida, sólo se ve empañado por la amenaza del complejo hotelero e hípico que el Gobierno de la Comunidad de Madrid quiere levantar en este paraje.

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